CAPÍTULO 22: JUEGOS DENTRO DE JUEGOS
Aysel apretó los puños bajo la mesa, sintiendo cómo la rabia se arremolinaba en su pecho. Nicholas Wolfe la observaba con la tranquilidad de un depredador que ya había calculado todos los movimientos de su presa. A su lado, Juliette evitaba la mirada de Ethan, pero su inquietud era evidente.
Ethan no dijo nada. No lo necesitaba. Su silencio era suficiente para que Aysel comprendiera lo mucho que le afectaba verla ahí, con Nicholas. Pero ella no podía permitirse distracciones. No podía dejar que los celos o la humillación la debilitaran.
Demer fue el primero en hablar, su tono gélido.
—Bien. Estamos todos aquí. Wolfe, ¿quieres empezar?
Nicholas sonrió con calma.
—Por supuesto. Como dije, Aysel debe liderar este proyecto. Pero antes de que tomemos cualquier decisión, hay algo que debemos aclarar.
Se giró levemente hacia Ethan, y su sonrisa se volvió apenas perceptible.
—¿Qué tan comprometido estás, Ferguson?
Ethan no reaccionó al golpe bajo de usar su apellido condescendientemente, pero su mandíbula se tensó.
—Define "comprometido".
—¿Con la empresa? ¿O con ella? —Nicholas deslizó la mirada hacia Aysel de forma calculada—. Porque, a juzgar por lo que he visto, parece que estás atrapado entre dos mundos. Y eso no nos conviene.
Aysel sintió cómo Ethan se ponía rígido a su lado. Era una trampa. Una bien diseñada. Si Ethan mostraba debilidad por Juliette, confirmaba que no estaba alineado con la empresa y, por lo tanto, con Aysel. Si negaba cualquier relación, ¿qué quedaba de la verdad que Aysel había intuido en su mirada momentos antes?
Juliette tragó en seco.
—No veo cómo eso es relevante para el negocio.
—Es completamente relevante —replicó Nicholas—. Porque si Ethan sigue aquí por obligación y no por lealtad, tenemos un problema. Yo no hago negocios con hombres atrapados entre dos mujeres.
El silencio se hizo insoportable.
Ethan finalmente habló, su voz firme.
—Estoy donde debo estar.
Pero no dijo más. No negó ni afirmó nada. No miró a Juliette ni a Aysel. Simplemente se mantuvo en pie, impenetrable.
Demer chasqueó la lengua, fastidiado.
—Wolfe, corta el espectáculo. Aysel dirigirá el proyecto. Lo demás es irrelevante.
—¿Irrelevante? —Nicholas soltó una risa baja—. Claro, Demer. Siempre tan pragmático. Pero dime, ¿qué pasará cuando tu hija decida que no quiere jugar más a ser la líder que necesitas?
Los ojos de Demer brillaron con furia.
—Aysel hará lo que se le ordene.
Ese fue el error de Demer. Porque en ese instante, Aysel sintió que su rabia se solidificaba en su interior.
Se inclinó hacia adelante, entrelazando los dedos sobre la mesa, y habló antes de que nadie más pudiera hacerlo.
—No. Yo haré lo que crea conveniente.
La sala quedó en completo silencio.
Demer la fulminó con la mirada.
—No juegues conmigo, Aysel.
—No estoy jugando. —Ella lo desafió con la mirada—. Wolfe quiere que yo esté al mando. Tú aceptaste. Pero eso significa que si tomo el puesto, lo haré bajo mis términos.
Nicholas sonrió.
—Eso es lo que quería escuchar.
Demer la miró con el filo de una amenaza en los ojos. Ethan, a su lado, permanecía callado, pero Aysel sintió que él estaba esperando ver qué haría a continuación.
Juliette, sin embargo, no pudo contener su inquietud.
—Aysel, ¿estás segura?
Aysel la miró, y en su mente resonó la imagen de Ethan observándola con una angustia contenida cuando Juliette apareció en la sala.
No. No estaba segura de nada. Pero si todos jugaban con ella, entonces ella también jugaría.
Se reclinó en la silla y cruzó los brazos.
—Dime, Nicholas. Si voy a liderar este proyecto, ¿qué esperas exactamente de mí?
Nicholas apoyó los codos sobre la mesa y entrelazó las manos, con una expresión de satisfacción calculada.
—Espero que destruyas a nuestro enemigo.
Aysel sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
Juliette palideció.
Ethan cerró los ojos por un instante.
Demer no reaccionó de inmediato, pero su expresión se endureció.
—¿De quién estamos hablando exactamente? —preguntó, con cautela.
Nicholas lo miró con una sonrisa apenas perceptible.
—Tú lo sabes, Demer. Es el mismo que nos ha estado causando problemas desde hace tiempo.
Demer entrecerró los ojos.
—Morozov.
Nicholas inclinó la cabeza levemente, sin confirmar ni negar.
—Si eso es lo que crees… —dijo en tono indiferente.
Demer soltó una risa breve.
—Siempre supe que Viktor acabaría siendo una amenaza.
Nicholas alzó su copa.
—Entonces, brindemos por su caída.
Demer alzó la suya sin dudar.
Aysel sintió que el aire se volvía pesado en la sala. Ethan mantenía la mirada fija en Nicholas, intengando comprender el juego que se estaba gestando.
Porque Morozov no era el verdadero enemigo de Wolfe.
Demer tampoco lo sabía.
Y cuando lo descubriera, ya sería demasiado tarde.
El tintineo de las copas selló un pacto envuelto en engaños.
En esa habitación, solo uno de los dos saldría vencedor.
La reunión terminó con el brindis envenenado. Demer se retiró primero, satisfecho con la supuesta caída de Morozov, sin sospechar que en esa sala se estaba tejiendo un juego aún más grande.
Nicholas se puso en pie con la calma de quien siempre tiene el control.
—Aysel, quédate un momento.
Ethan entrecerró los ojos.
—¿Para qué?
—Negocios —respondió Nicholas con una sonrisa. Luego deslizó la mirada hacia Juliette—. Tú también puedes retirarte.
Juliette titubeó, pero Ethan no le dio opción. La tomó por el brazo y la sacó de la sala sin una palabra más.
Aysel apoyó los codos sobre la mesa y entrelazó los dedos, manteniendo la expresión de quien no tenía prisa.
—¿Qué quieres, Wolfe?
Nicholas sonrió de lado, caminando lentamente alrededor de la mesa hasta quedar detrás de ella. Su voz descendió a un susurro cuando se inclinó junto a su oído.
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Editado: 11.04.2025