Una Carta a Cupido

III

Es de mañana, un día perfecto me espera a lado de… ¿Cómo lo llamaría? ¿Mi amor? ¿Mi cielo? No se me ocurre ningún cariño más. Traje casi todo mi clóset y no sé qué ponerme, los nervios me consumen. No me convence ningún atuendo para esta noche, así que tengo que recurrir a mi último recurso… ¡mi tarjeta de crédito! Comúnmente nunca la utilizo, solo en caso de emergencia ¡vaya emergencia! Al salir, me enfoco en buscar una tienda donde pueda encontrar un buen vestido para la ocasión, pero no sé dónde ir. Preguntaré para no perderme, bueno, si es que no termino perdiéndome más. Horas y horas pasé buscando, hasta que al fin logré encontrar una tienda muy acogedora y con muy bonitos vestidos; encontré el prefecto para la noche.

 

Se acerca la noche, todavía me estoy arreglando y entrando en una colisión de nervios, ojalá no diga algo indebido. De pronto llaman a la puerta. Es Adam, y yo ya había terminado de alistarme; con un vestido color menta, holgado y un escote no muy grande, espero impresionarlo. Estoy muy nerviosa, me detengo en la puerta, respiro y exhalo para tranquilizarme. Al abrir veo a ese hombre muy guapo; no andaba con el traje de vagabundo, perdón, el traje típico quise decir.

Andaba con una camisa manga larga que marcaban sus fuertes brazos, llevaba dos botones desabrochados, su cabello negro rizado y un poco rebelde. ¡Es demasiado para mí! Se veía increíble, y más con un baño de perfume, es como la cereza del pastel. Al parecer, mientras lo estuve admirando, Adam hacía lo mismo conmigo. No me despegaba su mirada y halagaba mi belleza. Tengo que tener la autoestima alta en estos momentos.

Primero fuimos a cenar, luego me llevó a su galería de arte, es un gran artista. Comienzo a admirar cada pintura, retratos, paisajes… ¡es increíble! Me detengo en una pintura donde aparece una mujer de cabellera larga, semidesnuda y con un cuerpo escultural.

 

Adam: Ella es Afrodita, la diosa del amor y la belleza.

Nancy: Siempre me han gustado los dioses griegos, hay varias versiones sobre ellos.

Adam: Sí, así es; por ejemplo de Afrodita, en una de las versiones, se decía que era una provocadora; en otra que venía del mar; en otra, que ayudaba a la procreación cuando le oraban, pero para mí es la diosa más maravillosa. No lo digo por su belleza, sino por el poder que ejercía en los mortales.

Nancy: Sí, me lo imagino.

Adam: Ese mismo poder ejerces en mí.

 

Me acercó a su cuerpo dándome uno de los más largos besos que me han dado, ante la diosa del amor; es muy romántico Adam. Después fuimos a caminar un rato mientras conversábamos, y me llevó a una media colina con los ojos vendados. ¿Qué estaba tramando?

 

Adam: Sé que es tu última noche aquí conmigo, y quiero que veas algo, descubre tus ojos.

Nancy: ¡Es hermoso!

Adam: Solía venir aquí a pensar cuando quería estar solo o para inspirarme. Quiero compartir este momento contigo, porque me siento bien a tu lado y así quiero que sea siempre.

Nancy: ¡Wow! Eres una increíble persona. Tengo que aceptar que soy muy afortunada en haberte conocido, a pesar de cómo te traté y me siento avergonzada. Pero me enseñaste a sentir esto que siento ahorita, me enseñaste a creer en el amor.

Adam: No te juzgo, imagino que has sufrido, pero aquí estoy para remediarlo, para curarte así como lo hiciste conmigo. Eres mi doctora Corazón.

Nancy: ¡Oh, Adam!

Adam: Te empecé a querer, pero es muy poco para lo que siento por ti, yo te amo Nancy.

Nancy: Tengo que defenderme y decirte lo mismo, yo también te amo Adam.

Adam: ¡No sabes cuánto te amo! Quiero pedirte, bajo la luz de la luna y sin estrellas, porque no veo ninguna, que seas mi novia.

 

¡Me congelé! Él me habló de una noche única y mágica, pero nunca pensé que sería verdad; no podía creer lo que me había pedido, así que:

 

Nancy: ¡Vaya romántico! Sí quiero ser tu novia.

Adam: No sabes qué feliz me siento amor. ¡Soy el hombre más feliz de toda Grecia!

Nancy: ¡Y yo la mujer más feliz por tener un hombre como tú!

Adam: ¡Te amo Nancy! No quiero separarme de ti nunca.

Nancy: También te amo Adam, quiero que estés conmigo siempre.

 

Después de un rato decidimos irnos al hotel. Yo tenía que descansar porque mi vuelo era el día siguiente, pero las ansias de estar juntos eran inimaginables. No entraré en detalles porque ya saben qué pasó. Fue una noche maravillosa, pues, cuando dos corazones se aman, entregan hasta lo que no tienen. Fue mi primera vez.

 

 

 

Amaneció; me sentía de lo mejor, feliz, pero al mismo tiempo un poco triste porque tenía que alejarme de Adam por dos semanas. Me di un baño y preparé las maletas y, al salir, encontré un oso de peluche con una nota que decía: “Feliz viaje, con amor Adam”. Eso fue de lo más tierno, pero lo esperaba a él para que me diera un abrazo y me dijera cuánto me extrañaría; pero bueno, no podía hacer nada al respecto.



#49489 en Novela romántica

En el texto hay: amor

Editado: 02.04.2018

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