Una boda de mentira

Capítulo 15

La espalda de Joan ha sido mi mejor amiga en estos últimos cuatro días. Volver a nuestro apartamento después de nuestras trágicas vacaciones fue más extraño de lo que imaginé, perder aún más la cordura por culpa de mis sentimientos ha sido uno de mis mayores problemas. El otro día estuve a punto de confesarle lo que siento. Él acaba de volver del gimnasio y puede que me haya dejado cegar por la imagen de su cuerpo. Terminé diciéndole que me gustaban sus piernas y que quizás un día podríamos ir juntos a hacer ejercicio. En mi vida he pisado un gimnasio, ni siquiera salgo a correr, pero fue lo primero que se me ocurrió después de destacar el atractivo de sus extremidades.


 

Kelly ha venido a visitarme esta mañana y le estoy muy agradecida, me ha traído pastelitos de frambuesa, y coca colas para merendar juntas.


 

—Estoy cansada de estar todo el día en casa. —me quejo.


 

—¿Crees que puedas salir a caminar? —pregunta dándole una gran mordida a su pastel. La herida no me duele a menos que apoye el pie en el suelo, pero tampoco es que sea algo muy punzante, es soportable, pero decirle a Joan que necesito su ayuda para caminar es la única forma que tengo de mantenerlo cerca de mí. «Sin dudas, ya no tengo remedio, mi hermana Roma tiene razón, estoy algo mal de la cabeza. Estoy loca de amor. » Yo antes no era así, no que yo recuerde.


 

—¿A dónde vamos? —Me animo. Con todos estos días de reposo tuve tiempo de terminar mi libro y eso ha sido una excelente noticia para Adele, mi editora, que está más agradecida con ese erizo de lo que me gustaría. Dice que New York es una distracción, y se equivoca. Joan ahora mismo es mi mayor distracción.


 

—No lo sé. ¿Qué lugares te faltan por visitar? Aprovecha que tengo unas horas libre. —Toma un sorbo de su refresco.


 

—No he visto ni la mitad de la ciudad. —Me duele pensar que llevo casi un mes aquí y he podido ver muy poco. Busco mi lista en el móvil, y observo el mapa con detenimiento. —¿Podemos ir a Greenwich Village? Está a 15 minutos de aquí.


 

—Perfecto, es un barrio precioso. Te encantará. —Terminamos de merendar y salimos del apartamento  «yo cojeando» Vamos con las energías cargadas y la esperanza de que será un día prometedor. Casi pienso que nuestros planes están arruinados cuando nos encontramos con Hellen en la entrada del edificio dudosa o no, de entrar a saludar.


 

—Hola, chicas, que bueno verlas. —Nos regala una sonrisa tímida antes de darnos un beso en la mejilla a cada una.


 

—¿Qué tal estás, Hellen? —Le pregunto. La última vez que la vi fue cuando dejamos a Alessia en su casa antes de ir al brunch, y aunque no hablamos mucho sentí que estaba un poco más relajada con mi presencia.


 

—Bien, muy bien. —Está nerviosa, y algo incomoda. ¿Qué habrá venido a hacer aquí? —¿Van a salir?


 

—Sí, queremos ir a The Village* — Le contesta Kelly con amabilidad.


 

—¿Puedo acompañarlas? Espero que hoy sea un buen día para cumplir esa promesa que nos hicimos en la cena de ir de compras juntas. —Una promesa es una promesa, y no podemos romperlas. Así que no me puedo negar.


 

—Claro. —Bajamos las tres juntas por la acera en dirección a la estación del metro. La mañana es preciosa, y la brisa del otoño no hace más que avisarnos que el invierno está a la vuelta de la esquina. Estoy algo intranquila, no puedo negar que el encuentro con Hellen me intriga, y muero de ganas por saber los motivos de este. —¿Qué tal está Hugo y Alessia? —Trato de hacer nuestro viaje ameno, a pesar de todas las teorías que ahora mismo recorren mi mente.


 

—Hugo está en el trabajo y la niña está muy bien, la verás mañana en la tarde. Joan la recogerá del kínder y se quedará con ustedes todo el fin de semana. — Toma una bocanada de aire, y suspira aliviada. Tengo la sensación de que quiere decirme algo y no sabe cómo. —¿Te pasó algo en el pie?


 

—Pisé un erizo en la playa. —Me encojo de hombros. Cada que veo a alguien le tengo que dar la misma explicación.


 

—¿Puedo preguntarte algo? No quiero ser indiscreta. —Kelly la mira con atención. Creo que quiere saber más sobre ella. Su mirada me dice que está desconfiando. ¿Qué pasará por su mente? Hellen asiente con tranquilidad.  —¿Cómo conociste a Hugo? —Buena pregunta, quiero saber de este tema. Joan no me cuenta estas cosas por más que le insista.


 

—Su hija y la mía asisten a la misma guardería, y de vez en cuando coincidíamos en la entrada. Él se acercó a mí con la justificación de que necesitaba saber dónde había comprado las zapatillas de la niña y terminamos hablando toda la tarde. Descubrimos que teníamos muchas cosas en común, él era padre soltero y yo también, y acabábamos de pasar por un divorcio algo complicado. Estuvimos saliendo en citas por un mes antes de oficializarnos como novios. —Se le ilumina la mirada al recordar esos momentos y me queda claro que su corazón ya no le pertenece a Joan.


 

—Oh, es una bonita historia. —contesta Kelly complacida con su respuesta. Conocía mis dudas después de aquella catastrófica cena planeada por Will, ha sido un lindo detalle que se atreva a preguntar por mí.


 

—Sí, es un regalo de la vida. Estoy muy feliz estando con él. —confiesa Hellen.


 

Tomamos el metro en silencio por más que todas queremos seguir preguntando nos mordemos la lengua para no agobiarnos. Pero al llegar a Greenwich Village todo cambia y nos permitimos disfrutar de nuestra compañía con tranquilidad. El barrio neoyorquino está colmado de historia, cultura y arte, al igual que cada rincón de esta ciudad, pero cada uno con su esencia. Conocido por ser donde se originó el movimiento a favor de la comunidad homosexual en los años 60, colores y amor es algo que lo caracteriza grandemente. Vamos a 90 Bedford Street, donde se encuentra el famosísimo apartamento de la serie Friends, y como fan no dudo en hacerme una decena de fotos frente a él. Pasamos el tiempo recorriendo sus calles y entrando a tiendas en las que nunca podremos comprarnos ni un alfiler. «New York es caro» más de lo que me gustaría, y Perry Street no me deja dudas de ello. La chicas me enseñan cada sitio interesante, además de explicarme como auténticas guías turísticas aquellos secretos que solo los que viven Manhattan conocen.




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