Un Vínculo tan Sombrío como Destellante

VII. THIORA

LA SOMBRA DE UN SUEÑO TAN REAL QUE PARECE VERDAD

Desperté antes de que el amanecer lo hiciera. Pesadillas inconsistentes no me permitieron descansar, aunque dudo que pueda lograr aquello de ahora en adelante. Mis ojos se abrieron con la sensación de que soñé con mi padre y la añoranza cubrió mi pecho.

—Quédate aquí —habían sido esas las última palabras que él me dijo antes de que esta guerra me lo arrebatara—. No permitiré que te tenga, tesoro.
Besó mi frente y partió para no volver a verlo después de que la batalla cedió, en el suelo, apilado con cientos de personas sin latidos en sus corazones. Supongo que lo supe en cuanto salí de refugio y él no vino a buscarme. Diambule por unas tres horas entre rostros y cuerpos atrapados entre el dominio y masacre antes de encontrarlo.

Fue hace casi tres años, pero duele como el primer día e incluso puede que más, me atrevo a decir. Ahora con veinte años, siendo una adulta medianamente funcional, desearía volver a ser la niña que saltaba a sus brazos cuando regresaba de dar clases en el colegio de magia avanzada de la casa Riagnmus.

El sonido de la cerradura de la puerta me regresa a mi detestable presente.

—Tienes veinte minutos —el fatal dicta sin inmutarse un poquito.

«¿Ni siquiera un buenos días?»

El fatal ignora por completo mi rancio comentario, ya que continuó silenciada. La ansiedad de querer saber si mi lengua sigue siendo parte de mí, me abruma cual agua en una sequía. Uno de ellos comienza a desencadenarme, pues me han atado a la base de la cama como preventivo de escape incluso si me encuentro en el sexto piso y con la ventana protegida con magia para no ser cruzada, así como qué cada cierto tiempo en el transcurso de la noche y madrugada venían a vigilar que el destello yaciera dentro de su jaula.

«¡Auch!» me quejo internamente ante su rudeza, aunque las facciones de mi rostro se lo hacen saber.

—Cuidado con la dama, fatal Pielo.
Mi vista se coloca en el nuevo fatal que ingresa. El que parece tener cierta amistad con el principito.

—Recuerda que es el destello de nuestra serenisima emperatriz y debe ser tratada como tal.
Sus marrones ojos me invaden cual si un secreto debieramos ocultar. Que ganas de escupirle en el rostro.

—Y es cierto, tienes veinte minutos. Diez para hacer lo pertinente en el baño y diez para comer algo, así que úsalos con sabiduría. Te recomiendo que tomes un baño porque en el navío no tendrás la oportunidad durante los tres días de travesía.

«¿Por qué ir en mar si en tierra queda en línea recta desde aquí?»

Supongo que será un misterio ni sabré el trasfondo de ello.

—Y ahora que ya sabes todo lo que tenías que saber te espero. Te quedan diecinueve minutos.

Lo veo sentarse en la cama y comprendo que no bromea. Será mi nana durante mi traslado. No me queda más remedio que dirigirme al cuarto de baño. No hay ventanas de donde pueda arrojarme al vacío. Resoplo por ello y decido tomar su consejo, pues tomo una ducha muy veloz, pese que debo de ponerme la misma ropa que ayer me otorgaron.

Aquel vestido violeta es espantosamente estorboso, pero supongo que me quieren lo más impedida que pueden en caso de que se me ocurriera escapar. Sin olvidar, claro, qué un atuendo violeta entre uniformes rojos sobre sale de donde sea.

—¿Lista para llenar tu destellante estómaguito?
Me gustaría decir que se pudra, sin embargo, las tostadas de pan crujiente envuelto en queso crema y jamón ahumado provocan que mis entrañas gruñan.

«Necesitas energía para poder huir»

Siento tragar saliva con solo imaginar el crujido de la mordida. Comienzo a devorarlo todo. Aquel par de tostadas y el jugo de arándanos recién hecho ¿He sido débil o inteligente? Bueno, supongo que pronto lo hemos de saber.

—Bien, ya es hora.

No me encadenan. En esta ocasión solo me incitan a que salga de la habitación y lo hago. Hago creer que soy manejable, qué pueden dejarme sin ataduras y realizaré lo que ellos deseen. Soy vulnerable ante ellos.

Avanzamos por los pasillos y escaleras de la fortaleza militar a la que me niego escapar. Iremos por mar, por lo que mi huida debe ejecutarse antes de inevitablemente subir al navío y ya no haya vuelta atrás. Apuesto que si los míos crearon un plan para rescatarme después del aviso en señas que les otorgué en la transmisión sería terrestre, pero si es marítimo no hay forma de que ellos me salven.

Estoy sola en esto, pero para contingencias como las actuales es que me han preparado los últimos cinco, casi seis años de mi vida.

—Están arribando las provisiones todavía. Dame quince y estarán arriba del navío —da indicaciones uno de los soldados, pues su uniforme, un par de tonos menos intenso que los otros, lo delataba como un no fatal.

Todos ellos entretenidos entre sí, se envolvieron en una conversación banal que hace que apenas y me presten atención. Miro a mi alrededor.

«Pasadizos. Recuerda la ubicación de los pasadizos»

Me quedo a sus espaldas mientras rebobino la ubicación de alguno que me permita escapar. Requiero de una distracción. Tan solo una y puede que está sea la indicada. Deberé remover el vestido y quedarme en camisón para poder permitirle a mis piernas correr, pero vale la pena perder el pudor por mi libertad.

—Quédate con ella —señala el fatal niñera mientras enlaza el brazo a lo largo de los hombros del soldado pasado para susurrar algo y distanciarse.

El fatal que me resguarda apenas y me ofrece la mirada. Hay repudio, puedo notarlo.

«Es mutuo bestia»

Le miró con soberbia hasta que detrás de él vislumbro la estancia de correspondencia. Ahí existe un pasadizo. Varios reclutas y yo emprendimos huida alguna vez para ir a beber, lo recuerdo. La puerta no debe de estar a menos de siete metros. Vuelvo de soslayo a contemplar al fatal. Mira el horizonte, sin armas a sus alrededor. No necesita de un cuchillo cuando puede sofocar a alguien con solo pronunciar las palabras adecuadas.




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