Manhattan, NY
—¿Señor?
Lia Parker entra al despacho de su jefe con varias carpetas en brazos y expresión atareada. Di fuera otra persona viviría quejándose por tanto
trabajo.
Pero Lía no. Es todo lo contrario, le gusta hacer lo que hace, disfruta siendo la secretaria de uno de los empresarios jóvenes más codiciados de New York y posiblemente de todo Estados Unidos.
No podría estar más agradecida con ese hombre, su jefe. Ese que le extendió una mano cuando más lo necesitó, ese que le dió un prestigiado lugar en su empresa cuando ni siquiera había terminado la especialidad correspondiente en la facultad.
Ese que Ahora mismo con rostro vacío, estando su cuerpo presente pero su mente ,quién sabe, tal vez pérdida entre los dolorosos recuerdos de su pasado. Ese pasado que le causa pesadillas a menudo recordándole las personas que se fueron de su vida, personas que nunca volverán.
La hermosa joven secretaria no puede hacer nada más que velar por el bienestar de su jefe, quedarse de brazos cruzados viendo como poco a poco es consumido por el dolor
y el vacío.
Recuerda sus primeros días como asistente del CEO. Las palabras dichas por recepcionista cuando tímidamente le pregunto.
—Él...¿ha sido así siempre?
—No, no siempre fue así, al menos... Antes que pasara lo de su familia, no. Fue algo terrible
Con ojos cansados por la edad y su canoso flequillo tocando sus cejas le había dicho la mayor. recordando ese niño feliz que siempre iba brincoleando por los rincones de la gran empresa, y como ponía tiernos pucheros al ser regañado por su amoroso padre.
—Hunter, ya te he dicho que no corras aquí dentro, cariño.
El padre con voz suave y severa al mismo tiempo, regaña su pequeño, no tan pequeño retoño de 11 años.
—Te puedes caer y hacerte daño.
El pequeño hombrecillo observa su padre con cara de no romper ni un plato.
—Pero papi...
—Además ya estás muy grandecito para es...
Sus palabras son intervenidas por su bella esposa quien mira la escena con amor y diversión, al contrario de la pequeña bebé en sus brazos, que está muy distraída tirando del pelo de su progenitora.
—Tonterías, un golpecito que se dé no es nada.—Toma la manito de su bebé y la sacude.—Como decía mi bisabuela: es para crecer
El pequeño abre sus azules ojos emocionado con las palabras de su madre.
—¿Quiere decir que mientras más golpes me dé, más creceré?
El padre niega con contrariada diversión.
—No bebé—Ríe por la ocurrencia su hijo.—Solo es un decir, no intentes eso, es peligroso—Le regaña con su ceño ligeramente fruncido.
Unos tiernos balbuceos sacan a la pequeña familia de conversación.
La pequeña Crysthal aclamando la atención de ellos. Kylian Baash responde al llamado de su pequeña sonriendole con amor y ternura. Su pequeña hija. Con apenas un añito de edad es toda una ajentada, le encanta ser el centro de atención.
Ríe con ese pensamiento.
Se acerca y la toma en
brazos.
—Hola mi princesa—Reparte besos por toda su mejilla y frentecita.—Viniste a visitar a papi, ¿a que sí?.
Crysthal con su vocecita de bebé ríe a coro con los mimos de su padre.
—Papá, papá—Le llama insistente el mini Kylian, como le llama su madre.—Quiero cargarla, ¿puedo hacerlo?,
¿me la das?—Pregunta sin siquiera hacer pausa.
Ambos padres ríen, al contrario de la pequeña Baash que parece, más bien, asustada con la idea de estar en brazos de su hermano.
Kylian lo piensa por unos segundos, no puede decirle que no al pequeño Hunter, y menos si lo mira con esa carita de borrego a medio morir.
—Bien, pero ten cuidado ¿si?
El pequeño asiente con frenesí.
Arrulla la peque entre sus brazos cuando su padre se la tiende. La niña al principio parece triste con la idea de abandonar los brazos de su papá pero al instante empieza a sentirse cómoda en brazos de su hermano mayor.
—Papi.
—Hijo.
Hunter le mira con ilusión.
—Ya sé cómo se llamará mí empresa.
Un ceñudo Kylian observa su hijo con expectación. Claro, el pequeño siempre habla de que cuando sea grande quiere ser un empresario al igual que su padre, Kylian no podría sentirse más orgulloso de eso.
—¿Ah sí?, ¿Y como?
Su esposa ríe en confidencialidad con su hijo.
—HC Baash
Kylian muy sorprendido, entorna sus ojos ante lo dicho por el pequeño.
—Ese es un grandioso nombre, hijo—Asiente con orgullo y aceptación.
15 años. 15 largos y agonizantes años desde ese día. Fue la última conversación que Hunter Baash mantuvo con sus padres antes de la tragedia que dejó a todos consternados.
A su mente llegan los recuerdos, la escena de llegar de casa de los abuelos, muy emocionado por contarle a sus padres su nueva aventura en el bosque detrás de la casa. Pero no escuchó las risitas de su hermano bebé.
Ni a su madre soltando siseo de dolor al chocar con los juguetes de la pequeña Crysthal. Tampoco encontró a su padre esperándolo en la entrada con los brazos abiertos, no estuvo ahí ni le dió la bienvenida para después pedirle que le contara otra más de las locuras del pequeño.
No. No encontró nada de eso.
Policías, ambulancias, periodistas y... cuerpos fue su recibimiento.
Hunter a su edad era muy maduro e infantil a la vez. Pero aún así viendo lo que pasaba, viendo sus abuelos llorar desconsoladamente mientras se abrazaban, aún así, su mente no quería aceptar lo que pasaba, lo evidente de que sus padres... habían muerto.
10 balazos cada uno. Así de terrible fueron sus muertes. Los señores Baash eran muy queridos lo que causó revuelo por todo el país, hasta famosos y políticos pedían, exigían a las autoridades esclarecer el caso, hacer todo lo posible por dar con el culpable, que buscaran la bebé, saber qué pasó con ella. Porque sí...