¡Calor Humano!
Noel
Escuchaba atento con los ojos abiertos, en mi garganta se aloja un nudo doloroso. Cada palabra dicha por mis empleados me llegó a lo más profundo del corazón, la foto de mamá en el árbol me hizo sentir como un miserable, por tres años me cegué y pensé que prohibiendo la navidad y convirtiéndome en un villano, el dolor cesaría, la soledad no sería tan dolorosa, su ausencia un poco más llevadera y su recuerdo quedaría grabado por siempre en mi mente, sin embargo, no solamente la recuerdo yo, sino todos ellos y de una manera maravillosa.
Ella sin duda alguna era el espíritu de la navidad viviente, un espíritu que los sigue acompañando. Esa es su mejor definición, al verme solo derramo unas cuantas lágrimas. Al tocar su rostro perfectamente retratado en óleo mi piel se eriza, es poco creíble, pero siento su presencia a mi lado, cierro los ojos y la calidez me envuelve, son sus brazos los que me sujetan, así lo siento, así lo percibo. —Gracias madre. —Dije en un susurro. Sé lo que tengo que hacer.
Mi corazón palpita como si estuviera despertando de un largo sueño. Camino hacia mi oficina deslizo mis dedos por el lugar y los recuerdos vienen a mí como una ráfaga, recuerdo cuando no era un hombre tan frío de sentimientos, cuando la bondad corría por mis venas y sonreía con libertad. Sin duda Melanie me dio una gran lección de vida. Oficialmente, la navidad volverá a ser como era antes, las celebraciones se harán por todo lo alto como le gustaban a mi madre, de igual manera nos quedamos encerrados.
—¿Qué hace? —Melanie me empujó con sutileza —Señor, no es debido —Sus mejillas se encuentran rojas, comprendo que fue un arrebato del cual no me arrepiento.
—Besarte eso hago, es el espíritu navideño que me envió a tus labios. —Sonrió apartando un mechón de cabello, los chicos silban y sus mejillas enrojecen mucho más, la rubia no consigue donde meter la cara. —Que me abrió los ojos, me has soportado demasiado, delante de todos quiero pedirte que seas la luz que me ilumine y la estrella que me guíe ¿Aceptas? —Acarició sus mejillas.
—Lo pensaré —Se aleja, me ignora y lo tengo merecido. —Vamos a comer y a celebrar, ya que el villano anti-navidad nos contrató y nos dio pase libre para celebrar la época más hermosa del año. —Me observa con una mirada retadora. —Aunque aún no decidimos si queremos volver a trabajar con usted —Se aleja con los chicos, mis ex-empleados, ahora soy yo el que debe esperar por ellos. La música se enciende y el estéreo resuena a todo volumen.
Al entrar voy por ponche, me siento y todos me miran mal incluso algunos se alejan, sin duda me están dando una gran lección. Bebo pacientemente, no soy bienvenido y sé que me lo gane, lo mejor es salir de este lugar, me alejo, el frío continúa calando en mí, busco en mi oficina un cambio de ropa, la magia sigue, solamente que no conmigo. —Lo tengo merecido —digo en voz alta terminando de abrigar mi cuerpo. —Fui yo quien prohibió las navidades en la oficina, así que soy él menos que debe disfrutar de una fiesta navideña.
Así que tomé asiento en mi escritorio, llevó mis manos hacia delante y acuno mi cabeza en ellas. Esta época sin duda es hermosa, pero también es melancólica, los asientos vacíos te indican que nada volverá a ser igual, más cuando la alegría personificada te abandona. Enciendo mi computador y voy directamente a la nómina y a cada uno de mis empleados, les dejo un regalo en la cuenta.
Me preparó para irme, a nadie le importo y ni le importaré. —¡Feliz navidad! —Es lo único que puedo decir. Al salir de mi oficina, Melanie se encontraba cruzada de brazos y detrás de ella el resto de los empleados en la misma posición, caminan hacia mí, retrocedo un poco, pero la madera de la puerta me detiene. —¡Feliz navidad! —Gritan acorralándome, me dan un abrazo que me hace sentir en paz.
Comprendí que no se trata de que tanto tienes, si no del calor humano, ese que no se compara con nada. Aunque estemos perdidos en el dolor, jamás se debe perder la humanidad. —Gracias por devolvernos nuestras celebraciones. —Extiendo mis brazos, el olor a galletas de jengibre no me molesta, todos se fueron separando hasta que solamente Melanie me abraza, me rindo ante ella.
—Seguimos siendo tus empleados. —Sonrió para acunar sus mejillas en mis palmas, beso su frente.
—Honor que me hacen —digo lo más sincero que puedo. Fui invitado a ser parte de ellos, me brindaron el cariño que necesitaba, dos horas más tarde la tormenta cesó, la entrada de la empresa fue despejada, sin embargo, la celebración continúa, por todo lo alto, como lo hacía mi madre.
Este año aprendí que el tesoro más bonito, es el cariño verdadero, dejaré de ser un patán, nunca es tarde para remediar todo lo malo que hice, para dar amor y recibirlo. Ahora no hay más dolor, vuelvo a ser el mismo hombre que era cuando ella se encontraba viva, por ella veneraré las tradiciones con las que crecí y viví gran parte de mis años.
Editado: 04.01.2023