Una boda de mentira

Capítulo 9

Llevamos media hora en silencio, estamos fregando la vajilla que utilizamos en la cena y me siento tan enojada con él que me tiemblan las manos cuando le entrego los platos para que los seque. Le lanzo miradas acusadoras y este solo se encoge de hombros.


 

—Siento lo de Hellen. —susurra.


 

—Algo le habrás hecho para que se comportara así conmigo. —espeto con seguridad.


 

—No es lo que tú crees. Yo no hice nada, Hellen está paranoica con este tema. —Deja caer el paño encima de la encimera.


 

—¿Me vas a contar qué pasó entre ustedes para que se divorciaran? —Me cruzo de brazos.


 

—Fueron un cúmulo de cosas. —Se mandíbula se tensa, y no me mira a los ojos.


 

—¿Qué cosas? —Quiero saber.


 

—Ocurrieron hechos en Grash Village que la hicieron dudar, aunque ya teníamos nuestros problemas. No nos estábamos entendiendo, se pasaba el día reprendiéndome por mis comentarios y acciones, incluso las más comunes. Me sentía cohibido de decir cualquier cosa en mi propia casa. Quería cambiar mi personalidad y yo la suya, supongo que eso significaba que no nos amábamos, que ambos estábamos juntos por pura rutina o porque por una simple atracción creíamos que estábamos destinados. No me di cuenta hasta que ella misma me lo dijo, ni siquiera tuve el valor de ser yo el que le pidiera el divorcio porque sabía que me tocaría estar lejos de mi hija. Alessia es sin dudas lo mejor que me ha pasado, y Hellen es su madre, la quiero porque fue mi compañera por muchos años, pero lo que te preguntó esta noche no estuvo bien, te ofendió a ti y a mí al pensar siquiera que estuvimos juntos en el pueblo cuando aún yo estaba casado con ella. —Sus mejillas se tiñen de un color carmesí, y me siento idiota por haber dudado de él. «¿Cuál es mi problema?»Yo soy siempre la primera en darle el beneficio de la duda a todos, escuchar ambas versiones antes de juzgar, y lo único que hice fue creer que Joan había cometido una infidelidad por un simple comentario. Cuando no es verdad.


 

—Lo lamento, creía que tú habías... perdóname. —Estoy avergonzada de mí misma.


 

—No pasa nada, de la forma en que Hellen lo dijo cualquiera lo hubiera pensado. —Toma una bocanada de aire antes de seguir secando los platos.


 

—¿Qué fue eso qué pasó en Glash Village? —Al final esa fue la gota que colmó el vaso ¿no?


 

—¿Piensas hacer algo en lo que queda de noche? —Esquiva mi pregunta descaradamente.


 

—Joan, no me has contestado. —Lo miro a los ojos pero él aparta la mirada.


 

—Lo sé, pero no quiero hablar de ello, no son buenos recuerdos.


 

—Quizá pueda ayudarte a desahogarte. —insisto pero niega con la cabeza.


 

—Rose, dejémoslos así. —se refiere al tema del divorcio. —¿Quieres ver una película en cuanto terminemos?


 

—Sí. —susurro derrotada. La intriga me está consumiendo, muero por saber qué pasó en aquella época en el pueblo.


 

Minutos después nos sentamos los dos en el sofá frente a la televisión. La elección es rápida, una comedia es justo lo que necesitamos para calmar el ambiente. Jack & Jill de Adam Sandler logra sacarnos las primeras risas en el minuto uno, y por un momento olvidamos que hacía menos de una hora tuvimos la cena más incómoda del mundo.


 

No puedo dejar de comentar cada escena, soy de esas personas que tiene que decir todo lo que opina de una película, y esta es tan buena que no dejo de hablar y a Joan no parece importarle o me ignora muy bien porque lo único que hace es asentir con la cabeza.

—Joan, ¿Crees que hablo mucho? —Le pregunto casi al final de la película.


 

—Sí. —Una mediana sonrisa se dibuja en sus labios pero no voltea a verme la cara. Y yo finjo estar ofendida.


 

—¿Puedo preguntarte algo? —Me muerdo el labio inferior dudosa. No quiero que se tome a mal mis palabras.


 

—Ya estás preguntado. —Le golpeo el hombro y él me mira sorprendido.


 

—Eso no, otra cosa. —Me acercó más a él y cruzo las piernas sobre el sofá.


 

—Dime. —Rueda los ojos con frustración, pero no quita su vista de la pantalla.


 

—¿Dónde conociste a Will? —Se gira para mirarme sorprendido. No esperaba que le preguntara por su amigo.


 

—En el trabajo.


 

—¿Hace mucho tiempo? —Juego con el borde de mi blusa por los nervios, quizá que le confiese que no me cae bien no sea la mejor de las ideas.


 

—Más de 8 años, Rose. ¿Por qué tanta curiosidad por él? ¿Te gusta? —Se cruza de brazos y evita mirarme a los ojos.


 

—No, no, no. ¡Oh por Dios, no! —me apresuro a decir. —Es que me inquieta su desconfianza. Estoy segura de que no creyó nada sobre nuestra relación. —Ahora está más relajado, pero su mandíbula sigue apretada.


 

—Pienso lo mismo. Quizá deberíamos pulir un poco más esta mentira. Por lo menos con las preguntas de emigración que no quisiste seguir haciendo. — Saca su móvil del bolsillo y comienza a buscar en internet.


 

—Por favor, las difíciles para el final. —las palabras se escapan de mis labios y Joan suelta una carcajada que se escucha en toda la habitación.


 

—Esas serán las primeras. —Se muerde el labio inferior inconscientemente y tengo que atender a la pantalla del televisor para no dejarme llevar por el impulso de besarlo. —Esta si mal no recuerdo la sé ¿Cuál es tu comida favorita? Cuando éramos jóvenes te encantaban los canelones de jamón y queso. —Sonrío al ver que acierta y se me acelera el corazón de la emoción.


 

—Sí, y la tuya es la lasaña. Bueno, en realidad todo lo que lleve queso. —Lo sé porque cada que comíamos las chicas y yo en su casa su madre hablaba de lo mucho que le gustaba el queso a Joan. Me alegra que su primera pregunta sea tan sencilla.




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