Capítulo 5
Ridículo. Prosperina, su hermano, está fingida transmisión, su hambre de conquista, todos sus fatales y nación completa con sus ciudadanos quienes aclaman por más de este mundo es totalmente ridículo. Todos lo han de saber menos ellos.
—Evitaré presentaciones absurdas siendo que está claro que en todo Clamor es de su conocimiento quien soy yo y quien es ella—la tonta emperatriz me señala con un gesto de su mano—. Poco importa cuando empeño han colocado en su conquista por decirse autónomos, el destello nacido en sus tierras es mío. Su fuerte Triano Canso y sus alrededores por igual lo son, así que no gasten esfuerzos por recuperarlos. No luchen por lo que ahora me pertenece o no habrá piedad en apoderarme de cada centímetro cuadrado de su nación. Tomemos esto como una ofrenda de paz.
¿Rindiendose? ¿Sería que Prosperina Fardo estaba negociando con Clamor? Ella en todo este tiempo desde que tengo memoria jamás se ha rendido. Ella invade hasta devorarlo todo. No hay tratos ni treguas para quienes le combaten ¿Acaso miedo al que averiguaran que yo no me había vinculado a ella era lo que tenía?
«Lo más probable»
—Ahora, que esto sirva para los últimos dos destellos que me restan. Entreguense voluntariamente o sus tierras y familias serán extinguidas hasta los cimientos. No hay poder que se me resista.
Familia. No me había permitido pensar mucho en ella estos días por terror a que la melancolía me derrumbara, pero pienso en mi madre más que nunca. En mis tíos y primos. En cada miembro de la casa Riugnmus ¿Me estarán viendo justo en estos momentos? Pensar en la agonía de la mujer que me dio la vida me destroza. Ya perdió un esposo y ahora su pequeña, quien ya nunca estará más a su lado, pues es bien sabido que los destellos que Kaxia captura jamás son vistos de nuevo. Ahora solo tendrá que conformarse con verme detrás de esta transmisión o en fotografías.
Al menos podrán recordarme mientras que yo estaré condenada a que mi mente comience a deformar sus rostros, voces y gestos a través del tiempo.
«No llores, Thiora. No les des la satisfacción»
En mi vida solo recuerdo a tres destellos en emisiones como éstas. Dos mujeres y un hombre. Una de ellas solo tenía trece cuando la capturó. No he de olvidar su rosado rostro envuelto en lágrimas y desesperación tras el televisor. No dijo ni una palabra en esos tres minutos de transmisión. Supongo ahora que bien pudo ser sujeta al mismo hechizo que yo ahora.
Sin embargo, fui entrenada para este momento. He tenido casi siete años para dominar magia de todo tipo, combate de dominio mental y físico, aunque en aquel último solo logré nueve meses de entrenamiento. Pero existe algo que aprendí desde niña "lenguaje de señas". Fui instruida para pasar desapercibida tras suponer que si me quitaran la voz o la voluntad todavía podía usar un último recurso.
Debo pensar pronto en algo que informar a los míos. Las señas no son para oraciones largas, por lo que mis dedos se mueven sutiles a mis costados y ofrezco un mensaje corto, pero conciso:
Invoque el vínculo. No le pertenezco.
Simple, pero efectivo. Les da la oportunidad de tal vez, no lo sé, salvarme.
—Transmisión cerrada mi señora emperatriz.
El anuncio de un hombre de complexión poderosa y estoica llama mi atención. Lo he visto en tácticas a las que no fui exactamente invitada por los míos, pero que es una figura importante dentro del imperio de Kaxia.
«El comisionado»
He olvidado su nombre. No creo estar en condiciones de tener la mente fresca para recordarlo. Temo que el hambre, insomnio y la incertidumbre de mi destino me ha desvariado.
—Excelso —la veo alejarse con aquel bermellón vestido. Desfila como solo alguien con su poder podría hacerlo. Un paso más y se detiene para girar a verme—. Thiorita, cariño. Avanza.
Su sonrisa, suave voz y cálidas palabras me asustan en mayor proporción que si me mantuviera presa y me castigara con el látigo. Titubeo en hacer lo que pide antes de sentir la mano de Thiago Fardo sobre mi espalda para darme un enpujoncito.
Debo de tomar parte del absurdo vestido que me obligaron a colocar para poder ejecutarlo. Violeta, que pocos imaginativos al usar el color de mi magia. Es pesado y estorboso. Con encajes antiguos que presiento que le perteneció a otro destello con anterioridad.
«Mi magia»
Extraño esa invisible extensión que nos unía. No es ajena la sensación, siendo que mi padre unas cuantas veces la bloqueó para saber como actuar cuando sucedía, sin embargo, no deja de ser desconocida.
—Tenenos muchos planes en puerta. Una gira que completar por el triunfo en Kaxia, fiestas, muertes publicas, ciudadanos por amaestrar. Espero que ya te hayas despedido de tu mugroso estado.
Me habla a mí. Pronto me percato de ello y mi corazón se oprime. Nos vamos a ir de aquí y si lo hacemos es probable que ya nunca regrese.
—¿Por qué tan callada? —se mofa del hechizo que me lanzó hace minutos—. Bueno, supongo que he de tomar tu silencio como una aceptación total a la partida.
«Jódete, perra soberbia» la maldigo en el interior. Tal vez no sea muy buena diciéndolas en voz alta, pero en mi mente me provoca una sonrisa en días.
—Tienes suerte de que ella no pueda leer tu mente —el hermano de Prosperina me susurra tras mi avance y le lanzo una mirada de precaución, incluso si parece divertido e inofensivo por adivinar lo que oculta mi sonrisa. Puede pedirle a sus fatales hacerme daño, pero decide guardarlo.
—Son tres días en navío, así que nos vamos mañana por la mañana. Usaremos elementales y potenciaremos su magia con los clamorianos ¿Ya tiene listos mis obsequios, comisionado Vaxodia?
—Así es mi señora Emperatriz. Solo espero su aprobación.
«Vaxodia, por supuesto que ese era su nombre»
Nos detenemos en la entrada del fuerte donde alguna vez caminé libremente. Esa piedra caliza y granito que oculta centenares de historias que se destrullen por su sed de conquista. Ahí, entre el mármol y la loseta los veo. A más de una docena de clamorianos jóvenes esperan esposados de muñecas y tobillos. Algunos con los que conviví y compartí la cena y...
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sistema de magia, proximidad forzada, bandos enemigos de la guerra
Editado: 27.11.2025