Capítulo 2
Lo primero que siento es calor.
Una sensación cálida me golpea el pecho. Me hace caer de rodillas y suplicar por piedad. Después de que el campo protector del sexto destello nos derribara, una repentina sensación me invade el cuerpo tan pronto me presenté con mi hermana en la explanada de lo alto de la instalación militar que tomamos.
No existe sonido excepto del latido de un corazón. No, no hay uno, sino dos. Uno después del mío me persigue. Zumba y bombea en sincronía al silencio.
No puedo moverme, pero el pecho me aprisiona. Esto es magia, lo sé. La he sentido abordar mi cuerpo toda mi vida, pero los soldados a mi alrededor yacen en el suelo, aturdidos y la magia de Prosperina no se parece a nada a lo que siento en este preciso segundo, excepto que provenga de...
Thiora Riagnmus.
Mis ojos se destinan a verla.
Aún no he olvidado la primera vez que oi su nombre. Debió ser hace cinco o seis años atrás a este momento. Cumpliría diecisiete para ese entonces. Ya era lo bastante mayor para saber que esa chica sería otro sacrificio en el camino de mi padre y hermana por conquistar el mundo entero, pero nadie esperó que Clamor resistiera tanto. Que mezclaran con magia sus armas y combatieran a nuestra legión de los fatales.
—Es tiempo de que estés al frente, hijo —había dicho mi padre cuando notó que este destello tendría su dificultad—. Que ayudes a tu hermana. Solo son tú y ella en este mundo, no lo olvides.
—No lo haré.
Supongo que desde ese punto me convertí en lo que soy ahora. En la sombra de Prosperina como todos me llaman. Un sobrenombre muy adecuado para lo que soy, un sombrío. Quizá y el equilibrio fue sabio en otorgarle al emperador de Kaxia una hija prodigiosa con magia extraordinaria y otro simplemente carente de ella.
—¡No!
El grito de mi hermana me hace volver a la realidad y al dolor. Invade mi cuerpo completo. Su magia es virtuosa, no ha sido corrompida y puedo sentirla en mis venas. Es como un cosquilleo agonizante que me entume los músculos, aunque el como me siento poco le interesa a Prosperina, pues observo como la desesperación en sus ojos la consumen. Me mira a mí y a su destello en turnos y entonces conecto los hilos de esta red en la que me han metido.
Thiora Riagnmus se está vinculando a mí.
La protección que lanzó la chica de Clamor a nosotros al fin dejó de aturdir al resto y se vuelven fervientes testigos del hechizo más poderoso en este mundo: el vínculo.
—¡Detenganla! —suelta Prosperina, pero es tarde. Está hecho.
Lo siento cuando esa fuerza que me oprime deja de contenerme. Suelto un respiro profundo, aunque olvido pronto hacerlo de nuevo tras ver como la dorada mirada de mi hermana se dirige a la espada que descansa en mi cinturoncillo. Se bate en duelo si atravesar o no mi pecho con ella para evitar el vínculo, pero me parece que ya lo ha deducido, pues su destello se encuentra exhausta en el suelo con el alma tan destrozada como la mía por su elección más imprudente que pudo tomar.
Y es que incluso si no poseo magia, mis padres me enviaron a la academia para entrenar mi mente y cuerpo a la magia, ya que mis habilidades para el cuidado de mi hermana consiste en detectar cualquier invocación que algún mágico puede lanzar y entonces, acabarlo antes de que suceda con mis armas y puños.
«Prosperina. Ella va matarme»
Nombrarla en mi mente me hace recordar el problema en el que me encuentro ahora por culpa de ese absurda chica destello. Y es que si algo aprendí a lo largo del tiempo fue a temerle a mi hermana desde que era un niño. Con frecuencia, ella usaba su magia para causarme dolor por simple diversión.
—Te está haciendo fuerte —solia decirme mi padre, pero yo sabía la verdad.
Tenía siete cuando nuestro progenitor vio el potencial de mi hermana. Para ese entonces ella ya poseía catorce. Desde que su enigmática magia blanca inundó sus manos, no hubo vuelta atrás ante el dominio de Kaxia al mundo. Somos una nación Bélica por naturaleza, así que solo sabemos apropiarnos de más tierras, personas y tradiciones.
Realmente Prosperina y yo nunca fuimos muy apegados los primeros años. Creo que una parte de ella me odió por ser el fruto del nuevo matrimonio de nuestro padre, sin embargo, para cuando volví de la academia las cosas cambiaron entre ambos. Yo ya no era más el niño al que podía molestar, aunque en muchas ocasiones preferiría que me siguiera viendo de ese modo en comparación de ahora.
—¡Que hiciste!
Prosperina yace furiosa, avanza hasta Thiora cual tornado que toca tierra. La chica se encuentra en el suelo tan derrotada o más que yo por lanzar el hechizo, sin embargo, cuando tiene frente a sus ojos a mi hermana, una sonrisa en sus labios le envuelve el rostro con satisfacción, porque sabe que ella ya no podrá tomar su magia.
Los fatales de la emperatriz de Kaxia la sujetan de los brazos para instalarla de rodillas y someterla incluso si ella apenas puede moverse o poner objeción. De forma casi inmediata una contundente bofetada llega a la chica. Le gira el rostro y lo siento por primera vez.
Su dolor es mi dolor.
Una ligera punzada pulsa en mi mejilla como si mi hermana me hubiera tocado también. Me parece que había dimensionado las consecuencias de esto hasta este segundo.
Acaricio mi rostro con asombro por el poder de esa antigua magia sin despegar la vista en los actos que acontecen frente a mi vista. Era cierto, todo aquello que se dice acerca de vincularse es verdad. No hay forma de deslindarse y ahora ambos debemos vivir para mantener al otro a salvo.
—Thiago —el susurro de Guiarfred me alerta por primera vez al ruido de mi alrededor con todas las emociones que oprimen mi pecho.
Los oídos que antes zumbaban con sonidos lejanos que me aturdian, se componen en una bocanada de aire que nivela el hechizo que me acompañará el resto de mi vida.
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sistema de magia, proximidad forzada, bandos enemigos de la guerra
Editado: 30.10.2025