Un viejo recuerdo.

Un viejo recuerdo.

De pequeño siempre crecí rodeado de mis abuelos y mis padres. Como hijo único y con pocos amigos quería ir a la escuela para conocer otros niños, mi madre me llevo a las escuelas de las zonas a buscar lugar pero debido a que recién en abril cumpliría 5 años y las inscripciones eran en febrero no era aceptado. Llegamos entonces a una, el número 293 Bernardino Caballero. Era una escuela normal que recibía a gran cantidad de niños de la zona, luego de una reunión con la directora fui admitido y mi sueño hecho realidad: por fin podría jugar con más niños. Aunque en mi primer día me pase llorando incapaz de quedarme solo ni de relacionarme con nadie con el paso del tiempo pude adaptarme. Yo era ajeno a todos los asuntos familiares que podrían suceder, solo me divertía, era feliz en mi burbuja, mi mundo. Lo que no sabía en ese entonces es que el tiempo es como una flecha que siempre va para delante y así sin darme cuenta a medida que avanzaba de grado, crecía de altura, de edad y de responsabilidades. Los exámenes ya no eran tan divertidos, los profesores eran más exigentes y poco a poco me iba alejando de esa dulce etapa de la infancia marcada por solo diversión y colores.

Seguí en esa escuela hasta el sexto grado, por ese entonces, ya había algo distinto en todo, surgía una extraña sensación cada vez que veía a una compañera de hermosos ojos verdes y me volví más rebelde e irritable con los adultos. Estaba en los comienzos de la adolescencia y yo era un niño un poco enfermizo, tímido que de repente era azotado por un vendaval de nuevas sensaciones, sentimientos y experiencias que convertían mis pensamientos en un torrente revoltoso que me agitaba de un lado a otro. Un día me dieron la triste noticia de que mi querido abuelo había fallecido, una figura prácticamente paterna se había ido y agregaba un tono oscuro al comienzo de mi juventud. La tristeza comenzó a expandirse en mí y afectó mi salud mental y física. Una persistente tos me seguía día tras día y en lugar de la escuela me pasaba en el hospital, me llenaron de medicamentos para curarme de la enfermedad pero nadie se daba cuenta que era algo psicosomático. Pasó un tiempo, me sobrepuse pero tantos medicamentos terminaron por cambiarme el aspecto, ahora era un niño con sobrepeso que sufría burlas y que hacían que mi autoestima este por el suelo, a pesar de todo, seguía teniendo buenos amigos que me apoyaban.

Las sensaciones eran un poco más claras y trataba de sobrellevarlos, la amalgama de colores de mi corazón era enorme pero ya las comprendía mejor ya que me di cuenta de algunas cosas; como que la chica de ojos verdes que me causaba intranquilidad en realidad era muy linda, que quería ser su amigo y acercarme más a ella, lo intenté, pero fui evitado una y otra vez, era el último año en mi querida escuela  y sentía por primera vez el dolor del rechazo.

Comencé la secundaria en el colegio nacional Lucio Páez, aún seguía fuera de forma y aunque mejoraba lentamente la falta de confianza me convertía en una persona callada y tímida. Siempre me encanto jugar fútbol, debido al sobrepeso empecé a jugar de arquero y era muy bueno en ese puesto y de cierto modo lograba encajar un poco en el ámbito social. Al momento de estudiar era sumamente aplicado, lo que había traído como costumbre de mi anterior escuela, pero el deseo de lucirme un poco más con los demás, de ganar su aprobación y mi falta de estima hicieron que me influenciarán, decayó mi rendimiento escolar y por primera vez comencé a reprobar. En el amor era excesivamente tímido lo que me privo de expresarme y hacer lo correcto siempre a pesar de que tuve oportunidades, mi falta de confianza me impedía hacer algo.

Siempre quise un hermano o una hermana y está vez la vida me dio una gran bendición con una pequeña hermana que me alegraba la existencia, fue como un oasis en medio del desierto para mí. Entre idas y vueltas, con alegrías y penas, sentí poco el sabor de la secundaria la cual concluyo con mi examen de ingreso a la educación media. Ingrese en el octavo lugar y pronto estudiaría un bachiller en mi última etapa estudiantil, en este nuevo comienzo fui al otro extremo de mi apariencia y me convertí en un alfeñique de 44 kilos.

Me encontré con algunos conocidos ese primer día de clases como bachiller pero había nuevas personas y, probablemente, nuevas enseñanzas para mí ya que aún era un adolescente que no media bien sus acciones, era una esponja que absorbía todo. Los romances afloraban y se mezclaban con el aire caluroso de finales de verano, las decepciones generalmente me acompañaban aunque, de cierto modo, estaba acostumbrado aunque doliera, una como la de aquella chica, mi primera novia, quién un día me dijo que solo estaba conmigo para acercarse más a mí mejor amigo, agridulces que se iban sumando una y otra vez con distintas mujeres como el caso de esa bella compañera de tez morena y cabello negro que me cautivo y que hizo que por primera vez sintiera la imperiosa necesidad de conquistarla rozando la obsesión pero con un resultado previsible: rechazo. Una etapa que por lo general es un torbellino de emociones se veía calmado nuevamente por la muerte de un pariente, de mí tía y me hizo volver a recordar aquellos dolorosos momentos de aquel otoño donde se fue mi abuelo. En realidad los profundos cambios emocionales propios de la edad a veces ocultaban o acrecentaban mi falta de autoestima y confianza, lejos ya quedaban esos días en los que solamente pensaba en jugar en mi pequeña burbuja. La vida no se detenía y los sentimientos de tristeza, felicidad, dolor, amor, placer en verdad florecían en todos lados, las exigencias aumentaban en lo académico, en la casa, a lo lejos se podía ya ver las puertas a la adultez y de cierta manera me oprimía, quizás lo que me liberaba de todo era ese pequeño campo donde jugaba toda una tarde al fútbol con mis amigos y donde nos sentábamos a conversar de la vida, de las chicas más lindas del barrio, de nuestros equipos favoritos de fútbol y de cualquier otra cosa que se nos pasará por la cabeza.



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En el texto hay: realismo

Editado: 10.02.2020

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