Una bruja de agua

Capítulo 3

Hacia mucho calor y ya casi comenzaba el verano. Ella sacó de la pequeña cartera una botella de agua. Caminábamos muy distendidos. En un instante me sentí muy a gusto y note lo mismo para con ella. Tomó un par se sorbos y me pasó la botella. La tomé sin dudar y bebí algunos sorbos. 
-soy Anna. Estela es mi tía. -
-ah! ... Si me decías que eras la hija no te iba a creer -. 
Se rio muy suavemente - Qué malo sos! acaso no tengo la misma nariz? - se puso de perfil e hizo un gesto con los dedos. 
Negué su broma moviendo la cabeza y frunciendo el aún más. Eso la hizo reír un poco más. 
Tomé un poco de agua. Estaba fría. Comencé a contarle que me estaba yendo para la universidad y comenzamos a charlar. En ese momento sentía que todo se volvía vago y confuso. Sentí que la visión se me volvió borrosa unos instantes. Entonces algo pasó, algo que escapó por completo a mi comprensión. 
-yo también pienso igual- dijo ella. 
-qué? - dije aturdido. Me sentía como si hubiese tomado un par de cervezas. Y lo más raro era que ya estaba a solo dos cuadras del universidad. 
-la verdad es que sos bastante divertido. Ey! Te tomaste toda el agua- tenía en mi mano la botella, pero vacía. Estaba totalmente sorprendido. No recordaba nada de las seis o siete cuadras que habíamos caminado juntos. 
-pero que clase de brujería me hiciste?-
Se paró en seco y se puso seria. 
-estas bien? - luego sonrió - te noto raro -. 
-no me siento bien. Cómo llegamos acá?-. 
-caminando! -. 
Sentía que se estaba burlando de mi, sentía rabia. Era imposible que no recordará nada de las últimas cuadras. 
-¿en serio no recordás nada de nada?-. 
Metí la mano en el bolsillo y saque una pequeña piedra ovalada y de color azulado. Estaba pulida y era suave al tacto. 
-qué es esto? 
-recordá lo que te dije, es un préstamo. No un regalo -.
Me sentí aún peor.
-el agua tenía algo raro, me drogaste! -. 
-no te olvides que yo también tomé y a mi no me pasa nada! - dijo con ironía. 
Nos detuvimos en el cruce de avenidas y nos quedamos mirando. Me empecé a sentir incómodo. Movió la botella vacía y sonreía. 
-Creo que le vas a caer bien a mi tía - 
Pensé que era broma. No quería conocer a Estela. En cierta forma creo que le temía. Si en seis meses de estar viviendo a su lado jamás había llegado a algo más que ser un simple conocido no podía entender que le hacía pensar que de repente tendría una gran amistad con Estela. 
-Bueno, acá nos separamos. La tienda de mi tía está un par de cuadras para allá y vos tenes que ir justo en la dirección contraria- dijo Anna. 
Se acercó, me saludo con un beso en la mejilla y se alejo sin mas. Su pelo olía a flores. Caminaba muy sensualmente, pero sin ser provocativa. Me aleje tranquilo y mirando cada tanto para atrás como adolescente en celo. Ella en ningún momento volteó. 
Al llegar a la universidad me arrepentí, y decidí regresar. No podía dejar todo esto así. Qué había pasado? Y cómo había pasado? Cómo podía haber olvidado un recorrido de seis o siete cuadras? 
Apuré el pasó y en un rato llegué a la esquina en la que nos habíamos despedido. De ahí en más fue sólo calcular el par de cuadras que ella había dicho para dar con la tienda de Estela. En la segunda cuadra iba atento a los locales. No iba a ser muy difícil encontrarla. Sólo tenía que buscar a Anna o algún local parecido a una santería. Pero para mí asombro no encontré a Anna, sino a Estela. La vi de espaldas acomodando cosas en una estantería. La reconocí por su pañuelo. 
La tienda era efectivamente una mezcla de santería, venta de plantas y muchísimas estatuas y fuentes de agua de Feng shui. No veía a Anna por ningún lado. No quería entrar pero después de estar un rato en la vereda disimulando, y viendo que Estela había pasado a la parte trasera del local tomé coraje y entré. 
El sonido de todas las fuentes de agua juntas daba la sensación de estar cerca de un arroyo o cascada pequeña. Recorrí el lugar con la vista. El ambiente era agradable. El aroma del palo Santo y los sonidos de las fuentes de agua lo llebavan a uno directamente a una sensación de calma. Seguí curioseando y en un momento dado quedé petrificado. Justo frente a mi tenía una estatua que supuse de resina , de no más de 20 o 25 centímetros. Un pequeño hombrecillo de barbas largas y túnica, que vertia agua desde un cántaro. El aguador de acuario, y lo más asombroso de todo es que era exactamente la misma que había visto en el sueño de la noche anterior.

 

 




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