Al norte de Italia es donde nos vamos a ubicar, aunque es más noroeste que nada. En una región llamada Piamonte es dónde vamos a ubicar nuestra historia, en la ciudad de Turín y en Alessandria a 86,8km de distancia entre ellas y a 1 hora y 19 minutos es dónde se ubican nuestros protagonistas.
En una casita en el interior de Turín, en un cuarto a oscuras y un poco desordenado se escucha el sonido de un despertador. Una mano muy agitada se mueve desesperada buscando ese botón de apagado hasta que da con él. Todo vuelve a estar en silencio. El cuerpo, dueño de la mano que apago el despertador, se sienta al borde de la cama y estira todo su cuerpo hasta que cruje como una rama seca.
-¡Venus!
Escucha la voz de su padre desde la parte de debajo de las escaleras.
-¡Vamos, a despertarse! ¡Tenemos un largo camino que recorrer!
La chica se despereza por completo, se levanta y le da una pequeña olfateada a su axila “Si, puedo bañarme en la noche. No hay apuro.” Enciende la luz la habitación y comienza a buscar la ropa que necesita para cambiarse. Escoge unos jeans desgastados, una camisa manga corta a cuadros y unas viejas botas negras. Se mira al espejo y sus ojos color oliva la miran arreglarse el cabello color caoba en una coleta alta y apretada. Luego de darse una mirada de aprobación, coge los dos bolsos que están junto a la puerta y baja los escalones a paso veloz.
-¿Cómo? ¿Vas a ir así? –la recrimina su madre desde el arco de la cocina-. Deberías arreglarte un poco más, la primera impresión siempre es lo que cuenta.
-Ya, mamá –se acerca a ella y besa su mejilla-. Voy al campo, creo que es la mejor opción que puedo escoger. Te amo. Esto nos ayudara, estoy segura.
-Andiamo, andiamo, Venus. Es hora de irnos. Si la primera impresión es lo que cuenta, entonces ser puntual también.
Venus sale corriendo de la casa y se detiene frente a una furgoneta vieja y desarreglada, a la espera de que su padre le abra la puerta. Una vez ambos dentro, el padre intenta encender la furgoneta generado un ruido desagradable para el vecindario; era lo que había, la vieja furgoneta confiable y familiar.
Una vez comenzado el viaje Venus bajo la ventanilla como pudo y comenzó a disfrutar de la brisa fresca en la cara. Hacía allá iba, lejos para mejorar su futuro y el de su familia también.
Ahora, a cuarenta minutos de distancia, en uno de los viñedos más grandes y famosos de Alessandria estaba un guapísimo Paolo cabalgando por los terrenos, disfrutando de la buena vida del dinero fácil y del trabajo innecesario.
-Giovane Paolo, per favore. Su padre lo necesita dentro de la casa -.grita una señora regordeta desde un camino de tierra-. Le pido que deje ese caballo y vaya a su encuentro.
Paolo apresuro la cabalgata hasta llegar a los establos. Una vez dejo su caballo descansando y con suficiente agua y comida salió a trote hasta la casa donde su padre lo llamaba.
-Ah, Paolo. Por fin –su padre, llamado Michelle lo estaba esperando en la enorme sala de la finca-. Tengo un trabajo especial para ti, hijo mío. Para que te diviertas en estas vacaciones.
-Si es un trabajo no creo que sea divertido.
-Vamos, Paolo. Tienes ya 24 años. Utiliza esa juventud y esa fuerza para algo útil mientras descansas de tus clases.
La sala era inmensa. Tenía unas puertas de vidrio corredizas que daban a la piscina de la finca. El centro de la sala estaba equipado con una enorme mesa de caoba decorada con un gran jarrón lleno de rosas. Los muebles eran de cuero sintético negro y había una enorme alfombra roja donde descansaba todo lo anterior.
Paolo estaba acostado en uno de los muebles, mientras su padre le hablaba desde el minibar que estaba junto a las puertas corredizas.
-Ma cosa sta diciendo? No vengo a casa a trabajar. Vengo a descansar.
-Y a prender, Paolo. Esto tienes que llevarlo tú cuando los años ya no me lo permitan a mí. Es tu imperio, tienes que mantenerlo.
-Bueno –Paolo se levanta y se planta junto a Michelle -. ¿Qué quieres que haga?
-El señor Adriano vendrá hoy con su hija. Sabes, uno de nuestros transportistas de botellas. Tendrás a su hija como asistente, mientras tú eres algo así como mi aprendiz; la chica quiere aprender de vinos, puedes ayudarla con eso.
-¿Quieres que le enseñe mientras trabaja para mí?
-Quiero que aprendas algo de humildad. Ellos no tienen mucha cosa, más que una casita y una furgoneta vieja y destartala. Más, el señor Adriano tiene valores que a ti te faltan, espero que su hija, que se llama Venus por cierto, te los enseñe.
Sin agregar más nada Michelle salió de la habitación y dejo a Paolo pensativo… Ahora tenía que preocuparse por el futuro de ambos, no solo el de él.
Pasadas casi dos horas se escuchó el rugir de la furgoneta de Adriano entrando por el camino de tierra. Venus estaba encantada con la vista de todas esas viñas que pasaban una tras otra. Ese sería si nuevo lugar para vivir durante unos cuentos meses y no podría estar más encantada.