Un vuelo al ¿amor?

Michael = vómito

Ya había un par en ebriedad que se la pasaban besándose cada que se pasaban la carta, o hasta cuando no. De un momento a otro, terminamos trasladándonos y uniéndonos al resto de personas que estaban en la fiesta. Bebían y bailaban a la vez.

No pude evitar reír, Johan fue arrastrado por Dana a la pista. Él tenía cara larga, por respeto, evite reírme, pero, no lo logré. Se notaba de aquí a la luna sus ganas de bailar.

Empecé a sentirme acalorada, asfixiada, apretada, tenia ganas de irme. Vi de reojo a Dana, desaparecer en la multitud y pensé en seguirla. Aunque, no paso mucho tiempo para que regresara, con cuatro vasos de alcohol, no dude y me bebí dos al instante. El alcohol me ardió hasta el culo, era demasiado para mí.

Díganme loca, pero, ese era el porqué no suelo beber, una vez empezaba, quería más y más.

Por el rabillo del ojo, observe a Johan regresar a su asiento. Obviamente, no permitiría que se saliera con la suya así de sencillo. Lo torturaría un poquito más.

Para que se den una idea de lo borracha que me encontraba a esas alturas, camine, acercándome y a la vez alejándome. No veía avance en mis pasos.

Pronto, me vi arrastrada a la orilla del mar. Muy lindo paisaje, de eso no me quejo. El problema estaba en la persona que cogía de mi brazo.

Levante la mirada para poder verle el rostro del que se atrevió a tanto.

¿Ahora que quería?

Me solté del agarre de la persona que tanto evite durante años.

—¿Quién te crees que eres para tocarme? —espete furiosa.

—Solo quiero hablar —respondió acercando su cara a la mía—, te extrañé. Tú sabes cuanto te amo.

Agradecía estar borracha, si no fuese por ello, no me veo siendo capaz de no derrumbarme.

—Yo también te amo.

—¿De verdad?

—Si, mi amor por ti, es y será igual de falso que el tuyo hacia mí — forcé una sonrisa.

Yo si te ame, pero si vienes a mentirme, yo también lo haré.

No me convertiría en su juego de esta noche, mucho menos volvería a verme humillada frente a él. Solo... No lo valía.

Me dolió decir eso, sentí una punzada en el corazón. Un nudo se fue formando en mi garganta a medida que estaba delante de él, algo estaba mal en mí. Parpadee, varias veces tratando de que ninguna lágrima saliera de mis ojos, luego trague en grueso, debía contenerme un rato más.

No estaba preparada para este momento, no aun. Gran parte de atreverme, fue gracias al alcohol que recorría mi sistema.

—Ada, estoy siendo honesto —sonó bastante serio.

Por poco le creía, mi lado iluso brincaba y le salían brillos. Un asco.

Solté una carcajada seca, no tenía motivo para soportar tanto. Le di la espalda y me dispuse a irme. Su mano tomó la mía e impidió mi paso.

Ya no podía más, el alcohol ya no me era suficiente para tener la furia de verlo a la cara y gritarle o estar furiosa con él. El nudo en mi garganta, lo percibí cada vez más apretado y seguramente me desmoronaría en ese mismo instante.

Un pensamiento, era lo único que me mantenía; mis lágrimas no merecían salir en presencia de Michael. Sé que jamás me lo perdonaría.

—Vuelve a tocarme pedazo de gilipollas, y juro que me va a importar muy poco terminar en prisión —mi voz se entrecortó a medida que salían las palabras.

Lo peor de todo, eran las lágrimas que amenazaban por salir. El nudo que tenía atorado y el insoportable dolor dé garganta. Necesitaba y quería irme.

—Cálmate.

—¿Qué me calme? —ironice— Ya tuve la suficiente calma y lo único que conseguí fue que imbéciles como tú, se sintieran en el derecho... —mi campo de visión se nublaba impidiéndome continuar.

Di una larga pausa, respirando y exhalando, tratando de calmarme.

—¿Pasa algo? —la voz de Johan se escuchó a unos metros.

Por primera vez en toda mi vida, me alegré por una interrupción. No estaba al tanto de mi capacidad de aguante.

—Vete, solamente estamos hablando —dijo Michael. Giró en dirección a Johan, quedando cara a cara con él.

—Y ya terminamos —asegure— ¿Nos vamos? —pregunte intentando acercarme a Johan, debía irme antes de echar a perder un año de mi vida.

—¿Se conocen? —cuestiono Michael.

¿Y a este que le importa?

Sonreí con malicia. Hasta en momentos de desplome, mi mente me animaba a provocar su ira.

—Sí, vivimos juntos.

Nos miró confundido, aunque rápidamente su expresión cambio a enojo. En otra ocasión tendría miedo, sin embargo, aquella noche no fue el caso, por alguna razón... Lo sentí como si estuviera acostumbrada a su cambio drástico, o tal vez ya estaba preparada para su reacción.

Necesito terapia. Claramente, no es sano estar acostumbrado a eso.

—¿Tienes idea de la clase de zorra que es ella? —escupió Michael.

No ha cambiado en lo absoluto.

Debo admitirlo, por un momento, quise creer que si había cambiado y no sé por qué.

En el momento en que algo sale de su control, despotrica de ello, crítica y le da mala fama, así era siempre.

No me sorprendía su actitud, lo aguanté por dos años. Ni yo misma sé de donde saque tanta paciencia. Siquiera sé que me hizo «amarlo».

—No considero que sea de mi incumbencia —respondió Johan, parecía que en algún instante iba a bostezar—. Vámonos.

Me tendió la mano para que yo la tomara. Lo cual, iba a hacer, si no fuese porque mi cuerpo se tambaleó antes de llegar a ella. Sentí las piernas como dos fideos, incapaces de mantenerse de pie. A pesar de eso, ahí estaba yo, tratando de no desmoronarme.

No quería que mis esfuerzos por «arreglarme» se fueran al carajo.

Agradecí la forma en que Johan manejo la situación, nunca dudo y se acercó evitando que cayera.

Nos alejamos unos metros, seguía de pie gracias al agarre de Johan. No obstante, no me consideraba capaz de dar un paso más, estaba mareada y sentía ganas de... vomité.



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En el texto hay: superacion, amor, romancejuvenil

Editado: 20.09.2022

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