Una Baash Entre Nosotros

Prólogo


Las lágrimas acumuladas en mis párpados nublan mi vista, siento como mis uñas se entierran en mis palmas ante la ejercida presión de mis puños en ellas, ¿se puede morir de impotencia?, porque si es así yo estoy rematada.

Horas donde sin pegar ojo excepto para nada más que parpadear—por obligación—, días de ajetreo, semanas preparando lo que pudo ser el boleto de viaje a una mejor vida, el escape de mi deprimente realidad.

Pero todo se fue al caño. Casi puedo escuchar la voz de Héctor Acosta gritar en mi cabeza «Se Muriooooo», las burlas de Sophie junto con las risitas maliciosas de Jules y las palabras de Rebeca «Te Lo Dije».

No, Rebeca no es mi madrastra, y Jules, Sophie no son mis hermanastras, Jules ni siquiera tiene melones en el pecho, tampoco semilla, pero si un rabo entre las piernas como masculinidad—Y como cerebro—, ni en mis peores pesadillas podría desear a los Wilson como familiares, Dios, no «¡Que el señor lo reprenda!».

Cuál de los hermanos más indeseables, cuando creo que no podrían ser peor sale alguno de ellos con sus jodiendas y ¡Boom! explotan sus mierdas en mi cara.

Ambos pelirrojos, de piel clara, pareciera que la arrogancia fluye burjeante por sus venas, odiosos y mezquinos, solo piensan en sí mismos, Sophie con sus grises ojos bruja amenazantes iguales que los de su hermano, solo que en vez de amenazas los de Jules  son más opacos y parecieran estar mofándose de tí todo el tiempo.

Huérfanos de madre, según lo que escuché «Está bien, está bien...en realidad pregunté», su madre se llamaba Lyarah, murió en un accidente de tránsito cuando los mellizos apenas tenían siete años, iban de paseo a una heladería cercana a Pricetown—Donde vivían en ese entonces—, al parecer la señora Lyarah estaba teniendo problemas con su matrimonio y en un arranque de ira pisó el acelerador rumbo a un autobús escolar que venía en vía contraria, los vidrios delanteros del coche se incrustaron en su garganta, causando una muerte instantánea.

Afortunadamente de milagro Jules y Sophie salieron con una que otra herida superficial pero bien, como ven, están vivitos y fuñendo mi paciencia en el presente.

Del padre de ambos se sabe que meses después a la muerte de su difunta mujer ni corto ni perezoso se fugó con su amante, hasta la fecha no se sabe su paradero, lo que llevó a William—Tío de los hermanos y esposo de Rebeca— a tener la custodia total de sus encantadores sobrinos. Que por cierto, a diferencia de su esposa, el señor William es todo un amor de persona.

—Señorita D'Saint—Mis relatos mentales se desvanecen con el llamado del profesor Cooper.

Mis dedos estrujan con ímpetu la tela de mis anchos jeans, a la espera de lo que el viejo calvo tiene para decirme, por su cara de trasero arrugado me imagino que no son buenas noticias. La esperanza es lo último que se pierde ¿no?.

—Señorita D'Saint, lo siento, pero no puedo aceptar semejante barbaridad.

Sus ambarinos ojos observan con horror las páginas de mi preciado libro que con tanto esmero, dedicación y esfuerzo tuve que rehacer. No está tan mal, a parte de sus hojas rotas que se nota de lejos que fueron pegadas con silicón, además de las enormes marcas de agua seca sobre ellas, si, nada mal.

—Señor yo...déjeme explicarle...

—No hay nada que explicar señorita D'Saint, que haya ganado el concurso de escritura no significa que todo estuviese terminado

—Pero profesor...

—...Las reglas estaban claras señorita, si el material ganador sufría algún daño o pérdida de algunas de sus páginas, se pierde su pase a ser publicado, y con ello el contrato con la editorial.

Está claro que ya no habrá oportunidad para mí, Sophie se encargó de hacer volver mi libro un cachivache, siquiera sé si se le puede llamar libro a esa cosa. Nadie va a creerme si digo que alguien saboteó mi trabajo, y menos si digo quién creo y estoy segura fue la culpable.

Inhalo, lo admito, exhalo, está horrible.

—Entiendo Señor Cooper—Me hundo más en el sillón, tal vez me haga transparente y lo traspase...sería genial, me imagino la cara de Calvooper.

—Mire, este... señorita D'Saint, es una pena que haya pasado esto, me pregunto ¿qué rayos le pasó a su trabajo?—Su expresión se suaviza un poco, después aparta lentamente mi libro con cara de asco.

«Ya sé que se vé horrible, pero al menos disimule»

—Verá, lo que pasó es que alguien...

Sin darme oportunidad a explicarme prosigue—...Sea lo que sea que haya pasado para que de algo estupendo ahora esté...eso, es una verdadera pena, su historia les encantó a los de la editorial, de veras que tiene mucho potencial

Parece que su señora madre nunca le enseñó que cuando se pregunta se deja que respondan.

Decido ignorar el hecho de que mi explicación para él vale como papel de baño.

—Si es así, entonces ¿porqué no pueden simplemente dejarlo pasar?—Pregunto un poco esperanzada.

—Porque así podrían darle la oportunidad al segundo mejor libro, señorita D'....

—Hazel, llámeme Hazel—Le interrumpo.

—...Hazel—Asiente.—Como le decía, así la persona que obtuvo el puesto a segundo mejor libro, tiene la oportunidad que era del primero.

—¿Y...quién es la persona que ganó el segundo lugar?—Su frente se arruga con mi pregunta.

—Se supone que usted vió los resultados cuando revisó en qué lugar quedó usted—Dice con obviedad, suspiro para no cometer homicidio en tercer grado.

—Usted bien lo ha dicho, señor Cooper, lo único que me interesó en ese momento era ver en que lugar quedé YO—Haciendo énfasis en “Yo" digo de la misma forma que él.

Calvooper suspira, baja su cabeza hasta su escritorio de donde saca unos papeles, los revisa mientras murmura “Veamos, veamos..."

—Aquí está—Sonríe mostrando una hilera de blancos y casi perfectos dientes, digo casi, porque sus dientes de arriba (Específicamente los del medio) están separados.

Le miro impaciente.

—...Alisha Black, vaya, no creí que la señorita Black supiera de literatura, estoy tan impresionado como usted, déjeme decirle que...




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