10 años después...
Si quisiera pedir un deseo, solo uno; buscaría un diente de león, o una estrella fugaz, intentaría arrancarme una pestaña, o recorrería todos los campos en busca de uno de esos insectos rojos con manchas negras circulares, aquellos que pocas veces se posan sobre alguien, no recuerdo su nombre. Aunque pensándolo bien, podría pedírselo a la luna o esperar a que sean las 11:11 de la noche, la hora mágica del día. Mi problema es que tengo miedo de desperdiciarlo, y sé que suena tonto, pero para una oportunidad que tengo de que se cumplan, prefiero asegurarme de que realmente es eso lo que quiero.
Soy, y bien que lo sé, muy soñadora. Demasiado dirían mis amigos, quizá por eso elegí ser escritora. Bueno no, siempre he pensado que la escritura me eligió a mí. Fue la forma perfecta de encontrar un equilibrio entre lo real y lo ficticio. Quise adornar la realidad, hacerla menos aburrida, engañar a la mente y dejarla crear escenarios inexistentes en mi cabeza, plasmándolos en papel y enseñandóselos al mundo.
Se suponía que el año pasado debería haberme casado, o por lo menos es lo que las pruebas indicaban. Al atrapar el ramo de novia en la boda de April había obtenido un 95 % de probabilidades de encontrar un marido en 365 días, pero como lo mío son las letras, ese 5% restante fue el ganador al declararme en el inicio del invierno completamente soltera. Fue la única explicación que encontré para no desanimarme al pensar de que solo por no saber matemáticas las estadísticas no me ayudaron.
Tengo muy mala suerte en el amor. He conocido a varios chicos, pero ninguno ha querido estar por más de unos pocos meses en mi vida. Me han rechazado como compañera, y eso solo puede significar que no eran los correctos.
Hoy en día, a los 24 años son pocas las personas que quieren sentar cabeza. Quiero enamorarme, quiero saber que es eso, quiero suspirar por alguien y que me lata el corazón con desesperación. Mis amigos Jess y Arthur, me enseñaron muchas cosas una vez que descubrí que estaban juntos, y entre ellas esta: que la persona destinada para ti puede encontrarse en cualquier parte, incluso puede que ya la haya conocido, pero no me di ni cuenta.
No dejo de imaginarme la historia amor que podríamos compartir y las metas que nos propondremos alcanzar juntos. Aquel chico de rostro borroso que se forma en mi mente y no deja de intrigarme, me imagino que me envuelve en sus brazos y siento su calor. Más de una vez he estado desesperada por encontrarlo, pero aún no es el momento, sé que existe, y espero que él si esté dispuesto a acompañarme por el viaje de la vida.
Actualmente estoy desde hace un mes en Glash Village, tomándome un descanso de la presión de mi editora. Las cosas por aquí han cambiado mucho, como en todos lados, el tiempo no se detiene.
—Entonces ¿ya saben el sexo del bebé? —pregunta Jess que está a mi lado. Es noche de chicas en Bar Bells.
—Mañana tenemos consulta. —April se acaricia la panza con delicadeza y nos mira sonrientes. Todas sabíamos que sería la primera en tener hijos, siempre siguiendo su agenda de vida. Seguro que ya hasta tiene planeado cuantos nietos tendrá, eso es llegar al extremo. Y a mí aún me parece que fue ayer que se casó y en realidad han pasado dos años.
—Dame tu collar. —le ordeno y Penny se apresura a chillar.
—No harás ningún hechizo de esos de brujas ¿no? —El verano pasado comencé a escribir otra historia de romance, aún no está terminada. La cuestión es que mi personaje principal es gitana, y pues, hice muchas amistades de esta raza mientras investigaba, y no voy a negar que algunos truquitos me enseñaron. El problema de Penny es que le tiene miedo a este tipo de cosas.
—Que no, este truco lo leí en internet. —La tranquilizo mientras April me tiende su colgante.
—Oh, sé cual es, y funciona. —Que suerte tengo de que Jess sea de mente más abierta.
Con mucho cuidado dejo caer el colgante en la palma de la mano derecha de la única mujer embarazada del Bar, antes de volverlo alzar hacia arriba e identificar su movimiento. Oscila a los lados con impulso, por lo tanto eso indica de que el sexo del bebé es...
El timbre de mi celular nos interrumpe, la notificación de que un nuevo correo electrónico ha llegado capta toda mi atención. Me apresuro a alcanzarlo y lo leo con cuidado. Puede tratarse de algo importante.
—Ay, por Dios. No puede ser, esto es... ¡Oh, Dios mío!
—¿Qué pasa? ¿Qué dice? —Le tiendo el teléfono a Penny para que pueda verlo ella misma y esta se lo pasa a Jess y a April antes de correr a abrazarme.
—¡Que tu libro viajará a los Estados Unidos!
—Y yo también. -chillo. "Recuerdos de amor" es el libro que escribí durante el tiempo en que me quedé en el pueblo para la boda de April. Fue best seller en el Reino Unido en el primer año en que se comenzó a vender, y ahora estará en América. No puedo estar más feliz.
—Strand Bookstore, eso es en New York. Amiga, tu libro estará en la Gran Manzana y en una de las mejores librerías de la ciudad. —Estoy tan sonrojada que podrían confundirme con un tomate ahora mismo, pero es que nunca imagine que mis pensamientos y mis invenciones llegaran tan lejos.
—Oh, me alegro mucho por ti, Rose. —April se levanta de su asiento con cuidado y me regala un cálido abrazo.
—¿Qué es todo este revuelo? ¿Pasó algo? —Arthur se acerca a nosotros cargando una pizza con pepperoni extra grande y la deja sobre la mesa entre los dos sofás.
—Que Rose ya no solo será famosa en Inglaterra, su libro está a punto de cruzar los mares.—Las palabras de Jess me conmueven.