Una abuela senil

One shot

Siglo XXIII.

El planeta ya no puede seguir sosteniendo la vida de los seres que lo habitaban. El problema ambiental era muy fuerte. La capa de ozono era tan débil que todos debían estar a cubierto del sol dentro de las casas y edificios, y más todavía cuando salían. Lo peor vino cuando los científicos descubrieron que el verdadero fin de la humanidad no sería con agua, sino con fuego.

En una base militar secreta, estaban reunidos representantes de todos los países más poderosos del mundo, se discutiría algo que muy pocos en el planeta sabían.

— Pero como pueden estar seguros de algo así, solo son especulaciones — vociferó un almirante con mirada de suficiencia.

— No Almirante, mire la curva, ya en algunos lugares las personas dejaron sus viviendas, y todo lo vivía murió por el calor — respondió uno de los especialistas.

— ¿No podemos ocultarnos en el centro de la Tierra hasta que la ola pase?

— Sería posible si la capa de ozono estuviera en buen estado, pero ahora es como si una pelota de arcilla hueca se le aplicará un soplete, todo quedará reducido a cenizas, dentro y fuera del planeta — hizo una pausa para dar más dramatismo a sus palabras — tal vez solo quede polvo cósmico de la Tierra.

— No puede ser — el militar se negaba a aceptar que no se pudiera hacer nada.

— Pregunte a sus científicos, ellos le dirán los mismo, no subestime a los que no somos norteamericanos, este es un estudio conjunto.

Al final contra todos los escépticos, se llegó a la conclusión que en un año más, una lengua de fuego del sol arrasaría la tierra. En total silencio se trató de hacer naves para que los más poderosos del planeta pudieran escapar, además de algunos privilegiados, cuando el resto de las personas supo de su huida, y el motivo, los que quedaron cayeron en la desesperación.

Muchos de los científicos que no escaparon fueron financiados por los gobiernos provisionales para tratar de que encontraran una barrera para esconderse de los efectos del fenómeno que los atacaría.

En este caso estaba Karina, una mujer mayor, quien trataba de crear una aleación que resistiera la temperatura que se esperaba, pero su otro trabajo, del que muy pocos sabían, era el de crear una máquina del tiempo, en el día trabajaba en el metal, y en la noche con los otros que estaban en el secreto desarrollaban sus teorías, y armaban lo necesario para las pruebas.

— Abuela — le dijo una jovencita de unos 17 años toda traspirada.

— Qué pasa cariño — la vio con ternura, era tan parecida a su hija, alta, de rasgos finos.

— Tengo miedo ¿Cuando llegue la llamarada como se sentirá? Sufriremos mucho — preguntó asustada.

— Hay mi amor, estoy tratando que eso no ocurra, si lo logro podrás vivir hasta que tengas mi edad.

— ¿Pero se podrá? Escuche que no hay forma de salvarse.

— No hay que perder la esperanza, no le has dicho a nadie lo que te conté de mi otro experimento ¿Verdad Nina?

— A nadie abuela, te lo juro.

— Anda a descansar — sonrió para darle ánimos — el calor es muy grande — tomó una cajita que tenía al lado — te traje una nueva amiga — le pasó una linda gatita blanca, negra y naranja.

— Gracias ¿Cómo se llama?

— Ponle un nombre tu...

— Parches, se llamará Parches.

La anciana pensaba que así al menos la jovencita podría distraerse, el grupo logró seis meses antes de la catástrofe poder enviar un ratón al pasado. Lo hicieron justo cuando se tomó una fotografía que se mantenía en un museo, antes de la prueba el animal no se veía, luego aparecía en la imagen.

— Ahora tenemos que arreglarlo para que se puede enviar algo más grande, con el combustible que utiliza la máquina, tenemos que ser cuidadosos, no nos alcanzara para muchas pruebas y debemos guardar para cuando debamos enviar a todos — dijo al grupo de científicos Héctor, el Director de todo.

Mientras en el mundo exterior la gente estaba como loca, trataron de llegar a Marte, en la creencia que sería lo suficientemente lejos para que no les afectará, pero fue todo tan rápido que los pocos que lograron ir, murieron por problemas en los habitáculos. Y ya no hubo tiempo para trasladar todo para un segundo intento.

Con el tiempo se supo que quienes viajaron en las naves igual murieron, tan premura fue su huida que no tenían un destino fijo, al final hubo luchas internas, y todos murieron.

Ya cuando faltaba un mes para el armagedon de fuego, los científicos que no lo habían hecho todavía llevaron a sus familias al bunker, ya casi estaba todo listo. El exterior literalmente era el infierno, y no solo por el calor, la gente sin esperanza se suicidaba, empezaron a matar, tomar, violar, hacían todo lo que tuvieran ganas, total ya no habría salvación para ellos, el pequeño grupo quedó a su suerte, tenían comida y las armas de los soldados que también habían dejado todo para entregarse a esa bacanal final.

Una semana antes del final Karina tuvo un problema al corazón, no era peligroso para vivir, pero si le traería problemas para el viaje.



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En el texto hay: muerta, distropia

Editado: 30.09.2019

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