Capitulo 14: Guerra Fria
El timbre de la puerta sonó de repente, haciendo que Juliette se pusiera de pie a toda prisa. En su cabeza, solo una palabra daba vueltas: no. No quería que Aysel la viera en ese estado, mucho menos que Maddie se enterara de lo que estaba pasando. Su corazón comenzó a latir con fuerza mientras intentaba esconderse tras un velo de normalidad.
—¿Esperas visitas? —preguntó Aysel, mirando a Juliette con curiosidad.
Juliette, sin pensarlo, respondió rápidamente:
—No. Es solo una entrega de Amazon. —Sonó demasiado convincente, pero no podía quedarse ahí mucho tiempo. No podía seguir hablando de nada con Aysel.
—Quédate aquí con Maddie, ya vuelvo —añadió, ya levantándose hacia la puerta.
Aysel la miró extrañada, como si estuviera percibiendo que algo raro ocurría. Pero, encogiéndose de hombros, optó por no preguntar más.
—Está bien, no te preocupes.
Juliette salió disparada hacia la puerta. La abrió de golpe, sin importarle si alguien la veía, y cuando vio a Ethan frente a ella, la ira la invadió.
—¿Qué mierda haces aquí, Ferguson? Tienes que irte ahora —dijo, con el rostro encendido por la furia.
Ethan la miró, confundido, pero también determinado.
—¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan alterada?
—No puedo hablar contigo ahora —respondió Juliette, tratando de mantener la calma.
—¿Es por Maddie? —preguntó Ethan, reconociendo la tensión en su voz.
—¡Deja a Maddie fuera de este maldito lío! —Juliette casi gritó, perdiendo por un momento el control.
Ethan suspiró, pero no se dio por vencido.
—Está bien, pero de verdad necesito hablar contigo. Es importante.
—No puedo atenderte ahora —respondió Juliette, con los dientes apretados, mientras sentía que las palabras salían con más rabia de lo que quería.
—¿Está Aysel ahí dentro? —preguntó él, sin poder evitarlo. Lo primero que se le vino a la mente fue que Aysel había salido a contarle todo lo que había pasado entre ambos y se había refugiado en casa de Juliette. La conocía, habían estado juntos desde hace ocho años. Aysel era demasiado predecible.
—No, estoy con un hombre —respondió Juliette, mirando a Ethan con frialdad.
Ethan arqueó una ceja, algo intrigado por la respuesta.
—¿Aysel deja que tengas otros? Pensé que te había contratado solo para que fueras mi amante.
—No hay tal prohibición en mi contrato, no soy tu exclusividad. Largo —ordenó Juliette, cortante. No quería más preguntas. No hoy.
Él, sin embargo, no pudo evitar sonreír ante su actitud.
—Hablamos mañana. Disfruta —dijo, dándole una última mirada y apretando el puño con fuerza. Estaba más incómodo de lo que quería admitir.
Juliette, alzando el dedo medio, cerró la puerta de golpe. En su interior, la furia se mantenía, pero sabía que no podía perder más tiempo ahí. Corrió de regreso a la sala, donde Aysel la esperaba.
—¿Dónde está el pedido? —preguntó Aysel, alzando una ceja.
Juliette, con voz baja y controlada, le respondió:
—Se han equivocado. No era el mío.
Aysel la miró, dudando por un segundo.
—¿Tardaste tanto solo por eso?
Juliette asintió, intentando parecer natural.
—Sí. Es que estaban revisando mis datos.
Aysel la observó unos momentos más, pero finalmente creyó su versión, aunque no pudo evitar sentirse algo desconcertada.
—Está bien... —dijo, volviendo a su lugar en el sofá. —No te preocupes.
Y así, ambas continuaron viendo la película en silencio, aunque una tensión palpable llenaba el aire
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El lunes comenzó temprano, mucho antes de lo que Juliette hubiese querido. Aysel había decidido dejar a Maddie en la escuela antes de la hora habitual, un detalle que Juliette no había esperado, pero que no hizo más que sumarse a la intensidad de ese día.
—Vamos a hacer una parada antes de ir a la empresa —dijo Aysel, mientras arrancaba el coche con determinación.
Juliette, aún medio somnolienta, no preguntó más. Sabía que Aysel siempre tenía planes, y no le gustaba cuestionarlos. La parada fue en una boutique de lujo, donde Aysel se lanzó a comprar trajes como si no tuviera más preocupaciones en el mundo. Era una mujer con un gusto impecable y no se detuvo hasta llenar dos bolsas grandes con ropa de alta gama. Finalmente, eligió uno para ella misma.
—Voy a ponerme esto para ir a la empresa —dijo, mostrándole a Juliette un conjunto impresionante: un traje de falda lápiz de color negro, con un chaleco ajustado de corte moderno y una blusa de seda blanca debajo. Las prendas se ajustaban perfectamente a su figura, y el conjunto resaltaba aún más con un par de tacones rojos brillantes. El estilo era serio, pero a la vez elegante y atrevido, ideal para un día como el de hoy.
Luego, con una sonrisa juguetona, le dijo a Juliette:
—Elige uno, ¿quieres?
Juliette la miró y negó suavemente.
—No hace falta, Aysel, realmente…
Pero Aysel no estaba dispuesta a dejarlo pasar.
—No. Tienes que elegir uno, Juliette. Hoy vamos a darles un golpe visual. Necesito que te veas increíble.
Juliette dudó un momento, pero finalmente aceptó. Aysel eligió uno que sabía que llamaría la atención: un vestido de terciopelo negro con detalles de encaje que cubría todo su cuerpo, pero dejaba al descubierto un escote pronunciado y una espalda descubierta. Era atrevido, incluso más de lo que Juliette estaba acostumbrada, pero Aysel insistió hasta que se lo puso.
Tras salir de la boutique, ambas se dirigieron a un estilista de renombre. El salón estaba lleno de luz, y Juliette no pudo evitar sentirse ligeramente fuera de lugar en el ambiente tan lujoso. Aysel, por otro lado, parecía estar completamente en su elemento, como si ese lugar fuera su segunda casa. La estilista, con la experiencia que se veía en sus manos, comenzó a trabajar rápidamente.
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Editado: 11.04.2025