Un vuelo al ¿amor?

El misterio de Danna.

Al día siguiente, cuando desperté, me sentí mojada.

Me asusté al principio, pensé que se trataba de un sueño erótico o algo así y no lo recordaba, pero al querer ir al baño, supe que, definitivamente, no era eso.

Las piernas me dolían.

Solo significaba una cosa: me había bajado.

La semana iba de mal en peor.

Los primeros días eran insoportables, siempre me solía doler las articulaciones y ni hablar del vientre, por supuesto, esta ocasión no fue la excepción. Sentía que me golpeaban en esa zona cada cierto tiempo y mientras más me movía, más fuerte era el golpe.

Nunca me acostumbraría a eso.

Aproveche que no tenía obligaciones ni responsabilidades para quedarme en la cama todo el día. Solamente me levantaba cuando necesitaba ir al baño o comer.

Tampoco lo pasé tan mal, había intercambiado un par de mensajes con Johan y me puse al corriente con Paige.

Me contó que los padres de Liam lucían tan intimidantes que los gemelos no se atrevieron a hacer nada malo. Hasta parecía que habían intercambiado a sus hermanos con otros. 

Si lo viera de una forma un poco más positiva, me hubiese dado cuenta de que mi verano no había comenzado tan mal.

Pero supongo que mi cerebro no lo quiso captar.

 

—¡Mierda! —se quejó Erick con la mirada fija en la pantalla.

Lo observaba con diversión, él realmente estaba sufriendo con un videojuego. Ya había intentado varias veces subir del nivel en el que se quedó estancado y simplemente, no lo conseguía.

Se pasó una mano por el cabello, peinándolo hacia atrás, frustrado. Un poco más y parecía que lanzaría el mando por la ventana. Y lo que le daba su toque a la situación; suspiró y volvió a concentrarse en el juego.

¿Cómo llegue a esto?

Bueno, es sencillo de explicar, Johan me mando un texto, invitándome a ir a la cabaña y yo, sin dudarlo, acepte. Estaba empezando a cuestionarme si eso fue una buena idea.

Johan se encontraba en la otra esquina del sofá deslizando su dedo por su celular, medio aburrido, o al menos yo lo vi así. Por otro lado, estaba Danna, ella estaba escribiendo en su móvil, totalmente sumergida y con una gran sonrisa en su rostro, supuse que intercambiaba mensajes con alguien.

Cada quien estaba en su mundo, menos yo. Mi celular le dio por morirse justo quince minutos atrás y adivinen quien tenía un celular con entrada no compatible con cualquier cable, exacto. Yo. Y adivinen a quien es tan inteligente que se le olvidó su cargador. Yo.

Aproveche la expresión aburrida de Johan para acercarme a él. Quizá lo podría convencer de ir a algún lado, cosa que no conseguiría con el resto, Erick me lanzaría por la ventana y Danna seguramente me rechace distraídamente.

—Hola —dije sonriente al estar lo suficientemente cerca de Johan.

Johan levanto la vista, extrañado.

—Hola —respondió, dejando su celular de lado.

Era una buena señal para mí.

—¿Qué haces? —pregunté, queriendo tantear el terreno. No me lanzaría de una.

—Al grano, Ada —pidió Johan, con una sonrisa burlona. Sabía lo que estaba haciendo.

Me había atrapado. 

—¿No puedo iniciar una amena charla contigo? — pregunté, llevando una mano a mi pecho, fingiendo estar indignada.

Johan entrecerró los ojos.

—Claro, mi amiga Ada —dijo con su expresión burlona devuelta —. No hacía nada, ¿y tú?

—Tampoco hacía nada, qué coincidencia, ¿no? —fruncí los labios, evitando embozar una sonrisa.

—Cosas de la vida.

—¿Te acuerdas de la cafetería de los dibujos raros? 

Lo sé, nada disimulado, pero por algún lado debía darle. Y él, por supuesto, se dio cuenta de a donde estaba llevando todo eso.

—¿Tan buena fue tu experiencia que quieres repetir? —pregunto, divertido.

Un golpe directo al estómago, solo tuve en mente el sitio y no recordaba lo que tuve que pasar debajo de la mesa, escondida.

Rodé los ojos, apretando los labios, mi rostro era un traidor.

—Vamos o que.

Johan se levantó del sillón, dejándomelo para mi sola, era muy cómodo, pero me aburría con facilidad, necesitaba algo de acción porque claro, fácilmente podría entretenerme con mi celular sin carga. Ese lado mío, tan irresponsable y distraído, ya me habían traído suficientes problemas.

—Hey chicos, vamos a comer —dijo Johan, más como una orden que una pregunta.

Al principio nadie reacciono, me pareció que no lo habían escuchado, pero finalmente, Erick aventó el mando al sofá y se paró.

—¡Al diablo el juego! —exclamo algo alterado—, ¿adónde iremos? —pregunto, esta vez, calmado.

—A la cafetería —respondió Johan, con una expresión algo burlesca hacia el cambio de actitud tan repentino de su amigo—, Dana, ¿vienes?

Fue entonces que ella, después de estar tan sumergida en la pantalla de su celular, alzo la mirada, algo confundida.

—¿Qué? —pregunto, fuera de lugar.

—¿No escuchaste?, ¿qué tanto haces en ese móvil? —pregunto Erick, y de repente, una gran sonrisa apareció en su rostro.

Dana palideció como si hubiese visto un fantasma y de la nada, se sonrojó.

—No. 

Fue lo único que dijo antes de guardarse el celular en el bolsillo trasero de su pantalón. Su actitud segura había regresado.

Por supuesto, Erick no estaba dispuesto a perderse el cotorreo de su amiga, él quería saber más sobre esa inquietante persona que traía tan sumergida en sus pensamientos a su amiga.

Dana no paraba de revisar su celular de vez en cuando y cada vez que lo hacía, Erick enarcaba una ceja junto a una sonrisa torcida. Era un chismoso de primera.

Johan por su parte, se mantuvo al margen, centrado en la carretera. Totalmente perdido en lo suyo.

Tal vez pensaba en su padre, en su madre, su familia, el lindo clima que hacía aquel día o simplemente en no pasarse ningún semáforo. La cabecilla de Johan me intrigaba, su expresión siempre lucia igual, neutral y a su vez, perdido. Me era muy difícil saber que reflexionaba o por lo menos darme una idea.



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En el texto hay: superacion, amor, romancejuvenil

Editado: 20.09.2022

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