Afuera de un bar poco iluminado y embriagador por la noche, Elisa permanecía con la cabeza gacha, observando nerviosamente a los hombres y mujeres que continuamente entraban y salían del establecimiento.
Era la primera vez que estaba en un lugar como ese y el ambiente desconocido ya la hacía sentir incómoda. Las miradas lascivas de algunos de los hombres que la rodeaban solo aumentaron su ansiedad, lo que le provocó un sudor frío. Estaba demasiado asustada para siquiera dar un paso más.
-Oye, ¿estás...? -Una voz apareció de repente cerca de su oído, haciendo que su corazón se acelerara. El hombre no lo dijo explícitamente, pero la mirada lasciva que le recorría el rostro lo decía todo.
Elisa levantó la cabeza tímidamente, solo para arrepentirse de haber venido allí en el momento en que vio al hombre repugnante parado frente a ella. Pero ya no había vuelta atrás.
Un sabor amargo se extendió por su boca mientras bajaba la mirada. ¿Acaso tenía otra opción? No la tenía.
Necesitaba dinero, las facturas la estaban asfixiando, tenía que encontrar una manera de conseguirlo.
—Vine por el trabajo de camarera.
—Eres bastante bonita. —Dijo el hombre mirándola con picardía.
La cara de Elisa palideció al instante. Ella había venido aquí con tanta determinación, pero ahora parecía que había sido demasiado ingenua.
Elisa, tuvo que sacudir la cabeza, dispuesta a renunciar a ese estúpido plan de trabajar aquí.
Justo cuando dio un paso para irse, una voz la detuvo en seco.
—¿Primera vez aquí?
Un hombre de mediana edad, que acababa de salir del bar, la recibió con una sonrisa. La había estado observando durante un rato.
El cuerpo de Elisa tembló levemente y se mordió el labio con los dientes. Asintió nerviosamente mientras su mente le gritaba que no se echara atrás. Necesitaba dinero y tenía que conseguir este trabajo.
Los agudos ojos del hombre la examinaron de pies a cabeza. Parecía una estudiante inocente, pero su belleza era innegable, oculta bajo su comportamiento tímido y torpe.
Después de un momento, asintió levemente, claramente satisfecho con los "productos" que había encontrado esa noche. El hombre sonrió para sus adentros: era una buena captura.
—No te pongas nerviosa... Soy el dueño de este bar. ¿Escuches que venias por el trabajó? —su tono aparentemente educado le sonó chirriante a sus oídos—. ¿Tienes escasez de dinero, jovencita?
—Si. Necesito. Vine por el puesto de camarera —dijo ella cortando cualquier tipo de insinuación sucia. No quería perder el tiempo.
Si hubiera podido evitarlo, nunca habría puesto un pie en un lugar tan sucio en su vida.
Ella no tenía otra opción.
Necesitaba otro trabajo para poder llegar a fin de mes.
—Está bien. Quítate las gafas.
Elisa dudó un momento, luchando internamente antes de quitarse lentamente las gafas de marco negro grueso que llevaba. Odiaba lo expuesta que la hacían sentir...
El hombre se quedó atónito. No esperaba que ella fuera tan hermosa. Y tenía razón: era una belleza poco común.
Esta era una oportunidad de oro. Una chica como ella le reportaría fácilmente millones...
Su mirada, como si fuera un animal de zoológico en exhibición, la hizo sentir humillada y avergonzada. Sintiéndose extremadamente incómoda, rápidamente se puso de nuevo las gafas.
—Hmm, no está mal. Pareces que todavía eres un estudiante. Si aun no te has graduado no te puedo dar el trabajo, pero, puedo ofrecerte dinero a cambio de sexo.
Sus palabras casuales la hirieron profundamente.
Elisa frunció los labios y arrugó el currículum en la mano. —No me vendería a un viejo rabo verde y feo como usted señor —respondió ella, causando que la cara del señor se pusiera roja.
—¿Que acabas de decir? —exclamó con ira.
Era casi ridículo, pero no tuvo tiempo para reír ya que tuvo que salir corriendo antes de que el viejo rabo verde hiciera una escena.
—¡Vuelve aquí, pequeña mierda! —gritó, pero Elisa ya había salido del allí.
Miró al suelo y pateó una pequeña piedra inocente en la esquina del camino.
—Qué vida de mierda —murmuró en voz baja mientras sacaba un papel de su bolsillo—. Ahí va mi última parada —dijo, tachando el nombre del bar que supuestamente estaba contratando a una nueva camarera.
Ella no sabía que tenías que ser al menos una graduada de la escuela secundaria para ser calificada como una de sus trabajadores.
En este punto, ella ya había querido darse por vencida. ¡Ya tenía dos trabajos, por el amor de Dios! Trabajaba en una tienda de conveniencia al amanecer y como asistente de floristería durante la mañana. Quería probar suerte para conseguir un trabajo nocturno en el bar, pero la suerte no estaba de su lado.
Elisa miró su teléfono y sonrió cuando vio la brillante sonrisa de su hermano en su fondo de pantalla. Él era la razón por la que ella está trabajando en tantos trabajos en este momento. Tras ser diagnosticado con leucemia hace apenas un mes, tiene que someterse a tratamiento lo antes posible, más las facturas de casa. Pero con el dinero que tiene actualmente, sabía que tenía que aceptar más trabajos para pagar su tratamiento.
No podía darse por vencida, así que comenzó a caminar una vez más, con la esperanza de encontrar un cartel de "contratación" de los bares de la zona.
Sonrió encantada cuando finalmente vio un cartel de "contratación" después de horas de caminata. Sin embargo, se detuvo rápidamente cuando de repente sonó su teléfono.
Contestó el teléfono con el ceño ligeramente fruncido.
—¿Mamá?
—Elisa —dijo su madre en un tono preocupado.
—¿Qué ocurre? —preguntó inmediatamente.
—No sé qué hacer, Elisa. De repente se derrumbó y…
—Cálmate, mamá —dijo, aunque se sentía más frenética que nunca—. Dime lo que pasó.
—Es Cameron —dijo finalmente su madre—. Él está en el hospital en este momento.
—Mierda —maldijo entre dientes, su corazón latió frenéticamente—. Estoy en camino.