Una Amante para mi esposo

16.

Capitulo 16: Vacío existencial.

El silencio que siguió fue cortado por la voz firme y severa del padre de Aysel. —Ethan Ferguson, queda oficialmente destituido de su cargo como CEO de la empresa. A partir de este momento, Aysel tomará el control. Además, iniciamos una investigación en su contra.—

Ethan exhaló lentamente y se puso de pie con una calma que solo intensificó la tensión en la sala. Miró a cada uno de los presentes antes de posar su mirada en Aysel, luego en Juliette. —Perfecto,— dijo con una sonrisa torcida, pero sin rastro de humor. —Me iré del cargo y de la empresa, pero cuando demuestre mi inocencia, me aseguraré de que todos ustedes queden arruinados.—

Sus palabras cayeron como una sentencia de muerte antes de girarse y salir de la sala sin esperar respuesta. Juliette, con el corazón martillándole el pecho, reaccionó casi de inmediato y lo siguió.

—Ethan, espera...— dijo, alcanzándolo en el pasillo. Él se detuvo, pero no se giró para verla.

—Yo realmente no sabía que Aysel iba a llegar tan lejos. No sabía que haría esto.—

Ethan rió con amargura antes de volverse hacia ella. Su mirada era hielo puro. —Soy despreciable, Juliette. Por muchas razones. Por ser un mujeriego, por hacer cosas que no deberían perdonarse. Pero una cosa que jamás hice fue elegir casarme con Aysel. Lo hice por obligación. Y créeme, intenté que funcionara, pero ella me odió desde el día uno porque su padre nunca la tomó en cuenta para esta empresa.—

Juliette lo miraba sin palabras, el peso de todo aquello hundiéndola.

—Y Aysel...— continuó él con una sonrisa cínica. —Es la mujer más despiadada y cruel que he conocido en mi vida. Pero tú...— La miró de arriba abajo con la más absoluta decepción. —Eres tan desagradable como ella.—

Las palabras la golpearon más fuerte de lo que habría imaginado. Se quedó paralizada mientras él se alejaba sin mirar atrás. Sus piernas temblaron y sintió un nudo en la garganta que apenas la dejaba respirar. Lágrimas calientes le nublaron la vista y, antes de que pudiera contenerlas, comenzaron a rodar por sus mejillas. Se cubrió la boca con una mano y salió corriendo de la empresa, sintiendo que el mundo entero se desmoronaba a su alrededor.

Mientras tanto, en la oficina de Ethan, él recogía sus cosas con movimientos lentos, controlados, como si cada acción le costara un esfuerzo monumental. Entonces, la puerta se abrió y Aysel entró con una expresión victoriosa.

—Mírate. Derrotado. ¿Se siente bien saber que te lo advertí?— se burló, cruzándose de brazos con una sonrisa triunfante.

Ethan no respondió de inmediato. En su lugar, tomó un folder de su escritorio y lo extendió hacia ella. Aysel frunció el ceño antes de tomarlo y, cuando lo abrió, sintió que la sangre le abandonaba el rostro.

Papeles de divorcio.

Firmados.

Aysel levantó la vista hacia él, buscando una chispa de ira, de resentimiento, de algo. Pero no encontró nada. Solo una calma gélida e impenetrable.

—Felicidades, Aysel. Tienes todo lo que querías. La empresa, el poder... y mi ruina.— Su voz fue apenas un susurro cargado de desprecio. —Espero que eso te haga feliz.—

Ethan salió sin mirarla otra vez. Y Aysel se quedó ahí, sosteniendo los papeles, con una sensación amarga que no podía ignorar.

Lo había destruido.

Entonces, ¿por qué no se sentía satisfecha?

Aysel se acercó a la silla y, casi sin pensar, se dejó caer en ella. La suavidad del cuero frío la envolvió, pero no pudo evitar sentir que todo lo que tocaba, todo lo que ahora le pertenecía, se le deslizaba entre los dedos como arena. Un peso insoportable se instaló en su pecho y sus ojos se llenaron de lágrimas que, por un momento, no pudo contener.

¿Esto era lo que había querido? ¿Lo que había luchado por conseguir? No lo sabía. Lo único que sentía en ese momento era un vacío profundo, una sensación de pérdida que no entendía, que no podía explicar. Los sollozos comenzaron a ahogarse en su garganta, y la voz interna que siempre le había dicho que no mostrara debilidad ya no tenía sentido. No importaba cuánto intentara ser fuerte, esa misma fortaleza parecía haberse desvanecido, dejándola sin rumbo.

Con una mano temblorosa, sacó el teléfono y marcó el número de Juliette. Necesitaba hablar con alguien, alguien que le pudiera dar alguna respuesta, algún consuelo. Al otro lado de la línea, Juliette contestó, pero el tono de su voz era frío, distante.

—¿Aysel? ¿Qué pasa?— Juliette preguntó, pero Aysel no pudo evitar notar que la calidez que solía haber entre ellas ya no estaba allí.

—Juliette...— Su voz tembló. —No sé qué me pasa. Ethan me firmó el divorcio, pero... no puedo firmarlo. No entiendo... no entiendo qué me pasa. Pensé que esto era lo que quería. Que finalmente... tendría todo lo que me correspondía, pero no me siento bien. Nada de esto se siente bien. Ayúdame, por favor. Dime que esto es normal, que estoy bien.

Juliette guardó un silencio largo, demasiado largo. Aysel sintió cómo el nudo en su garganta se hacía más fuerte.

—Aysel...— comenzó Juliette con voz grave. —Yo te ayudé, porque teníamos un acuerdo. Creímos que crear un proyecto paralelo al de él sería la forma de salir de este círculo, de acabar con todo, de que él te firmara el divorcio y serias libre, pero... eso no fue lo que hiciste, modificastes los planes sin nisiquiera consultarme, lo Incriminaste y lo acusaste de ladrón... eso es demasiado. No me gusta nada de lo que hiciste. Ya no estoy de acuerdo con esto, y me siento fatal, Al punto que que me siento tan sucia y asquerosa como mi ex marido que mintio en la corte, diciendo que los abandone cuando yo estaba trabajando...

Aysel sintió como si el suelo se abriera bajo sus pies. Las palabras de Juliette eran como un golpe frío directo al corazón. ¿Acaso había ido demasiado lejos? ¿Había hecho algo irreversible?

—Te he hecho una transferencia...— continuó Juliette, pero su tono seguía siendo distante. —Te envié 48 mil de los 50 mil que me diste. Los otros dos mil te los enviaré tan pronto como encuentre trabajo.




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