Hogar.
Si eres viejo, no trates de cambiarte a ti mismo, cambia tu entorno (B. F. Skinner)
Las montañas estaban comenzando a tornarse blancas, vaho era lo que salía de sus pequeños y rosados labios al hablar. Pronto el clima iba a empezar a tornarse más frio lo que indicaba que fue bueno migrar al sur, normalmente era de quedarse en un mismo lugar pero su abuela no era una especie de frío y contrario a lo que sus instintos le decían sobre la soledad decidió que lo mejor que podía hacer era devolverle el favor y permanecer a su lado.
-Bee, cariño podrías manejar más lento. Mi columna no es la misma que hace un par de años- casi rogo la setentona con una pisca de gracia en su petición.
La linda Omega suspiro una pequeña sonrisa, bajando la velocidad. La verdad era que no era la mejor conductora prefería la libertad de la montaña, donde podía estirar sus delicadas patas y sentir la tierra entre sus pequeñas garras. Le agradaba correr y lo silencioso que podía llegar a ser la misma, extrañaría su hogar pero podía tolerar un par de meses lejos de su casita por su abuela adoptiva. La verdad era que Phoebe no tenia pariente alguno con vida, ahora sus padres solo eran pequeños flashes de cuando era apenas una cachorra y que prefería no recordar.
La preocupación principal de la Omega mayor no era el frío, era que los años estaban pasando con rapidez y a pesar que conocía la naturaleza de su pequeña pelirroja no quería dejarla sola. No quería que se cerrara al amor, a las personas, a sentir todo solo por ser quien era. La verdad de este viaje era un hogar permanente donde pudieran respaldar a su bebé porque si bien no era su madre la sentía como su propio pichón. Aún recordaba como la encontró hecha ovillo guarreando cuando apenas era un cachorrito indefenso, sin ella tras la muerte de su destinado abría muerto, su único propósito se volvió mantenerla a salvo.
-Faltan un par de horas más tata, trata de descansar yo me encargo de todo- pronuncio la menor, soltando esas deliciosas feromonas Omega que relajarían a cualquiera. Phoebe olía a frutas tropicales, girasoles y hogar. Un delicioso aroma para una deliciosa Omega.
Todo en su esencia era un cliché de su posición, de su especie. "Eres una asquerosa Zorra" "No eres mas que una puta" "lubricarías por el grueso nudo de cualquiera" "Eres una omega y una zorra, no sirves para nada más que ser una incubadora" "los zorros son informantes" "un zorro jamás será confiable" Tuvo que aprender a sonreír con la bola en la garganta y el estomago revuelto ¿Era ella quizás culpable de nacer como era? La respuesta era no. Odiaba como lubricaba en cada celo y como tenia que masturbarse hasta que sus lindos ojos verdes se llenaban de lagrimas entre cada orgasmo, como rogaba todo su ser por ser aliviada por un Alfa. Odiaba cada segundo después de todo el calor y lo avergonzada que se sentía de si misma.
Nunca pasaba desapercibida sus rizos anaranjados estaban desparramados por todos sus hombros, pecho y caderas cuando caminaba, tenia unas caderas fértiles y anchas que gritaban que podía soportar que la empotraran sin piedad, pechos pequeños y una cintura muy reducida acompañada de un enorme, redondo y suave trasero. Creyó que no abría problemas por ser quien era pero todo lo que había escuchado de su manada había sido rechazo por eso se aislaron en la montaña y esos 5 años fueron los mejores de su corta vida.
Ahora la Omega estaba ansiosa, se reintegraban temporalmente en una manada multi-especie cuyo líder era un Simio, temía revivir momentos de pena ¿Qué sucedería si ella no les agradaba? ¿Qué pasaría al saber que un zorro se uniría a su manada? Sabía que los Omegas eran escasos y matar a uno era quitarle una pareja a un posible Alfa solo por eso había permanecido con vida pero ahora que ella era mayor de edad y sin pareja, podrían asumir que no tenia una y tendría que huir o morir.
los arboles se tornaban mas verdes a medida que avanzaba y sin darse cuenta las horas pasaron volando y podía ver a lo lejos la entrada de la manada "veiligheid" en un cartel enorme en letras rojas, se podia divisar las barricadas llenas de cabezas en estacas y tuvo que abstenerse a vomitar mirando a su abuela con miedo, todos los vellos de la Omega se erizaron y quiso con una mirada decir "Estamos a tiempo" pero su abuela solo asintió, insinuando un adelante.
Ella había escuchado innumerables rumores sobre como el segundo al mando de la manada y el mismísimo alfa torturaban a los invasores, de como los escondían en una habitación y pasaban olas de corriente por ellos, otros rumores decían que los amarraban en la plaza, otros que los dejaban morir de hambre hasta que rogaban por su muerte. Lo cierto es que aunque era escéptica sobre estas cosas la Omega no pudo evitar pensar que tal vez era correcto todo aquello, que por esos cuerpos de una entrada claramente amenazadora declaraban que todas estas palabrerías podían ser verdad.
Pasaron con rapidez el primer kilometro y contrario a lo que se veía por fuera, se divisaba lo que parecía ser el paraíso, pintorescas casas, sonrisas, flores y personas felices era lo único que se reflejaban en sus ojos al observar alrededor. Nadie las miraba con odio solo curiosidad, había muchos niños corriendo por todos lados y podían divisarse varios establecimientos comerciales; cafeterías, restaurantes, sembradíos y hasta un pequeño centro comercial. Contrario a lo que pensaría una chica de que eso podría ser muy soso o precario para la Omega era maravilloso. Tenía muchísimo de ver algo tan pintoresco y su Omega interior gimió con añoranza por un hogar insinuándole que todo estaría bien, el contraste entre lo que vio atrás con esto era sumamente confuso. Su Omega se sentía segura pero su cabeza no paraba de repetirle que diera marcha atrás.
-Todo estará bien mi niña- murmuro la mayor queriendo transmitirle seguridad.
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Editado: 23.05.2024