Una boda de mentira

Capítulo 11

Una semana ha pasado desde que comenzamos a compartir habitación, y aún no me adapto a la idea de tenerlo tan cerca en las noches. Escribir ha sido mi escudo, mi escondite de amor. He logrado avanzar mucho con mi libro, y Joan, además de ser una distracción es un gran apoyo al tratar de hacer el menor ruido posible para que pueda estar cómoda. Mis planes de recorrer la ciudad los he tenido que aplazar y solo una noche pude ir a escuchar a Kelly cantar en la 5th Avenida. Para mi suerte Will no ha vuelto a casa, después del espectáculo de aquella noche se fue sin ninguna duda de que estábamos juntos o por lo menos eso es lo que creemos. Joan está muy animado, cada día se convence más de que podrá obtener ese ascenso que tanto desea, y yo estoy feliz por él. Alissa está en casa desde el viernes. Ha sido divertido tenerla cerca, he visto todas las películas de princesas de Disney e hicimos un picnic en el Central Park los tres juntos. Nunca me había imaginado inventándome cuentos para hacerla dormir, y cantando una nana desentonada para evitar que tenga pesadillas en la noche. Y Joan, es un padre excelente, preocupado y sobreprotector. Hicimos una video llamada con sus abuelos, y con Jess y Arthur que no dejaron de hacerle monerías a la nena, y reírse con sus ocurrencias. Las preguntas de qué tal está nuestro matrimonio no tardaron en aparecer, y ya debería estar adaptada a que nos tomemos de la mano, pero no lo estoy. Cada día me siento más nerviosa con su presencia, mi corazón pierde su ritmo cuando nos tocamos, y fingir se me hace más difícil.


 

Mañana tendremos el primer brunch del mes, y estoy muy emocionada, nunca he ido a uno. Ni siquiera sé cómo son. Dejaremos a Alessia en casa de su madre antes de encontrarnos con todos los compañeros de trabajo de Joan.


 

—¿Cómo debería vestirme? —Estamos los tres en la mesa del comedor cenando. Hoy ordenamos comida chatarra, hamburguesas y patatas fritas. Que conste que Joan no estaba de acuerdo, suele intentar preparar comida sana cuando Alissa está en casa, pero hoy hizo una excepción a petición de las dos.


 

—Cualquier cosa servirá. —Me confiesa mientras le da un mordisco a su cena.


 

—¿A cuantos has ido? —Le robo una patata frita de su plato y me intenta asesinar con la mirada, pero Alessia imita mis acciones y a Joan se ríe a carcajadas.


 

—He perdido la cuenta. —Le sonríe a la pequeña antes de decirle. —Rose no es buena influencia. Eso no se hace.


 

—Rosse, no sse hace. —La pequeña me mira con picardía y niega con el dedito. Es imposible no reír al verla, y escucharla arrastrar la ese.


 

—Lo siento. Es que las tuyas están mejores. —Me disculpo y él niega con la cabeza con su mítica sonrisa radiante. —Entonces, ¿hay algo que deba saber antes de ir a un brunch?


 

—Come todo lo que puedas y no hables demasiado del trabajo. —Limpia la cara de Alessia con una servilleta.


 

—Pero si solo irán personas de tu trabajo. No entiendo ¿de qué otra cosa pueden hablar? —No creo que vaya a ser tan divertido como creía. Aunque me encanta saber más sobre las personas, siempre me dan ideas para escribir.


 

—De la vida, de los niños, de muchas otras cosas. —Se encoge de hombros. Y yo le doy otro mordisco a mi hamburguesa.


 

—¿Tú que te pondrás? —Estoy tan indecisa con el atuendo.


 

—Unos jeans y una chaqueta. —Debora todas sus patatas fritas de un bocado.


 

—¿Podemos ir a juego? Del mismo color, digo. Siempre he visto a las parejas vestirse así. —Le pregunto ilusionada.


 

—No. —niega con la cabeza y antes de volver a mirarme dibuja una media sonrisa en su rostro. —Si te enfocas tanto en que las personas crean de que somos una pareja de verdad, se hace más evidente que no lo somos. —susurra para que Alessia no pueda escucharnos.


 

—Es cierto. —Me encojo de hombros. Odio cuando me recuerda que no somos más que dos amigos que decidieron casarse por diferentes propósitos.


 

—Todo estará bien, Rose. Yo estaré allí, no te dejaré sola.


 

—Rosse, papá te va a cuidar. —Las palabras de Alissa logran sonrojarme aún más de lo que las de su padre lo hicieron, y un silencio incómodo por parte de Joan logra terminar de herir mi corazón.


 

El sol se esconde detrás de las nubes y no creo que sea el día perfecto para salir de casa. Alessia me despierta jugando con mi cabello por la mañana. Joan debe de haberla sacado de su cuna, o su pequeña camita plegable, no estoy muy segura de lo que es. Él no está por toda la habitación, probablemente esté intentando no quemar la cocina. La pequeña y yo nos entretenemos mientras le enseño a dibujar, y le cuento que cada garabato tiene un alma y una historia. Que nada en la vida pasa por casualidad.


 

Joan aparece al poco rato, perfectamente arreglado y listo para marcharnos con un tazón de cereales con leche para su hija. Aprovecho que la niña desayune para tomar una ducha y prepararme, hoy más que nunca fingiremos nuestro matrimonio delante de toda una empresa.


 

Salimos de casa los tres con una sonrisa, Alissa con unos jeans y un abrigo de princesa. Y yo, al final me decidí por llevar un vestido de flores de mangas largas, y un largo por encima de las rodillas de color nudé. Hace algo de viento, típico del otoño, pero no me impide que luzca mi nuevo atuendo. Es la primera prenda que compré en New York, hace unos días, y moría de ganas por estrenarla.


 

El departamento de Hellen está a unas cuatro cuadras del nuestro, por lo que solo tardamos poco más de 20 minutos en dejar a Alessia y encaminarnos hasta nuestro destino.


 

Al ser domingo el metro no está tan lleno como imaginaba, y me alegra que sea así. Joan está más guapo que nunca, lleva una chaquetilla de mezclilla y unos jeans ajustados. Su cabello está perfectamente peinado, y sus ojos rehuyen mi mirada desde ayer en la noche.




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