Una Amante para mi esposo

7.

Capitulo 7: Batalla perdida.

Ethan esperaba en el umbral del lujoso edificio con una precisión casi militar, el reloj marcaba las ocho en punto. Su mirada se deslizaba entre las sombras de la noche, su figura elegante destacando entre las luces de la ciudad. Juliette había tardado más de lo que él esperaba, pero no le molestaba. Sabía que la espera, para ella, formaba parte del juego.

El taxi finalmente llegó, y Juliette salió del vehículo. La luz de la entrada la iluminó brevemente, revelando la silueta perfecta del vestido amarillo de satén que Aysel había seleccionado para ella. El vestido se ceñía a su figura con una perfección que dejaba poco a la imaginación. El color le daba un aire casi radiante, una explosión de audacia que contrastaba con su actitud reservada.

Ethan, al verla, no pudo evitar que su mandíbula se tensara. La observó de arriba abajo, sintiendo como un vuelco en el estómago, pero su orgullo no permitió que su sorpresa se transformara en una reacción visible. Juliette se acercó con paso firme, sin mostrar la menor indicación de nerviosismo, aunque él podía ver la guerra interna que se libraba detrás de sus ojos. Ella mantuvo la distancia, y no fue hasta que estuvo frente a él que sus miradas se encontraron.

—Estás impresionante —dijo, su tono un poco más suave de lo habitual. La mirada de Juliette, sin embargo, se mantenía distante, casi despectiva.

—Gracias —respondió ella, con una frialdad que descolocaba.

Él no podía evitar sonreír, disfrutando el desafío que representaba.

—Vamos, la noche es joven —dijo con arrogancia, extendiéndole el brazo como si nada hubiera sucedido entre ellos.

Dentro del lujoso restaurante en las alturas de la ciudad, la vista era simplemente espectacular. Las luces de la ciudad se desplegaban como un mar de estrellas al alcance de la mano. Pero, a pesar de la magnificencia del lugar, la atmósfera entre ellos era tensa. Ethan, sin perder el control, observaba de reojo a Juliette mientras se acomodaba en la mesa.

La cena transcurrió de manera impecable, y aunque Juliette estaba haciendo su mejor esfuerzo por mantenerse estoica, algo en su interior comenzaba a sentirse inquieto. Sabía que Ethan estaba observando cada uno de sus movimientos.

De repente, el mesero apareció con un postre que llamó la atención de Juliette. Era algo raro, algo que muy pocos podrían adivinar, pero que ella siempre había amado: una mezcla de frutas exóticas con un toque de miel y una ligera capa de chocolate amargo. Ethan había hecho lo que nadie esperaba. Había averiguado exactamente qué le gustaba. A pesar de su postura fría, Juliette no pudo evitar sorprenderse.

Pero Aysel no perdía detalle. Desde el auricular del micrófono, su voz sonaba tranquila y controlada.

—Disfruta de esa muestra de esfuerzo, Juliette. Es lo que quieres que vea. Hazlo perfecto.

Juliette mordió su labio inferior, buscando ocultar la grieta en su fachada. Sabía que Aysel estaba observando, que todo dependía de cómo jugara las cartas que le quedaban.

Mientras tanto, Ethan no dejaba de hacer pequeños intentos por acercarse más. A lo largo de la cena, sus palabras eran tan afiladas como seductoras, siempre buscando ese punto de quiebre en ella, como si quisiera ver cuánto podía presionar sin romperla.

Al llegar a un momento de calma, Ethan se recostó en su silla, con la mirada fija en Juliette.

—¿Te gustaría bailar? —preguntó, su tono suave pero con una carga de desafío.

Juliette lo miró por un largo momento, sintiendo que la presión aumentaba. Ella iba a negarse, a mantener esa distancia que había estado construyendo con tanto esfuerzo. Pero en ese instante, la voz de Aysel resonó en su oído con un mandato claro:

—No digas que no, Juliette. Tienes que avanzar. Este es el momento.

Suspiró, vencida. Aysel tenía razón, y aunque su orgullo gritaba en su contra, Juliette se levantó con una actitud distante, casi indiferente. Ethan, como si supiera lo que sucedería, la condujo hacia la pista de baile.

La música suave envolvía el espacio mientras sus cuerpos se acercaban lentamente. Ethan tomó su mano, guiándola con destreza hacia el centro. La distancia entre ellos desaparecía, y el aire parecía volverse espeso. A pesar de la frialdad de Juliette, su cuerpo traicionaba sus pensamientos, vibrando con cada toque de él.

—No te hagas la dura, Juliette —susurró Ethan mientras sus labios casi tocaban su oído—. Sé lo que estás sintiendo.

Juliette apretó los dientes, pero sus ojos no dejaron de observar los suyos, desafiantes.

—No tienes idea de lo que estoy sintiendo —respondió con sarcasmo, buscando escapar de la intensidad del momento.

Pero entonces, sin previo aviso, sus cuerpos se entrelazaron más cerca, y la mano de Ethan se deslizó hacia su espalda, recorriéndola lentamente. La sensación de sus dedos bajo el delicado satén del vestido la hizo estremecerse, y un escalofrío recorrió su columna vertebral.

—Detente —susurró ella, intentando mantener la compostura, pero su voz temblaba ligeramente.

Aysel no tardó en intervenir nuevamente, su voz fría como siempre, pero con la clara orden de no ceder.

—No pierdas el control. Pero sigue adelante.

Ethan, al percatarse de su respuesta, aprovechó la vulnerabilidad. Con una precisión calculada, deslizó su mano aún más abajo, provocando que Juliette temblara se detuvo en sus nalgas y las apreto. Juliette estaba presa de sus deseos, era humana, y Ethan Ferguson,el hombre mas increiblemente sexy y atractivo que le habia siquiera mirado. Ella sabia que Ethan habia tomado el control, y no sabia que mas hacer para recuperarlo. Las cosas empeoraron cuando, el Diablo se acercó a su cuello, y, con un toque casi de fuego, rozó la piel sensible allí.

Juliette no pudo evitar un gemido bajo que escapó de sus labios, un sonido que resonó en los auriculares de Aysel. Juliette intentó recomponerse, pero la tentación era difícil de ignorar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.