Una Amante para mi esposo

13.

Capitulo 13: Una batalla con sabor a Gloria e Infierno.

Aysel se apartó de Ethan con una brusquedad que contrastaba con la intensidad del beso. Su respiración era irregular, su pecho subía y bajaba con rapidez mientras sus ojos brillaban con una mezcla de rabia y algo mucho más profundo. Los dedos de Ethan aún se mantenían en su espalda, tensos, como si él mismo no entendiera lo que acababa de suceder.
— ¿Qué demonios estamos haciendo? — murmuró Aysel, las palabras saliendo de su boca como si fueran un grito silenciado, la furia y la confusión reinando en su mirada.
Ethan la observaba, atrapado en el remolino de emociones que acababa de desatarse. No sabía qué había sucedido, pero el beso había sido como una chispa encendiendo algo que él había intentado ignorar durante años. Sus labios todavía ardían con el contacto, y la sensación de Aysel, su cuerpo tembloroso contra el suyo, lo dejaba desorientado.
— No lo sé... — dijo Ethan con voz baja, pero desafiante, sin poder evitar el tono de incredulidad que asomaba. No sabía si estaba preguntando por Aysel o por sí mismo.
Aysel no respondió, solo se mantenía en silencio, como si estuviera luchando con algo que ni siquiera podía comprender. Su mente ardía, y su pecho palpitaba con la mezcla de rabia y deseo que había nacido en ese beso, pero no podía... no quería admitir lo que eso significaba.
La tensión entre ellos era palpable. Los dos respiraban pesadamente, como si el mundo entero hubiera dejado de girar y ahora solo quedaran ellos, atrapados en ese momento caótico.
— Realmente te desprecio — dijo Aysel, sus palabras cargadas de furia, pero también de una profunda incomodidad que no quería admitir. Te odio, Ethan. Y no sé qué fue ese beso, pero no me gustó.
Ethan la miró fijamente, sus ojos se endurecieron, pero había algo en su mirada que no pudo esconder. Era rabia, pero también era algo más, algo que no podía entender ni controlar.
— No creas que eres de mi agrado, tampoco me gustas. — dijo Ethan, su voz bajo, pero cortante. Siempre has querido dominarme, crees que todo lo que soy te lo debo a ti, pero no es así. Eres solo una mujer que se cree dueña de todo, y eso incluye tu eterna necesidad de controlarme.
Aysel no aguantó más. El veneno de sus palabras se coló como un filo afilado en su pecho, y, como siempre hacía, respondió con su propia veneno.
— Eres un oportunista, un hombre pequeño, cuyo valor ha crecido porque me has robado mi empresa, mi herencia, mi vida. Eres lo que eres gracias a mí, Ethan Ferguson. Sin mí, no eres nada.
Las palabras de Aysel fueron como una daga, y aunque Ethan sintió el golpe, se mantuvo firme. Sus ojos destellaron con un brillo sarcástico, y la sonrisa que se formó en sus labios era de pura ironía.
— Soy lo que soy porque aproveché una oportunidad de negocios, porque trabajé duro. — Su tono se volvió venenoso. — Pero nada de eso tiene que ver contigo. Tú, Aysel, eres solo una mujer florero, fría, calculadora, resentida, y la verdad, nadie te ha amado nunca.
Las palabras de Ethan fueron un golpe directo a su orgullo, pero algo en Aysel, una parte que siempre había mantenido oculta, se retorció con dolor. Pero no iba a darles la satisfacción de verlo. Ocultó el sufrimiento bajo una sonrisa burlona, esa que siempre usaba para desafiar al mundo.
— Es irónico, ¿no? — Aysel se acercó lentamente, su voz más baja, cargada de veneno. — Lo único que has dicho que tiene algo de verdad es que nadie me ha amado nunca. Pero en eso, Ethan, nos parecemos más de lo que crees. Tú tampoco sabes lo que es el amor, nunca lo has sabido. Estás condenado a estar vacío.
Aysel no dejó que Ethan respondiera. Le agarró del cuello de la camisa con una fuerza inesperada, atrayéndolo hacia ella, y, sin darle tiempo para reaccionar, sus labios se encontraron con los suyos. No fue un beso suave, sino uno salvaje, cargado de desesperación, de odio, de dolor. La batalla entre ellos se desató con furia, como si en ese beso estuvieran librando una guerra que no podían ganar, pero que necesitaban pelear.
Ella le soltó los hombros e introdujo los dedos entre el pelo de la nuca.
Ethan la empujó hacia el sofá cercano, sus manos recorriendo su cuerpo con la misma urgencia, como si no pudieran frenar lo que había comenzado. Sus labios húmedos y cálidos fueron bajando por la piel ardiente que dejaba desnuda el escote del vestido. Los pezones de Aysel se endurecieron mas todavía, mientras pensaba que debía detenerse. ¿Pero ella no se detuvo. No podía. El odio y el deseo se entrelazaban en su cuerpo, y todo lo demás se desvaneció.
Ethan le bajo la tela del vestido y tomo con voracidad su pezón entre sus labios, apoderado por el calor y la adrenalina del momento lo lamió consiguiendo que Aysel sintiera un hormigueo que la quemaba por dentro. Ella no sabia que existiera un placer así, si bien había estado con Romeo, el amante experto que Ethan contrato para que ella estuviera distraída y le dejara en paz, nunca había experimentado un placer tan abrazador y palpitante que hiciera que se le derritiera entre las piernas, uno que creció cuando Ethan la agarro de las caderas para estrecharla contra la dureza evidente que el tenia entre los muslos. Aysel decidió tomar el control y le quito el pantalón, ese trozo de tela que separaba sus cuerpos. Mientras Ethan pasaba su lengua por su cuello.
Aysel contuvo el aliento y se arqueo, pudo ver como su reacción hizo que a Ethan se le adornara el rostro con una sonrisa ganadora. Ella se acomodo para apartarse un poco y no demostrarle que realmente lo estaba disfrutando mas de lo que le hubiese gustado admitir. Así fue ella la que tomo esta vez el control, pasando del juego de las caricias por completo al acto en sí. Dejo que su viril presencia se juntara con su humedad, mientras descargaban su odio e ira contenida en embestidas profundas.
Ethan no podía negar que estaba envuelto en un éxtasis de placer absoluto cuyos gemidos tenían una mezcla de sabor a gloria e infierno. Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban entrecortados, sus cuerpos sudorosos, como si hubieran pasado por una batalla que lo único que hubiese hecho era afianzar aun mas la guerra entre ambos.
—Admite que lo disfrutaste— Musito vencedor.
— No mas que tú, ahora vivirás con este recuerdo en tus sueños acosándote como una pesadilla—La mirada de Aysel era desafiante, pero también desconcertada. Estaba furiosa, sí, pero también sentía algo que no podía reconocer. No podía admitir que, a pesar de todo lo que odiaba a Ethan, había algo en él que la atraía, algo que la desbordaba.
—No lo creo, justo ahora ya se me ha olvidado. En cambio tú, espero no te confundas, y termines tragándote todos tus planes y tus palabras—
— Esto no se acaba aquí. — Dijo Aysel, su voz aún llena de ira. — tú no vas a salir ganando, Ethan. No mientras yo esté aquí.
Ethan no dijo nada, pero su mirada también era feroz...




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