Doy un portazo cuando entro a lo que se podría llamar mi habitación. Me echo sobre la cama soltando un profundo suspiro de frustración.
—Ugh, me jiede la vida.
Escucho quejas de un animal, un cachorro para ser exactos. Caigo de trasero al piso debido al sobresalto que me causó asustarme, luego se me pasa cuando me acuerdo que es el cachorrito que encontré detrás del tanque de basura ayer.
Si Rebeca sabe que metí un animal a su casa, me mata y me come con Yuca.
Grandioso Hazel, gran idea la tuya de traer un animal a casa ajena, y para rematar, la dueña es alérgica.
Pero esque se veía taaan leendo, cuando me miró con sus brillosos ojazos caca, meneando con frenesí su colita y con su lengua afuera, Parecía estar diciendo
“—Llévame contigo Hazel, por favor, por favor, por favoooor."
y entonces...no me resistí.
—Si antes mi trasero era casi inexistente, ahora se podría decir que es mi segunda espalda—Hago muecas de dolor.
Cachorrito sale de su escondite, al parecer muy feliz de que esté aquí.
—Vaya, creo que le importo a alguien— Apoyo mi mano derecha en el suelo, impulsándome hacia arriba para levantarme.
Creo que todavía me duele mi espalda secundaria. Voy hacia el cachorrito y lo cargo dando vueltas con él en un penoso intento de estar bailando un Balls, no sé cómo no me caí y me partí toda la boca.
Me detengo de golpe.
—Vamos, aquí es cuando dices que puedes hablar, alguien descubre que tengo un perro que habla, se hace mi amigo, me hago popular en la escuela y todos quieren tener una mascota como la mía—No dejo de mirarlo seria, suspiro—Necesito vida una vida.
Pongo el cachorro en el suelo.
—Es hora de que te dé un nombre—Me siento en el piso, al estilo indio, apoyo mi barbilla en la palma de mi mano.—Te llamaré...Caquita.
No es un nombre muy creativo pero por su pelaje y ojos marrones es lo único que se me ocurre. Y ¡hey! a él parece gustarle.
—Bueno Caquita, iré a darme un baño—Me pongo en pié.—Mientras tanto tú...—Caquita suelta un ladrido—No defeques aquí dentro.
Dándole la espalda a Caquita, voy a mi pequeño clóset, saco un anticuado Suéter señora y unos jeans holgados, mi ropa interior y finalmente me largo a bañarme.
°•°•°
Después de cerrar con llave mi habitación y asegurarme que Caquita no vaya a dejar regalitos en ella, me voy a la cocina que al igual que mi habitación está en el primer piso.
Hoy no hay tantos del servicio merodeando por la sala como normalmente pasa todos los días, esto se debe a que Rebeca salió de viaje. Si no, estuvieran de aquí para allá, recibiendo y ejecutando órdenes.
Y pues como dicen: Cuando el gato no está, los ratones se comen la comida...
Creo era así. Mi estómago gruñe recordándome porque rayos decidí ignorar mi pereza y venir a la cocina.
Voy a la enorme despensa, saco lechuga, queso, y diría que jamón pero no soy muy fan de él, muy raramente lo como. Dudosa la cierro, la vuelvo abrir y saco el jamón.
—Ñe
Y con todos esos ingredientes tan difíciles de conseguir me preparo un rico Sándwich a la Hazel, lo único que sé hacer sin armar un incendio.
Mis pies caminan con intenciones de ir a mi habitación, mi acción es detenida por el sonido de la puerta principal siendo abierta y luego cerrada, se escuchan risas de chicos y pisadas que podrían causar un maremoto.
«Por Dios, ¿han entrado una manada de elefantes o qué?»
Un chico de pelo castaño hace su entrada a la cocina, como perro por su casa, sin percatarse de mi presencia, elevo una ceja. Jules siempre trae a sus amigos Aquí, aveces se reúnen tres veces a la semana, solo chicos, lo que significa una sala inundada de testosterona a más no poder.
—¡Oye Jules!—Le llama el castaño, el aludido a voz amortiguada por la distancia responde con un "—¿qué pasa?".—¿¡Dónde está la Mostaaazaaaaa...—Al girar y verme, se sobresalta haciendo que el pote de Ketchup que traía en las manos caiga al piso.
Se resbala cayendo también y tengo que apretar mis labios para no reír.
Ni en mis locos sueños pensé ver al gran Patrick O'Donnell en el piso todo embarrado de Ketchup. el chico es guapo, cabello castaño lacio a la altura de sus orejas, ojos azúl eléctrico y cuerpo atlético de esos delgados con tablas de chocolate en su abdomen.
Un deleite para mis ojos, hablo de su caída, claro.
—¿Pero qué...?—O'Donnell maldice a todo dar, si mi madre estuviera viva en algún lugar de la tierra, dudo que lo siguiera Ahora mismo.
Me fulmina con la mirada y yo solo quiero desaparecer, Patrick no es precisamente un amor de persona, al menos no conmigo.
—¿Tú que diablos...cuánto llevas ahí?—Se frota la cabeza, uy, debe tener un enorme chichón.
Me mira ceñudo pero no le respondo. Justo entra Jules.
—Patrick, ¿Porqué has tardado tan...?—Se detiene al verme, sus cejas se juntan y su mirada vá de mi a su amigo, de mi a su amigo, de mi a su...—¿A tí que rayos te pasó?—Pregunta hacia Patrick.
—La rarita, eso pasó—Bufa, ambos dirigen su vista hacia mí, ¿ya dije que quisiera la tierra me tragase?, Si me escupe en Corea no me quejo.
La puerta de la cocina chirrea avisando nueva compañía. Por ella entra Steven Forbes, uno de los mejores amigos de Jules y Co-capitán del equipo de Basket, el capitán es Jules, a propósito.
—Chicos, el partido ya va a comenzar, ¿porqué tardan tanto?—Si quiera repara en mí, al ver el estado de un todavía en el piso, O'Donnell, carcajea—Viejo, ¿qué te pasó?, Pareces un abandonado ahí.
Forbes continúa riendo, esto parece no gustarle a Patrick quién empieza a refunfuñar dando comienzo a una amistosa discusión.
Aprovecho este momento y corro despavorida a mi cuarto, tuve que cruzar por la sala, dos amigos más de Jules que quedaban en la sala me vieron.
Genial, más razones para que me digan rara.