Hoy es el día; me bañé y desayuné, y observé a Chris preocupada, porque no sabía cómo reaccionaría estando allá; yo estaba nerviosa, pero tuve que relajarme para no tener un accidente. Emprendí el viaje más importante de mi vida: enfrentaría la peor de las batallas de los recuerdos.
Al llegar al lugar, todos me miraban con sorpresa, otros con indiferencia, pero a mí no me importaba, porque solo iba a lo que iba. Un portero me dio las llaves del apartamento de Adam. Subí las escaleras, mi corazón latía rápidamente y mi mente estaba en blanco. Me detuve frente a la puerta del apartamento, introduje las llaves y, al entrar, no pude evitar romper en llanto. Lloré, lloré de tristeza al ver ese lugar vacío y oscuro, así como se encontraba mi corazón. Miré sus fotos, su ropa, su cama, donde muchas veces desperté en sus brazos.
¿Cómo pudo pasar esto? Un viaje sin regreso y una larga espera. ¿Por qué te lo llevaste Dios? ¿Por qué me lo quitaste? ¡Yo lo quería… lo amaba! ¡No hiciste nada, solo lastimarme! ¡Esto no es justo!
Estuve varias horas acostada en su cama, recordando los momentos que pasamos felices, y en cada recuerdo iba una lágrima. De pronto, ahogada en mi tristeza, vi la imagen de Adam al pie de la cama. ¡Oh Dios! ¡Me estoy volviendo loca! Lo miraba y lo miraba con aquel miedo que me sacudía, y de repente esa imagen me dijo: “No tengas miedo mi Afrodita”. Al escucharlo sentí una gran tranquilidad y le pregunté: “Adam… ¿eres tú?”.
Adam: Sí amor.
Nancy: Adam, dime que todo esto no es verdad… que tú no estás muerto.
Adam: Sí es verdad mi amor. Tienes que aceptar la realidad aunque no te agrade.
Nancy: ¿Por qué? ¿Quieres verme sufrir cada día?
Adam: Al contrario, quiero verte feliz… quiero ver crecer a nuestro hijo a tu lado. Eres todo lo que he amado, y aunque mi cuerpo no esté a tu lado, siempre estaré en tu corazón.
Nancy: Te amo y te extraño Adam; no es fácil aceptar que no estás conmigo y mucho menos que no seas mi esposo. Quisiera que me abrazaras y me dijeras: “No te preocupes, todo está bien”; quiero un beso cálido tuyo y un amanecer juntos.
Adam: Lo sé Nancy, pero no puedes cambiar el pasado… lo hecho, hecho está. Puedes seguir con tu vida, encontrarás a alguien que te quiera y te haga feliz.
Nancy: ¡No quiero a nadie, te quiero a ti!
Adam: Nadie decide nuestro destino; solo esperamos a que pase la tormenta para empezar de nuevo.
Nancy: ¿Me amas?
Adam: Claro, mi amor. Recuerda que eres mi doctora Corazón; mientras tu corazón late el mío lo hará también. ¿Recuerdas la frase que te enseñé?
Nancy: Sí, la recuerdo… Un amor, dos corazones y tres sentimientos: locura, ternura y paciencia.
Adam: Siempre tenla presente en tus pensamientos y en tu corazón; cuando la recuerdes, siempre estaré ahí. Y desapareció.
Me agradó verlo por última vez y, al escucharlo, me sentí un poco más tranquila; luego recordé los regalos que me dio. Salí y me dirigí a mi apartamento a buscar el cuadro y el cuaderno. Luego recibí una llamada de mi oficina, para decirme que tenía pendiente la otra parte de la deuda; les seré sincera, ¡no me acordaba! ¡Dios mío! Adam me daría la otra parte a su regreso… tendré que vender mi apartamento.
En ese momento recordé que Chris podía ayudarme, así que la llamé. Obviamente, ella pensó que me había pasado algo malo, pero le conté lo sucedido. Fui rápidamente a mi oficina para recoger unos documentos, y Lucinda me felicitó por mi embarazo. Extrañé estar allí, y pronto regresaré; solo tengo que recuperarme del todo para poder disponer de mis asuntos. Voy en camino hacia la casa de Chris con mis cosas y mis deudas, pero también con una sonrisa por haber tenido la oportunidad de ver a Adam por última vez.
Cuando llegué a casa bajé las cosas y le mostré a Chris cuánto adeudaba. Ella me dijo que me fuera a descansar, que estaría al tanto de la situación. Revisé mi correo, y Valentín había contestado mi mensaje.
Nancy:
Ese susurro que escuchas es el susurro del pasado que no deja ser y hacer de tu vida un bien. Quieres que tu pasado vuelva porque no quieres vivir un nuevo futuro; por eso te atormentas mucho. La vida no da muchas oportunidades pero Dios sí, él ve el sufrimiento del hombre arrepentido y te da una oportunidad más… una esperanza a tu vida. No la desperdicies porque nadie te la dará.
¡Oh Dios! Tiene razón. La muerte de Adam no me deja respirar aire nuevo, y sé que el querrá que lo haga, pero no quiero entrar en razón por estar amarrada a algo que no cambiará ni volverá. Estoy cansada y al mirar ese cuadro sé que Adam nos cuida.
Al día siguiente, bonito día les diré, extrañé que Chris no se encontrara “bailando”, como usualmente lo hace por las mañanas. Luego de desayunar con buen apetito, me dirigí a mi habitación a bañarme y observé en el espejo que mi bebé crecía; se me nota el crecimiento y la ropa ya no me quedará.