Capitulo 9: El Sabor Amargo del Poder
Al salir de la oficina de Aysel, Juliette caminó por el pasillo con paso firme, preparándose para la siguiente jugada. Sabía que lo que estaba a punto de suceder no solo afectaría a Ethan, sino que también le daría la oportunidad de acercarse a él, de hacerle creer que tenía todo bajo control.
Al entrar en la oficina de Ethan, se encontró con su espalda erguida, observando la ciudad desde su ventana, con ese aire tan característico de superioridad. No pudo evitar fijarse en sus hombros tensos, en la actitud desbordante de confianza que siempre lo rodeaba. Ese era su momento, pensó Juliette, su momento para acercarse y jugar la carta correcta.
—Aquí tienes el café, como pediste —dijo Juliette, dejando la taza sobre la mesa con un gesto deliberadamente frío.
Ethan la miró con una curiosidad desdeñosa, sin una pizca de agradecimiento en su tono.
—¿Y qué más? —preguntó con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Juliette lo observó sin inmutarse, con una mirada neutral, mientras se apoyaba ligeramente sobre la mesa, con la taza de café entre las manos.
—No, solo el café —respondió ella, casi demasiado tranquila, sabiendo que no podía dar detalles.
Ethan arqueó una ceja, curioso, pero también complacido con su respuesta. Hizo una pausa y luego dejó escapar una sonrisa.
—¿Estás intentando distraerme con tu actitud? —preguntó, ya sabiendo que algo pasaba, pero sin querer admitirlo.
Juliette, con una pequeña sonrisa burlona, se enderezó.
—No intento nada, Ethan. Solo te traigo lo que pediste —dijo, manteniendo la calma, mientras su mente trabajaba en los próximos pasos.
Ethan, que no había perdido su aire de superioridad ni por un segundo, dejó escapar una sonrisa satisfecha. Su mirada ahora se posó en la taza de café, pero rápidamente volvió a fijarse en Juliette, como si aún tuviera que decidir qué hacer con ella.
—Gracias por el café, Juliette. Aunque, me parece que aún me debes algo más —dijo, estirándose en su silla como si la conversación fuera meramente un juego para él.
Juliette lo observó con una mirada que no reflejaba ni una pizca de amabilidad. Aunque su rostro permanecía sereno, por dentro hervía de frustración. Sabía que Ethan disfrutaba de ese tipo de interacción, y no podía soportarlo. Sin embargo, mantenía su compostura, el plan aún tenía que seguir su curso.
—¿Algo más? —preguntó Juliette, manteniendo el tono frío y calculado, aunque la incomodidad empezaba a notarse en la tensión de sus hombros.
Ethan se reclinó en su silla, cruzando los brazos con una sonrisa torcida en el rostro.
—Sí —respondió, levantando una ceja—. Estoy algo ocupado con varias tareas. ¿Por qué no me haces el favor de traerme el almuerzo? Estuve pensando en un sushi... tal vez algo con wasabi. Sabes, algo que me mantenga alerta. Y mientras lo haces, ¿por qué no me traes esa carpeta con los reportes? Tal vez se me escape algún detalle importante.
Juliette se quedó en silencio por un momento, sin poder ocultar una mueca de incredulidad que se asomó en su rostro. Todo esto era tan innecesario, tan infantil. Estaba segura de que Ethan sabía exactamente lo que hacía: estaba dándole tareas inútiles solo para verla reaccionar, para disfrutar de su cara de molestia.
—Lo que faltaba... —murmuró para sí misma, pero sin duda él la había oído.
Ethan sonrió al ver su expresión, claramente encantado por la incomodidad que causaba. La tensión en el aire era palpable, y Juliette tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no estallar en carcajadas de pura exasperación.
—¿Tienes algún problema con eso, Juliette? —preguntó, su tono ligeramente más desafiante. Era evidente que disfrutaba cada segundo de su incomodidad.
Juliette tragó saliva, conteniendo el enfado. Sabía que si quería que el plan continuara sin interrupciones, debía mantenerse calmada. Una sonrisa pequeña, pero controlada, apareció en su rostro mientras respondía:
—No hay problema, Ethan. Traeré lo que me pides —dijo, su voz tranquila, aunque por dentro hervía. ¿Realmente necesitaba hacer esto? Pero claro, él no estaba interesado en sus pensamientos, solo en tenerla bajo su control, en tenerla cerca para ver cómo reaccionaba.
Ethan, complacido con la respuesta, asintió lentamente, mirando su teléfono como si ya hubiera olvidado por completo la presencia de Juliette en la habitación. Sin embargo, antes de que ella pudiera girarse para salir, levantó la vista y agregó:
—Ah, y Juliette... asegúrate de que el sushi tenga ese toque picante. No quiero que me traigas algo soso, ¿me entiendes?
Juliette respiró hondo, forzando una sonrisa que parecía más una mueca de desesperación.
—Lo entiendo perfectamente, Ethan —respondió, y luego se dio la vuelta para salir de la oficina, no sin antes lanzar una mirada furtiva a la ventana, donde podía ver el panorama de la ciudad. Había mucho en juego, y no podía dejar que un simple juego de poder lo desbaratara.
Cerró la puerta de la oficina con un suave clic y caminó por el pasillo, luchando por mantener la compostura. Cada paso que daba sentía como si estuviera más cerca de perder el control, pero tenía que aguantar. Esto no era para ella, era para algo mucho más grande. Aunque la frustración se acumulaba en su pecho, Juliette se obligó a concentrarse en la siguiente fase de su plan. Ethan caería, y ella tendría el control total.
Minutos después, Juliette regresó con el almuerzo, su rostro intacto, pero su mente en un torbellino. El sushi estaba allí, justo como él lo había pedido, pero había algo en el aire que no podía evitar que la incomodidad creciera más. Sabía que Ethan no solo había pedido su presencia por el almuerzo, sino por algo más. Algo que aún no comprendía del todo.
Cuando entró nuevamente en la oficina, Ethan estaba absorto en su computadora. No levantó la mirada cuando Juliette colocó la caja frente a él, pero la sonrisita burlona en sus labios era imposible de ignorar.
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Editado: 11.04.2025