Un Viaje Interno

Un Viaje Interno

Los nervios de la joven pasante no se podían ocultar, la oficina estaba cargada por la atmósfera de estos, tarde ya en la noche, cuando se suponía que debería estar en casa con su novio viendo una serie o tal vez una película, se encontraba aun atrapada intentando que su malhumorada jefa aceptara los planos finales del prestigioso edificio de apartamentos que la compañía tenia a su encargo. Algo en la cara de su jefa le decía que las cosas no iban por buen camino.

La admirada, prestigiosa y respetada arquitecta Amanda Dubois se encontraba mirando fijamente el plano extendido en la pared, analizando delicadamente las cientos de lineas blancas dibujadas y repartidas en el lienzo azul que para cualquier ojo sin entrenar solo eran bosquejos que por momentos tenían sentido, pero para un ojo de casi 30 años de experiencia en dibujo arquitectónico era como distinguir un perro de un gato, algo simplemente claro. Pero no porque fuera claro estaba bien.

- Bueno, que puedo decir?,. - expresó con aires desalentadores, y la pobre muchacha pasante sabia lo que venia.- es una completa mierda.

- Pero señora Dubois…

- Señorita. - corrigió secamente.

- Señorita Dubois, lo hice exactamente como me lo pidió.

- Entonces dices que tu aberración es culpa mía?

- No, yo solo digo que...

- No digas nada niña, no te pago para que me digas nada, solo para que hagas bien las cosas, quiero este plano con las proporciones correctas para mañana en la mañana. - sentenció sin vacilar mientras tomaba su bolso channel del escritorio y emprendía la salida de la oficina.

- Pero son las once de la noche, debí haberme ido hace dos horas.

- Pues entonces apresúrate, o no habrás terminado para cuando yo regrese por la mañana. - Salio azotando la puerta de la oficina y dejando a la pobre chica de 23 años con una maldición en la boca, pero con ganas de conservar su pasantía.

Mientras bajaba las escaleras de la oficina para salir a la calle, Amanda se preguntaba profundamente el por qué de tener gente inepta, a su parecer, trabajando con ella, no recordaba haber sido tan distraída y poco cautelosa cuando había hecho sus pasantías hace ya tantos años, seguro eran esas nuevas generaciones, todo son ellos, monstruos creados por el insoportable anhelo de sus padres por hacerlo vivir en un mundo seguro y amable, pero la vida no es así, por eso no tenia hijos.

Cuando estuvo en la calle todo parecía ya desierto a esa hora de la noche, ahora por culpa de la incompetente de su pasante se encontraba en los momentos de la noche donde era mas difícil tomar taxi en esa parte de la ciudad, podría caminar unas cinco cuadras mas al centro y correr con mas suerte, pero con las calles tan solas era mejor no arriesgarse.

Sacó su móvil y abrió la app de TaxyCity, marcó pedir un taxi y el GPS hizo lo suyo; pero el resultado no le apeteció reconfortante, el taxi que tomó el servicio llegaría en diez minutos. Pensó que seria mas apropiado esperar dentro del edificio, una dama sola parada ahí esperando no le parecía muy cómodo, mejor esperar dentro y salir cuando el taxi llegara. Regresó hacia la puerta y al girar la manija esta no se abrió, “Maldita sea” pensó, buscó apresuradamente en su bolso y no encontró las llaves, “Maldita sea” esta vez en voz alta. Su única alternativa era la pasante, tomó su teléfono nuevamente y marco a la chica en su libreta de direcciones, un timbre, dos timbres, tres timbres, nada. Marcó de nuevo, el mismo resultado. No pudo evitar sentir que una furia calurosa y abrumante recorrió desde su vientre hasta su cabeza, la estúpida pasante se estaba haciendo la pendeja con ella, seguro en venganza por hacerla trabajar hasta tarde, aun siendo su propia culpa!, ya encontraría motivo para safarse de ella.

Parada ahí en la oscuridad y acompañada de la pobre luz del alumbrado publico que luchaba por llevar iluminación a esquinas que nunca alcanzaría, se quedó recostada contra la puerta del edificio esperando al taxi. Pasaron los minutos y su incomodidad llegó a paranoia, en el silencio de la calle a esa hora cualquier roce, cualquier movimiento, parecía un estruendo generado por una bomba que lo destruía todo. Un sonido fuerte, puede que solo un sonido amplificado por el silencio, resonó por la callejuela al lado del edificio, no parecía un sonido normal, un perro o un animal revisando en la basura? No, se escuchaba mas como una maquina. Se acercó lentamente pegada a la pared cual espía, al llegar a la esquina y mirar por la pequeña calle, no vio nada por la oscuridad que reinaba allí, comenzaba a asustarse. Dio un paso y se adentro solo un poco en ese espacio consumido por la inexistencia de luz.

- Hola?.

La respuesta a su pregunta fue un rugido de motor ensordecedor y el deslumbrante destello de unos focos que la dejaron ciega por un momento, su reflejo fue apartarse de la luz y regresar a la puerta del edificio caminando con los ojos entrecerrados para mitigar el efecto de deslumbramiento que le dejó viendo manchas informes de varios colores. Al llegar allí comenzó a golpear lo mas fuerte posible la puerta, sonaba como si se fuera a derrumbar, ojala lo hiciera, pero solo retumbaba. Cuando estuvo mejor de la vista pero con el reflejo involuntario de parpadear para intentar corregir el error en la visión, miro de nuevo al lugar donde se hallaba el callejón y lo que vio no supo como interpretarlo.

Un taxi antiguo, de los años 70 u 80, no podía diferenciarlo en ese instante, salia lentamente de entre las sombras de la callejuela. Cuando estuvo totalmente fuera, giro sobre su derecha y se estacionó frente a la entrada del edificio y se quedo allí quieto. Amanda no sabia que hacer, podía tomar el teléfono e intentar que la pasante le contestara, podía llamar a emergencias, o simplemente podía clamarse, cuales eran las probabilidades de que un taxi hubiera estado todo ese tiempo justo a su lado?, por qué siquiera tenia miedo en un situación tan aleatoria y sin nada extraño como esa?



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En el texto hay: horror, paranormal, terror

Editado: 25.02.2020

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