Una carta a Lucía

Nosotros

 

Después de nuestra ruptura todo se vino abajo. Finalmente se había consumado lo que menos deseaba, el fin de nuestro vinculo amoroso. Estaba destrozado. Lagrimas no paraban de brotar sobre mis mejillas, pues ahora te habías convertido en un recuerdo, en el recuerdo más hermoso que he podido vivir. Escuché las canciones que solíamos escuchar juntos bajo las estrellas y rompí enseguida en llanto. No podía asimilar la perdida ni el dolor que me ocasioné yo mismo, pues fui yo quien termino la relación. Fue mía la culpa. Una relación que termine por mi egoísmo punzante y mi alevosía por estar solo una vez más, te amaba, pero extrañaba la soledad. Tuve que elegir y me elegí a mí mismo. Me detesto por ello. Comí helado. Vi películas, las mismas que solía ver contigo, tu increíble gusto cinematográfico quedo presente en mi mente. Extrañe ese día sentir el calor de tu cuerpo, ver tus ojos negros mirando dentro de mi alma. ¿Qué había hecho? Te extraño demasiado. Me dije a mi mismo ya va a pasar, es solo una relación. Espero que sea de ese modo, sino me vere forzado a caer en un abismo que yo mismo cave, empujado por mis decisiones, que yo mismo tome. Échame la culpa, me la merezco. Tienes un lugar en mi corazón. Tienes mi corazón en tus manos. El día de ayer te lo entregue, dentro de esta tormenta fue la decisión más noble que tome. Darte mi corazón. Espero que tengas una noche hermosa y que se te sea fácil el duelo.  

 

Los días pasaron hasta que me levanto por un sueño que tuve contigo, soñé que me mandabas esos buenos días que tanto me alegraban mis mañanas. Me desperté y revisé mi celular. No había notificaciones tuyas, en realidad, no había notificación alguna de nadie. Me sentí desolado, perpetuamente roto y vacío, había entendido que te habías ido. No lo puedo asimilar. No lo quiero asimilar. Sali con unos amigos de fiesta, no tenía ánimos para salir pero lo hice, sentí que iba a ser mejor. La pase mal, tan solo quería estar contigo recostado. Acariciando tu cabello oscuro liso, enterrándome en esa enredadera de hilos negros. Te extrañe nuevamente. Me fui temprano de la fiesta, me sentí solo, aun con la multitud rodeándome. No soporte que me pregunten por ti, que nos había pasado, me supero la situación y se me hizo insufrible. Al llegar a mi casa escuche música. Un sentimiento de soledad me invadió la mente, tome whiskey hasta quedar inconsciente y dormir. Llore. Y luego me tumbe sobre la almohada imaginando que era tu pelo.  

 

Me levante terriblemente agotado y con dolor de cabeza. Encendí un cigarro y me miré al espejo. Vi a través de mis ojos un recuerdo nuestro, nos encontrábamos bailando en aquel callejón de camino a tu casa. Oh, detestaba bailar, pero contigo bailaba, torpemente, pero lo hacía porque eras tu. Decidí almorzar nuestra comida favorita. Brotaban recuerdos y lágrimas al igual que la salsa se desbordaba en del sartén, yo me desbordaba en llanto y pesadumbre. Me tranquilicé, pensé que era normal. Había terminado una relación recientemente, me sentía mal. No pensé que iba a afectarme de la forma en la que lo estaba haciendo, pues me había acostumbrado a estar feliz con tu presencia en mi casa. Fui al trabajo. No me pude concentrar, me llevé regaños por parte de mi jefe. No le iba a comentar la situación que estaba atravesando, no éramos cercanos. Volví a mi casa. Fume cigarrillos. La cabeza me estallaba de memorias y de tu voz. Tomé nuevamente alcohol, y nuevamente yací inconsciente en mi cama. No soportaba estar despierto.

 

Soñé nuevamente contigo, estábamos los 2 en un tren de camino a tu casa, apoyaste tu cabeza en mi hombro y mi miraste con enojo y tristeza. Me levante apenado. Interprete que tu no querías que yo recaiga en mis antiguos vicios pues te había encomendado una promesa. Promesa que rompí. Me sentí avergonzado, desconocido. Almorcé y me fui de vuelta al trabajo. Seguía sin concentrarme y nuevos regaños cayeron sobre mí. Ellos no comprendían que me sucedía, y yo no quería que se interesasen por mi vida privada, “es solo un mal tiempo “dije. Me engañaba a mí mismo y a los que me rodeaban. Llegue a casa y te extrañe. No tenía mi mensaje habitual tuyo preguntándome como fue mi día. Fue devastador. Prendí un cigarrillo y me acosté a dormir pensando en vos. Ahora pensé en el primer día que nos conocimos, parecía como si fuese esta mañana. Estábamos en el colegio, te salude tímidamente y te pusiste nerviosa, yo me reí, y al volverme sobre mi te observe mirándome. Sabia en ese momento que me había enamorado de vos. Me dormí contento, extrañándote obvio.  

No tuve la fortuna de verte en mis sueños los días próximos y te extrañé hasta inclusive en ellos. Hoy me levante de la cama extrañamente de buen humor. Ordené mi habitación y leí un libro al tiempo que almorzaba. Me sentí un poco mejor. Encendí un cigarro y me dispuse a ir al trabajo. Me pude concentrar un poco más esta vez. Al llegar a casa pase por esa cafetería que tanto amábamos.

Pedí lo que siempre pedíamos, esta vez solo para mí, pues ya no estabas. Mire mi silla de enfrente vacía y me imagine tu sonrisa, dientes blancos que me reflejaban e iluminaban el corazón. La añoranza se apodero de mi merienda. Camino a casa fume un cigarrillo. Llegue, limpie mis cosas y me dispuse a dormir. Este día no estuvo tan malo. Pude conciliar el sueño después de un par de días oscuros.

Me perseguiste en mi sueño. Estábamos corriendo por una bella sierra, rodeados de flores y arboles gigantes. Reíamos y nos deteníamos a besarnos, te bese en la frente. Estabas feliz, justo como quería que estuvieses ahora que ya no sé nada de vos. Me levanté aliviado, pensé que ya me estabas olvidando. Mis sospechas se confirman al ver tu posteo en Instagram con tus amigas, estabas feliz. Y yo me alegraba a la distancia. Almorcé, y me fui nuevamente a cumplir con mi rutina de trabajo. Fue un día normal en la oficina. Pude integrarme de nuevo con mis compañeros de trabajo. Tu nombre surgió en la conversación y no pude evitar sonreír, y sentirme a la vez, solo. Regresé a casa, de camino vi ese parque en el que solíamos sentarnos a leer y escuchar música. Me senté a fumar un cigarro y a extrañar tu presencia al lado mío. Te extrañe y mi mejilla se empapo con gotas de sal que caían de mis ojos. Volví a casa y pensé en escribirte. Quería saber cómo había ido tu día solamente. Recapacité y me di cuenta nuevamente de que ya no estabas. Un alud de soledad me invadió. Intenté dormir, pero no pude. Mis pensamientos y nuestros recuerdos me habían arruinado el día. Fumé y me dispuse a dormir.  




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