Capítulo 21: juegos peligrosos.
Aysel temblaba. No por miedo, sino por una desesperación que la estaba consumiendo desde dentro. Se plantó frente a Ethan, los ojos encendidos de una rabia que ni ella misma podía controlar.
—No podemos seguir casados —soltó con la voz rota—. No quiero nada de esto, no quiero esta empresa, no quiero nada que venga de él. Solo firma.
Ethan exhaló con pesadez, mirándola como si esperara esta reacción.
—No puedo firmar.
El rostro de Aysel se contrajo.
—¿Cómo que no puedes?
Ethan entrecerró los ojos.
—Porque tu padre me ofreció todo, Aysel. No solo la empresa. Me dio la presidencia, me sacó el divorcio de las manos y, de paso, te sacó a ti del tablero.
La furia en el rostro de Aysel fue inmediata. Su respiración se aceleró, y se llevó la mano instintivamente al rostro, acariciándose el moretón aún visible. No podía respirar bien. No podía pensar bien.
—Vuelvo enseguida —susurró.
Y sin darle tiempo a Ethan de reaccionar, giró sobre sus talones y caminó con determinación hacia la oficina de su padre.
—Aysel —su tono fue un advertencia. Se movió tras ella—. ¡Aysel, no vayas!
Pero ella lo ignoró por completo, empujando las puertas de la oficina de su padre con fuerza. Ethan se quedó afuera, cerrando los ojos un segundo, repitiéndose que no era su problema, que no iba a meterse en más problemas por ella.
Hasta que el primer estruendo resonó.
El sonido de algo rompiéndose, un grito de furia de Aysel, y luego la voz grave y furiosa de Demer.
—¡Basta ya, Aysel!
Luego, un quejido.
Ethan no se lo pensó. Empujó la puerta y entró.
Lo primero que vio fue a Aysel con la boca rota, el labio partido y un hilo de sangre deslizándose por su mentón.
—No tienes que golpearla —su voz fue un filo cortante—. No es necesario.
Demer lo miró con la frialdad de un hombre que se creía dueño del destino de todos.
—Me faltó carácter con ella. ¿No ves lo desquiciada que es?
Aysel soltó una carcajada irónica, pero antes de que pudiera responder, su padre alzó la mano de nuevo.
Ethan se movió en un parpadeo.
—Ya está —su tono fue definitivo—. Yo me encargo.
Antes de que Aysel pudiera procesarlo, sintió el agarre fuerte de Ethan, levantándola sin esfuerzo.
—¡Bájame, Ethan! ¡Suéltame ahora!
—Cierra la maldita boca, Aysel.
La sacó de ahí sin mirar atrás. Todos en la empresa vieron la escena. Murmullos, miradas sorprendidas, cuchicheos descarados.
Ethan se detuvo un segundo.
—¿Qué ven? ¡Vayan a trabajar! ¡Para eso les pago!
Los empleados corrieron a sus puestos de inmediato.
Entró a su oficina, cerró la puerta con pestillo y dejó caer a Aysel en la silla con más brusquedad de la necesaria.
Ella seguía alterada, respirando de forma errática.
—Ya cálmate —le dijo con seriedad, clavando sus ojos en ella—. Si sigues actuando como una loca, te meterá en un psiquiátrico. ¿Quieres eso?
El silencio fue inmediato.
Aysel lo miró con los ojos muy abiertos, su respiración todavía agitada.
Ethan se pasó una mano por el cabello y gruñó.
—Eres más lista que esto, joder. Ya reacciona.
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Demer se encontraba en su oficina, mirando fijamente a Nicholas Wolfe, que permanecía de pie frente a su escritorio con una calma inquietante. El aire estaba cargado de una tensión palpable, y aunque Demer intentaba mantener el control de la situación, algo en su interior le decía que Nicholas tenía algo más en mente.
—Sabes lo que quiero, Demer. No hay vuelta atrás, y tengo una condición si vamos a hacer negocios —comenzó Nicholas con una voz fría, pero firme.
Demer lo miró fijamente, tratando de leerlo, y frunció el ceño.
—No necesito que me pongas condiciones, Wolfe. Si quieres hacer algo, tienes que aceptar las reglas del juego. Este es mi terreno.
Nicholas sonrió de manera fría y calculadora, sin inmutarse ante la arrogancia de Demer.
—No estamos jugando al mismo juego, Demer. No es una cuestión de reglas. Es una cuestión de poder. Y lo que te ofrezco no va a funcionar a menos que aceptes una condición muy simple: Aysel debe estar al frente de este proyecto.
Demer arqueó una ceja, desconcertado.
—¿Aysel? ¿Mi hija? ¿Estás sugiriendo que sea ella quien lidere todo esto?
Nicholas dio un paso adelante, manteniendo su tono de voz suave, pero lleno de autoridad.
—Sí. Aysel tiene la perspectiva que necesito. No es la típica ejecutiva que podrías poner al frente de una junta, pero tiene lo que hace falta para este tipo de negociación. Si vas a arriesgarlo todo, Aysel es la clave para asegurar que esta alianza se mantenga en pie.
Demer lo miró con incredulidad, casi burlándose.
—¿Aysel... esa niña... es la clave? ¿Que ella tiene lo que se necesita?
Nicholas se mantuvo calmado, pero su mirada se volvió aún más fría.
—No es una cuestión de lo que piensas que tiene, Demer. Es lo que tú necesitas. Ya sabes lo que pasa cuando dos rivales como Ethan y yo nos enfrentamos. Pero Aysel, ella no tiene los mismos lazos, las mismas alianzas. Es... maleable, por decirlo de alguna manera.
Demer apretó los dientes, reconociendo que Nicholas estaba haciendo un punto, aunque no le gustara.
—¿Maleable? Mi hija no es una pieza de ajedrez, Wolfe.
Nicholas lo interrumpió, con una mirada que no dejaba lugar a dudas.
—Lo que quiero es que el proyecto se mueva adelante. Ethan tiene su propio poder, sus propias conexiones, y aunque puede ser un rival formidable, su lealtad está más dividida de lo que te gustaría admitir. Aysel no tiene esas distracciones. Puede ser dirigida. Y en este tipo de trato, la flexibilidad es más importante que la fuerza.
Demer parecía frustrado, luchando contra su orgullo.
—Esto no tiene sentido. Aysel no tiene la preparación para manejar algo tan grande.
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Editado: 11.04.2025