Una Amante para mi esposo

15.

La Caída del Imperio

Juliette se separó rápidamente de Ethan, su respiración aún agitada por el beso inesperado. Su pecho subía y bajaba con rapidez mientras trataba de recuperar la compostura.

—No puedes besarme cada vez que se te antoje —dijo, con voz temblorosa, pero firme. Su mirada evitó la de Ethan, centrada en el suelo mientras sus pensamientos corrían a toda velocidad—. Eso... lo que pasó, no debería haber ocurrido.

Ethan la observó, su rostro todavía marcado por la intensidad del beso. Los ojos oscuros de él brillaban con una mezcla de confusión y deseo.

—¿Por qué no? —respondió, sus palabras cargadas de sarcasmo y un tono bajo, más grave—. Aysel te contrató para ser mi amante, ¿verdad? Así que dime, ¿por qué no? Tú eres la amante más aburrida que he tenido.

Juliette lo miró, sorprendida por sus palabras, pero no podía evitar sonreír, aunque la ira comenzaba a hervir en su interior.

—Qué pena para ti —respondió, con tono mordaz—. ¿Por qué no intentas arreglar las cosas con Aysel para no tener que aburrirte conmigo nunca más?

Ethan la miró fijamente, su expresión cambiando, como si algo en ella le hubiera tocado una fibra sensible. Su boca se curvó ligeramente en una sonrisa.

—Te ves mucho más hermosa cuando te enojas —comentó en voz baja, y Juliette sintió un ligero calor subir a sus mejillas.

—No entiendo cómo no puedo controlarme —murmuró, claramente frustrada consigo misma—. Es todo tan... complicado.

Antes de que pudiera continuar, la puerta se abrió de golpe, y Aysel entró en la habitación, interrumpiendo la conversación de manera abrupta.

Ethan miró hacia ella con una expresión cansada.

—Toca antes de entrar, estamos ocupados —le dijo con una sonrisa tensa, sin dejar de mirar a Juliette, como si intentara desestabilizar a ambas con una sola frase.

Aysel, sin perder el ritmo, se giró hacia él con una furia palpable.

—¡Que te vayas a la mierda, Ethan! —gritó, dejando claro que su paciencia se había agotado.

Juliette sintió la tensión estallar en el aire, y en medio de la pelea, Ethan, intentando mantener el control, dijo con frialdad:

—No te besaré otra vez Aysel, si es lo que buscas. Ya no haré más nada para calmarte.

Aysel, aún furiosa, no dudó en tomar un vaso de agua de la mesa y lo lanzó de golpe hacia él. El agua salpicó sobre su cara y, al hacerlo, también mojaron a Juliette, que se encontraba demasiado cerca para esquivarlo.

—¡Lo siento! —dijo Aysel, sorprendida por lo que acababa de hacer.

Juliette, con el cabello pegado a su rostro y la ropa empapada, suspiró. No podía creer lo que estaba pasando.

—No pasa nada —respondió Juliette con un tono neutral, casi cansada de todo el caos—. Voy a cambiarme. Los dejaré solos.

Se dio la vuelta sin mirar a ninguno de ellos, sin darles la oportunidad de decir algo más, y salió de la oficina. Aysel se dejó caer en la silla donde minutos antes estaba Juliette, mirando fijamente a Ethan.

—¿Qué quieres, Aysel? —le dijo Ethan con un tono irritado—. De verdad, no te entiendo.

Aysel lo observó, sus ojos llenos de rabia y algo más, una emoción difícil de descifrar.

—Lo que quiero —dijo con voz firme, casi desprovista de emoción— es que me firmes el divorcio.

Ethan la miró por un momento, sorprendido por la claridad de su demanda. Sus ojos se entrecerraron, pero al final, simplemente asintió.

—Perfecto. Te lo firmaré —respondió con una calma que contrastaba con la tensión palpable en el aire.

Aysel lo observó incrédula un instante, como si estuviera midiendo cada palabra, pero no dijo nada más. El silencio que siguió fue pesado, como si una puerta se hubiera cerrado entre ellos para siempre. Y eso, eso le dolió... ¿pero por qué? Ella lo odiaba, lo odiaba más que a nadie.

Aysel salió de la oficina de Ethan con pasos apresurados, el rostro enrojecido por la ira contenida. La puerta se cerró con un golpe sordo detrás de ella, y su respiración era rápida, casi entrecortada. Avanzó por el pasillo, buscando con la mirada a Juliette, que se encontraba aún cerca. Cuando la encontró, sus ojos reflejaban una mezcla de enojo y desesperación.

—Juliette... —dijo, acercándose rápidamente, el tono de su voz bajo y cargado de arrepentimiento—. Lo siento por... por mi arranque de ira. No sé qué me pasa.

Juliette la miró por un momento, su expresión seria pero tranquila. Luego, como si las palabras fueran inevitables, respondió sin vacilar:

—Aysel, es simple. Estás celosa.

Aysel frunció el ceño, sorprendida, pero Juliette no le dio tiempo para replicar.

—Vamos a detenernos ahora, porque claramente el plan que hiciste para destruir a Ethan te está destruyendo a ti misma. Y no quiero estar en el medio de ambos.

Aysel permaneció en silencio, observando a Juliette como si estuviera procesando esas palabras, pero no respondió. Las palabras de Juliette parecían haber calado hondo, dejándola sin palabras.

—Por supuesto que no. No estoy celosa —respondió Aysel, con una falsa sonrisa que apenas lograba disimular su frustración. La voz de Aysel sonaba cortante, pero había algo quebrado en su tono, algo que no era visible a simple vista pero que Juliette logró notar de inmediato. Aysel añadió, con una mezcla de rabia y desafío—: Mi plan no es un fracaso. Ethan acaba de decirme que va a firmarme el divorcio.

Juliette la miró, incredulidad reflejada en sus ojos. No podía creer lo que Aysel acababa de decirle, la forma en que sonaba tan... vacía. Entonces, Juliette percibió la pequeña sonrisa que Aysel había forjado, una sonrisa tan falsa que hizo que su estómago se apretara.

Esa expresión de Aysel le recordó lo peor que había vivido, cuando Liam, su ex, la engañó. La forma en que él escondía sus mentiras detrás de una fachada, sonriendo mientras destrozaba todo por dentro. Juliette sintió un nudo en el pecho, el recuerdo de esas traiciones todavía fresco, como una herida que nunca terminó de sanar del todo.




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