Capítulo 4
El amanecer es dorado y suave cuando entro a la cafetería donde he quedado de verme con Maddie. Mi pequeña ya está allí, sentada en un rincón junto a la ventana, con su cabello castaño suelto y sus ojos iluminados por la anticipación. La felicidad en su rostro es un golpe directo a mi corazón.
—¡Mami!— grita, levantándose de un salto para lanzarse a mis brazos.
La envuelvo con fuerza, sintiendo su cuerpecito caliente contra el mío. Respiro hondo, impregnándome de su olor dulce, de su risa cristalina.
—Mi amor, te extrañé tanto.
—Yo también, mami —susurra—. ¿Podemos pedir chocolate caliente?
Sonrío y la llevo de la mano hasta la mesa. Mientras ella mezcla su chocolate con movimientos exagerados, la observo en silencio, memorizando cada gesto, cada risa. Este momento es un respiro en medio del caos en el que se ha convertido mi vida.
Pero la calma dura poco.
Un escalofrío me recorre la espalda. Como si alguien me observara.
Levanto la mirada y allí está él. Ethan Ferguson, sentado unas mesas más allá, con un café en la mano y una sonrisa de tiburón. Su mirada azulada se clava en mí con una intensidad sofocante.
Maldito.
Intento ignorarlo y concentrarme en Maddie, pero sé que está disfrutando verme fuera de balance.
Cuando Maddie se distrae con su pan dulce, me inclino un poco y le murmuro:
—Dime, ¿te gusta arruinar momentos felices o es solo un hobby?
Ethan se reclina en su asiento, su sonrisa expandiéndose.
—Solo estoy disfrutando de mi desayuno. ¡Qué coincidencia encontrarte aquí!
Le disparo una mirada venenosa. Él levanta su taza en un falso brindis antes de darle un sorbo. Maldito arrogante. Pero no le daré el placer de reaccionar.
Cuando Maddie y yo terminamos nuestro desayuno, la acompaño hasta el auto de Liam. Mi ex me observa con una expresión indescifrable mientras Maddie me abraza una vez más.
—Te amo, mami.
—Y yo a ti, cielo.
Cuando el auto se aleja, mi corazón se aprieta. Respiro hondo, volviéndome solo para encontrarme cara a cara con Ethan.
—Lindo momento —comenta—. Lástima que no puedas vivirlo todos los días.
La sangre me hierve.
—¿Qué quieres, Ferguson?
—Solo recordarte lo que estás en juego —responde, inclinándose ligeramente hacia mí—. Pero tranquila, te daré una oportunidad de redimirte.
—¿Qué demonios significa eso?
Ethan sonríe de forma perezosa y peligrosa.
—A partir de hoy, te asignaré tareas especiales en la empresa. Digamos que quiero ver cuán lejos estás dispuesta a llegar.
Me lanza un guiño y se aleja, dejándome con la sensación de que acabo de firmar un pacto con el diablo.
Aysel me recibe en su oficina con una copa de vino en la mano y una sonrisa astuta.
—Me encanta verte cabreada. ¿Qué hizo ahora?
Me dejo caer en el sofá, soltando un suspiro frustrado.
—Me va a hacer la vida imposible en la empresa. Quiere "ponerme a prueba".
Aysel entrecierra los ojos y tamborilea los dedos contra la copa.
—Bien. Entonces vamos a adelantarnos. ¿Quieres fastidiarlo? Hagamos algo que lo saque de su zona de confort.
Me inclino hacia adelante, intrigada.
—¿Qué tienes en mente?
Aysel sonríe como un demonio con un nuevo juguete.
—Ethan es un hombre de control absoluto. Si hay algo que odia, es sentir que alguien más está dominando el tablero.
—Lo noté —murmuro.
—Entonces hagámosle creer que está perdiendo. —Su sonrisa se ensancha—. Vamos a hacer que se obsesione contigo.
La miro con escepticismo.
—Esa ya era la idea, Aysel.
—No como lo hemos estado haciendo. Esta vez, vamos a ser crueles. Vamos a jugar con su cabeza. Mañana, quiero que lo ignores por completo. No reacciones a su coqueteo, a sus provocaciones. Nada. Pero a la vez... déjale pistas de que hay alguien más en tu vida.
Parpadeo.
—¿Quieres que le haga creer que tengo un amante?
Aysel se encoge de hombros.
—No necesariamente. Solo deja que su mente llene los espacios en blanco. Y cuando esté lo suficientemente inquieto... lo hacemos explotar.
La idea es peligrosa. Es retorcida. Y es absolutamente perfecta.
Esa misma noche, Aysel y Ethan tienen su propio enfrentamiento en su mansión. Él la espera en la sala, con una copa de whisky en la mano y una expresión burlona.
—Tu plan es predecible, Aysel —dice con desgano—. Juliette, la provocación, el jueguito de la tentación... lo vi venir desde el instante uno.
Aysel levanta una ceja, fingiendo indiferencia.
—¿Y qué? Si es tan predecible, ¿por qué sigues jugando?
Ethan se inclina en su asiento, su sonrisa volviéndose cruel.
—Porque es divertido. Pero te advierto algo —su tono se vuelve gélido—. Cuando me aburra, la mandaré a la estratósfera y tú seguirás casada conmigo. Para siempre. Viuda en vida. Vicepresidenta de mi empresa, bajo mi sombra. Justo como tu querido padre lo decidió.
Aysel aprieta la mandíbula, pero no le da el placer de una reacción.
—No te preocupes, cariño —se acerca a él, dejando la copa en la mesa de centro—. No planeo aburrirte. Y tampoco pienso perder.
Ethan la observa, con esa sonrisa que no deja claro si está disfrutando la confrontación o si está a punto de destruirla.
—Veamos quién se cansa primero —murmura.
Aysel sale de la habitación con la cabeza en alto. A lo lejos escucha a Ethan Ferguson gritar.
Sonrío lentamente, sintiendo un cosquilleo de anticipación en la piel.
—Eres una perra.
—Perderás Ferguson.
#274 en Novela romántica
#122 en Chick lit
matrimonio obligado por conveniencia, matrimonio celos romance, matrimonio forzado y romance tóxico
Editado: 11.04.2025