Un vuelo al ¿amor?

Madre e hijo

Ambos eran tan extraños, por un momento creí que se enojarían por lo de ayer. Tomando en cuenta el espectáculo que le hice a Johan de regreso a casa y ni siquiera sé cómo llegue a la cama, agregando el beso con Dana.

¿Soy la única preocupada por eso?

Rezaba para que la tierra me tragara, me dolía el cuerpo, tanto por dentro como por fuera. Necesitaba mejorar antes de volver a ver a Katy o a Griselda.

—De verdad, no hace falta nada, estoy... 

—Ada, tienes fiebre y siendo honestos, me siento culpable por tu golpe —me interrumpió—. No te hará mal una sopa.

—Me sentiré en deuda — murmuré lo suficientemente alto para que escuchara.

—Pues luego cobraré la deuda —sonrió—, siempre habrá tiempo para eso, por ahora céntrate en mejorar.

Deje caer mi cuerpo en una esquina del sillón, cediendo ante las indicaciones de Johan. Tenía razón, debía mejorarme y la terquedad no me serviría en esos aspectos.

—¿No está tu madre? — pregunté, queriendo sacar conversación.

La ausencia de ellas me resultaba extraña.

Johan, tomo asiento en la otra esquina del sofá, antes de atender a mi duda.

—Está en la segunda planta, viendo una novela con la abuela.

Para mí fue difícil de asimilar, a ver, teniendo una sala tan cómoda, con un televisor de dimensiones suficientes para ver todo en grande, preferían estar en una habitación. Simplemente, era raro de escuchar. 

No cuestione más, me había dado cuenta de que ese no era el mejor tema para conversar.

En cambio, la mención de «novela», me hizo girar a ver el televisor. Unos minutos atrás no me hubiera interesado, pero, ahora, siendo lo único que encontraba para entretenerme.

Afirmando mis pequeñas sospechas, Dana y Johan estaban viendo una película antes de que yo los interrumpiera. Como si fuera costumbre, elegí el peor momento para hacer acto de presencia.

Mire las imágenes plasmadas en la pantalla, no creo estar tan actualizada en cuanto a películas y series actuales, se tratase, sin embargo, al darme cuenta de que se trataba de «Mi villano favorito» embocé una sonrisa con nostalgia. Hacía mucho tiempo no había escuchado hablar de esa película y me alegraba recordarla.

La pesadez de mi cuerpo y el ardor de mis ojos no me permitían disfrutar de la comodidad del sitio donde me encontraba, mucho menos de la película.

Al sentir que el ardor de mis ojos solo empeoraría viendo la pantalla, decidí desviar la mirada a cualquier lugar. En una de esas, donde me aburría de ver un punto fijo, mis ojos se situaron en Johan, descubriendo que sus ojos estaban puestos en mí.

Entendía perfectamente si él observaba lo mal que me veía. A pesar de haberme bañado, mis ojeras eran imposibles de ocultar, mi cabello aun mojado, hecho nudos y ni hablar de mi rostro, en los últimos días, olvide colocarme crema. Tomando en cuenta todo eso, sería complicado verme presentable.

Observe a Johan, no podía creer mis pensamientos del día anterior estando ebria. Todo fue verdad, aquello que invadió mi cerebro era real. Johan desde que lo conocí, lucía impecable, su ropa bien planchada, su cabello ligeramente desordenado y sus ojos libres de ojeras. 

Después de analizar a su cara, mis ojos se desplazaron a su cuerpo, sin lugar a dudas, era digno de envidiar. Su metabolismo estaba por las nubes, poseía un cuerpo bien formado, tomando en cuenta lo mucho que ingería.

Con tan solo unas cuantas pizzas, yo requería compensarlo con horas en el ejercicio, caminando o con batidos de verduras. Tan solo pensarlo era cansino.

De hecho, hacía mucho tiempo no bebía un batido. Nunca me gustaron, a pesar de ser tan nutritivos. Mi madre era quien me obligaba a tomarlo, siempre decía «Hazlo, porque en esta sociedad te juzgan por la apariencia» uno de los pocos consejos que me brindo mi madre en los 18 años que he vivido con ella.

Habían pasado varios minutos y su vista aún se mantenía en mí. Tal vez solo fue imaginación mía y estaba especulando cosas.

Copiando su acción, lo observé por un largo tiempo, antes de quedarme dormida.

 

—... dio —la voz de Dana, fue la causante de la desaparición de mi sueño.

Abrí los ojos lentamente, sintiéndome más caliente que hace algunas horas. Al enfocar la vista, en vez del techo, me topé con el rostro de Johan.

Deprisa, como si de algo capaz de matarme se tratase, me aleje de él.

—Me dormí —dije lo obvio, esperando que mis actos hayan pasado por alto.

—Si, no te quisimos despertar —se disculpó, Johan—, Dana le echo azúcar en vez de sal a la sopa.

—Aja, pero ¿Se puede saber cuándo mencione algo como «yo hago la sopa, soy experta en la cocina»? —cuestionó Dana, haciendo énfasis en sus últimas palabras—, además, tu mamá lo está preparando.

Con el poco tiempo, conociéndolos, podía apostar a que si no los paraba podría armarse una guerra.

—Gracias — puse fin a la futura discusión— ¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Dos horas —contesto Johan, sin detenerse a ver el reloj.

Lamentaba haber preguntado, de alguna manera, no me convencían las palabras de Johan. Suponía que dormí más tiempo, calculaba alrededor de tres horas mínimo, sin embargo, decidí restarle importancia.

Probablemente, únicamente estaba siendo paranoica, además, tampoco era tan importante saber las horas que posiblemente haya estado acostada en las piernas de Johan.

Pff, cero importancia.

Recordando la mala idea que es ingerir algún medicamento con el estómago vacío, agradecía la interrupción de Johan, gracias a él no llegue a tomarme la pastilla. Seguramente en esos momentos, estaría en el retrete vomitando hasta lo que no hay.

Sinceramente, no daban ganas, la noche anterior ya había dejado vacía.

—Iré por agua — avisé, antes de marcharme de aquella parte de la casa.

Ocupaba bajar la fiebre, así que, al llegar a mi destino, cogí una manzana de la cesta, para después darle una gran mordida, como era de esperarse, me supo mal.



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En el texto hay: superacion, amor, romancejuvenil

Editado: 20.09.2022

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