Daniela sacó emocionada de una gran bolsa verde, dos abrigos rojos tejidos con un muñeco de nieve bordado en blanco, eran enormes, ella sonreía como si estuviera disfrutando aquello.
—Son talla única, se ven enormes, pero me pondré una licra blanca y quedaré, no, mejor, un pantalón de mezclilla ajustado hasta los tobillos ¿Qué dices?
—No creas que porque acepté esta situación, se me olvida que saboteaste mi primera aparición pública tras la ruptura solo para conseguir un contrato de modelaje —dijo Tim con tono acusador, ella se encogió de hombros y dejó de sonreír.
—Lo siento, no quería un contrato de modelo, solo quería que no te vieras patético, triste y humillado como yo te vi cuando te conocí.
Tim apretó los labios y negó, no podía creer la insolencia de la chica.
—Eres una grosera. No sé cómo pasaste el filtro de Alicia.
—Ella estaba deseosa por alejarse de ti, quizás no me prestó demasiada atención, yo la entiendo, eres… Eres… Pedante.
—Soy tu jefe, que no se te olvide.
—No se me olvida, pero no estoy ciega ni loca, y bruta tampoco soy. Mi estrategia funcionó.
Tim se quedó callado y miró las instrucciones que había mandado el experto que contrató Sandino. Ella tenía razón, hizo todo mal, pero su imagen, estaba bien. «Pero ella no debía ocuparse de mi imagen, solo de mi agenda».
—Nos tomaremos una foto con estos abrigos sobre el sofá después de que todo este hecho. ¡Vamos! Memoricé la lista —dijo tomándolo por la mano, haciendo que se levantara, él se quejó sacudiéndose con fuerzas de su agarre.
—No me toques, limítate a hacer lo que dijo Sandino. Te tengo miedo —dijo Tim mirándola con recelo.
—Deberías temerme, eso está muy bien. Yo manejo —grito quitándole las llaves al chofer, quien alzó los hombros, incrédulo.
Llegaron al centro comercial más concurrido de la ciudad, la seguridad de Tim les hizo un pasillo para que llegaran al local, la gente se alborotó, gritaron sus nombres, no dejaron de grabarlos y tomarles fotos. Daniela mantenía su mano entre las de Tim, le sonreía de vez en cuando como enamorada, se le daba bien la actuación.
Daniela corrió como niña hacia donde estaban los manteles, gritó y brincó alrededor de los árboles de Navidad, y se puso una guirnalda alrededor del cuello mientras cantaba All I want for christmas its you. Tim pensó que estaba llevando demasiado lejos su actuación o que de hecho si estaba disfrutando aquello, lo que significaría que le había mentido acerca de odiar la Navidad, «¿Y te sorprende que te mintiera?», se preguntó, rodó los ojos mentalmente y la siguió por la tienda como si persiguiera a un niño.
Vio a lo lejos a Sandino con el equipo de grabación de la cadena que pagó por la exclusiva de su falsa relación.
—¿Rojo con verde, o plateado? ¿Todo blanco? ¿Cómo quieres el arbolito?
—¿El árbol? Me da igual, rojo con verde, como todos.
—Clásico, muy bien —dijo Daniela guiñándole un ojo.
—Es solo un árbol.
—Podríamos decorarlo con rosas, o con pelotas de diferentes deportes, ¡Ah! ¡Eso! ¡Haremos eso! —grito corriendo hacia la dependienta.
Tim revisó las instrucciones, aquello no formaba parte del guion que debían seguir. Igual le pareció buena idea.
—Entiendo, ¿Quiere que pintemos las bambalinas como pelotas de baloncesto? ¿Con purpurina?
—Sí, eso, anaranjadas, como son las pelotas de baloncesto, y la estrella puede ser la cancha, en lugar del típico rectángulo detrás, una estrella.
—Bien, lo haremos de inmediato —dijo la mujer.
Tim la miraba sonriendo.
—¿Qué? —preguntó Daniela apartando su cabello —, es mejor mi idea.
—Lo es. Me gusta.
—Mis ideas son buenas, es que soy inteligente —dijo rápido. Tim se echó a reír.
—No lo negaré —rio.
—Caminemos tomados de mano mientras preparan nuestro encargo —ofreció. Tim afirmó.
Caminaron por el centro comercial con las cámaras detrás de ellos, se detuvieron en un puesto a comer helados.
—Creí que odiabas la Navidad —mencionó Tim con suspicacia.
—La odio, la detesto, es lo más cursi, ridículo, barato, comercial y capitalista que existe en el mundo.
—Pareces disfrutarlo.
—Disfruto el once por cierto que recibiré por la exclusiva con la cadena de televisión, no te confundas —dijo sería.
Tim afirmó.
—Actúas muy bien. Deberías ser actriz.
—Después que me dejes abandona, sola y triste, quizás lo intente —dijo sonriendo con gesto infantil.
—No lo dudo, sé que lo harás.
—¿Por qué te pone triste la Navidad? —preguntó ella recorriendo con la vista el gran árbol, Tim se detuvo frente a ella y tomó aire. Su mirada se tornó melancólica.
—No, mejor no hablemos de eso. Regresemos por nuestro encargo.
Cajas y cajas de bambalinas adecuadas en cuestión de horas estuvieron listas para ellos, cargaron las cajas y regresaron al Penthouse, donde un grupo de camarógrafos continuaba filmando.