Una bruja de agua

Capítulo 1


  Desperté aturdido y cansado. Pero aún quedaba esa sensación de que lo soñado era tan real como la vigilia.  Jamás había tenido un sueño recurrente y éste sueño se repetía hacía ya varias noches. Era curioso y sorprendente a la vez. El recuerdo era muy vívido. Le tomaba las manos pero no podía verle la cara. Sabía que era hermosa aunque no pudiese ver su rostro. Su voz era dulce y delicada. En su mano derecha un delgado anillo de oro. Y siempre la misma frase - ¡En cuarto creciente cualquier veneno actúa más rápido!. Había una tristeza infinita en sus palabras. No tenía la más mínima idea de que podía significar eso. Ella siempre decía la misma frase y yo despertaba. 
Pero está vez había despertado muy cansado. Y eso sucedía todas las noches que mi vecina tenía el descaro de extender sus reuniones nocturnas hasta altas horas. No era algo habitual lo de las reuniones pero al menos un par de días a la semana eran suficientes para que me fuera a dormir muy tarde. Me cambié rápidamente, desayuné a las apuradas y guardé los apuntes en el bolso. 
Iván seguía durmiendo en su habitación. Era bueno compartir el departamento con alguien que trabaja de noche. En seis meses de convivencia habíamos llegado a entendernos como grandes amigos de toda la vida. Aunque era un gran amigo de mi hermano Cristian, ahora me sentía culpable y hasta notaba cierto reproche por parte de mi hermano. Con la excusa de tener que estudiar para exámenes más de una vez le había impedido ver a su amigo. Me sentía un canalla, pero a la vez disfrutaba de hacerlo. Mi hermano podía llegar a ser muy dominante cuando se lo proponía. 
Salí al pasillo y me quedé parado frente a la puerta de mi vecina. Tuve unas terribles ganas de empezar a gritar para despertarla ya que ahora de seguro dormía plácidamente. Tal vez eso me hiciera sentir mejor. Pero me quedé sorprendido al ver que la puerta de su departamento estaba apenas entre abierta. Se oía una música suave. Mire de reojo. Caminé lento tratando de ver algo. 
-¡Perdón por el ruido de anoche!- me dijo con vos ronca. 
Me quedé petrificado a pocos centímetros de su cara. Venía desde la puerta de calle y no la había visto ni oído. Era una mujer elegante que andaba cerca de los 60 años a pesar de tener una piel tersa, casi sin arrugas. De figura esbelta y siempre llevando un pañuelo colorido en la cabeza. 
-¡Estela! Buen día! No se de que habla, no oí nada. Dormí como un tronco. 
Me quedó mirando y no dijo nada más, como era habitual en ella. Pero esta vez su mirada fue más incomoda y penetrante que nunca. Seguí caminando hacia la salida. 
-tené cuidado con los árboles de la calle - 
Me gire sorprendido, pero ella cerró dando un portazo. 
Salí y durante todo el camino hasta la universidad fui con una sensación rara en la boca del estómago. 
Ya de por sí, Estela era una mujer rara. Conversaciones muy breves y parcas. A veces sólo un simple saludo. En seis meses sólo sabía su nombre y que tenía un negocio cerca del centro de la ciudad, no recordaba si me había dicho que era una santería o algo similar. 
Las casi diez cuadras hasta la universidad se habían hecho eternas pero faltando poco para llegar vi algo muy extraño. 
Una muchedumbre me cortaba el paso. El sonido de la sirena de una ambulancia acercándose me sobresaltó. Apuré la marcha y me abrí paso entre la gente. La sensación rara en el estómago se transformó en terror incomprensible. Un árbol de unos siete u ocho metros estaba caído en la vereda y debajo del árbol una persona mayor estaba sin vida. Lo supe por el enorme charco de sangre debajo de su cabeza.
-¡hace un minuto pasó! 
-¡qué horror! 
-¡no lo puedo creer! 
Todos hablaban a la vez mientras yo retrocedía medio aturdido pensando en las palabras de Estela, - cuidado con los árboles de la calle -. 
La gente se abrió paso ante la llegada de la ambulancia y yo me cruce de vereda y seguí caminando rígido hacia la universidad. Fui directamente al bar que esta en el ingreso del universidad. Pedí un café y me quedé mirando la nada y pensando. Pensando en esa pobre alma que jamás vio venir la muerte, pensando en las palabras de Estela y pensando que esa persona podría haber sido yo. 
Ignacio, un compañero de universidad entró y me saludo. 
-qué te pasó? No fuiste a la clase de hoy. Estás bien? 
-no me siento bien. Viniendo para acá vi una persona muerta. Se le vino encima un árbol. 
No me contuve y le conté también de Estela y su frase. Ignacio también se quedó mirando la nada y solo atinó a decir la frase más trillada de todas : - ¡no existen! Pero que las hay, las hay!.

 

 




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