Un vuelo al ¿amor?

13 de Julio

Desperté exaltada, aún sin acostumbrarme al nuevo lugar. Me tomaría días, para que dejara de parecerme raro amanecer en una habitación distinta.

Cogí mi celular, 13 de julio, nueve de la mañana.

Quería tirarme de nuevo a la cama para dormir y despertar al día siguiente. Odiaba el 13 de julio, el día en sí, me recordaba al primer día que hable con Michael. Me arrepentía profundamente de haberlo conocido. Lo que más me afectaba era permitir que me arruine cada año mis vacaciones.

Aquel día fui a una cafetería, donde él estaba con su grupo de amigos. Michael, me había llamado la atención desde la primera vez que lo vi, gran error.

«—¿Necesitas compañía? —pregunto Michael acercándose.

Negué con la cabeza, no pareció importarle y tomo asiento.

—Eres muy linda —sonrió, con sus ojos marrones fijamente en mí.

—Gracias —respondí tímidamente, me estaba empezando a abrumar la confianza que resplandecía de él, estaba sentado como si fuera el dueño del lugar y hablaba como si fuéramos amigos.

—¿Quieres unirte a nosotros?»

Quisiera no haber aceptado.

El pasado era pasado, el daño ya estaba hecho, no podía hacer nada para cambiarlo. Solo observar el futuro y evitar que sucediera otra vez.

Con toda la pereza del mundo, me bañé y arreglé, para ir a desayunar junto a Griselda y Katy.

Sería un día agotador, planeaba ir a la playa en cuanto este se quedara con poca gente, evitar a Johan y por supuesto ver series. Paige me bloqueo y no pensaba darle el gusto de hacer lo que ella quería, salir de casa.

Mi panza empezó a rugir, debía desayunar. El cuerpo lo exigía.

Cerré la puerta de la habitación, no vi nadie en el pasillo, solamente cuadros enmarcados, plantas y paredes azules. Solo había eso, ningún ser vivo se asomaba. A pesar de previamente prepararme mentalmente para estar en compañía, fue un evidente alivio que no estuviera nadie.

Camine hasta la cocina, en busca de algo para digerir y poder comenzar el día con el pie derecho.

—Mi madre y abuela salieron de compras —dijo Johan metido en el refrigerador.

—Mierda — murmuré dando un pequeño brinco en mi lugar.

No debí bajar la guardia tan pronto, ahí estaba como siempre, arrepintiéndome de cosas que hice en el pasado.

Fingiendo tranquilidad, me senté en una de las bancas de la barra y saque mi móvil, colocando mi atención en todos lados, menos en Johan.

Levante la mirada un poco del celular, viéndolo de reojo, él parecía estar buscando algo. Aunque, lucia desesperado. Exhaló y se pasó la mano por su castaño cabello, se notaba, estaba frustrado. Lo cual, no me afectaba, pero no pude contenerme.

—¿Buscas algo? — pregunté.

Mierda, ¿Dónde quedo el plan de evitarlo? Ya empezábamos mal.

—Desayunar, eso busco —su respuesta fue simple.

—¿Katy no dejo algo para comer? —me levanté preocupada y arrastre los pies hasta llegar a la nevera.

Estaba vacía, únicamente había botellas de agua dentro.

El desayuno era primordial para mi día a día, sin él, sentía que todo saldría mal. El no desayunar, se encontraba fuera de mi zona de confort. Podría no comer el resto del día, pero el desayuno no podía saltarlo.

Había un frutero con alguna que otras frutas, pero yo necesitaba de mi pan y café, o pizza, o simplemente huevo frito. No importaba mucho el que comería, importaba que me llenase.

Estaba empezando a entrar en pánico.

—Regresarán en la noche, suelen tardarse mucho —comento Johan, levantando la mirada de la encimera—. Podemos pedir algo de comida rápida.

Encogí los hombros, actuando como si no me importase. No se encontraba en mis planes mostrar mis debilidades a otros. Aparte, no me molestaba la idea. Y en esos momentos, tratar de evitar a Johan, ya no era mi prioridad, en cambio, desayunar sí.

Johan no perdió el tiempo y se dirigió a coger el teléfono fijo, en la sala.

—¿Pizza estaría bien? —preguntó tecleando un número.

Supongo que llamaba a la pizzería o algo así.

—Claro —seguí con mi papel indiferente.

Observe por enésima vez mi celular cinco... pasaron a ser diez minutos, luego veinte, después se convirtieron en cuarenta... Y aún no llegaba, contaba los minutos desde que Johan había marcado.

Saber que estaba en un lugar nuevo, que no conocía a nadie y que mi desayuno podría no llegar, me resultaba inquietante.

—¿Quieres calmarte? —cuestiono Johan— No has parado de pegarle a la mesa, quedará deforme.

Gire a ver. Durante todo este tiempo, estuve golpeando a puño cerrado la mesa sin darme cuenta. Que se note lo desesperada que estaba.

Baje la mano de la mesa, para ponerla en mi regazo.

—¿Por qué no llega la comida? —cuestione desesperada.

Habían pasado más de una hora y todavía no llegaba, por mi mente solo había una duda, ¿moriré con hambre?, probablemente parecía inmadura, pero no comer era un caos en mi estabilidad, comer era esencial en mi día.

—Pronto llegará —dijo Johan pacientemente, subiendo las escaleras.

Aproveche y salí de la cocina, dirigiéndome a la sala.

Debía buscar alguna actividad para hacer, jugar videojuegos en el celular, me parecía una buena distracción. El pequeño problema era que no tenía la clave del internet, jugar Candy Crush era mi única opción o podría ver una película en la televisión de la sala.

Johan es el único en casa, seguro no le molestará —supuse.

Rápidamente, me tumbé en el sillón más amplio de la sala, «para más comodidad» dicen por ahí. Agarre el control y elegí alguna serie que se viera atractiva.

Momentos después, sentí como la parte restante del sillón se hundía. Johan, traía consigo unas cajas de pizza, no pude evitar sentir alivio.

Agarre una pizza, mordiéndola velozmente. En mi paladar, tenía sabor a felicidad. Con hambre, hasta el platillo más asqueroso del mundo, me sabría a gloria. 



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En el texto hay: superacion, amor, romancejuvenil

Editado: 20.09.2022

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