Una Carta Para Erick

1

El cabello negro de Leo caía suavemente por su rostro, queria encontrar las palabras necesarias para aquella carta que escriba ya desde hace tiempo pero que no encontraba como finalizar.

Escondía su rostro detras de finas letras escritas en papel, tan finas que se llagarian a confundir con los hilos de luz del amanecer, tan finas que aquel que la leyera quedaria prendado de tan bellos versos.

Vuelo de escenas utópicas alimentaban su mente y su corazón, daban vida a las bellas palabras que plasmaba en hojas de papel.

Leo, confesarse quería, pero no podia, la sociedad de mente cerrada y de lengua venenosa le asechaba todos los dias, posedor de corazon poetico encerrado en cuatro paredes junto con sus versos.

Y en sueños le veia, tan claro como el cielo, tan bello como la flor en el campo de primavera, tomando su mano, su rostro iluminado por los rayos del sol.

Sin embargo, la imaginacion no llegaba, por mas que se esforzaba para dar final a los versos, no tenia ya inspiración, necesitaba ver esos ojos marrones que hipnotizaban su mente.

Pero ese no era su problema.

El problema no era la falta de inspiración o imaginacion por parte de leo.

Su problema.

El miedo al rechazo por parte del ser amado, la vergüenza de que Erik se enterara de la verdad sobre los versos de la carta, la pena de tener que mirarlo a los ojos y decirle lo mucho que lo queria.

Leo, solo pensaba en la destrucción de si mismo, la ruptura de su corazon al escuchar un "no" como respuesta, la vergüenza que tendria que pasar o aquello a lo que mas temor le tenia, que le señalaran.

Creaba a cada dia, en su mente, una historia irreal, un par de conversaciones que, ni aunque le pidiera al hada de los deseos se haria realidad.

A menos que...

Leo decidiera enfrentar a uno de sus mayores miedos, hablar de frente con Erik, confesarle que, en sueños permanecían juntos a la luz de la luna pensando en aquella ocasión en la cual se conocieron.

Deseaba tener valor como aquellos que, en las historias, peleaban contra dragones y hechiceros, contra monstruos y maldiciones, que al final el ser amado los aceptaba.

Pero ninguno de estos era su caso.

Nada de lo que soñaba se haria realidad si no enfrentaba su miedo, jamas sabria la verdadera respuesta.

Tal vez Erik sentia lo mismo por el joven poeta, tal vez el chico de ojos cafés estaria encantado de que, Leo, le susurrara bellas palabras al oido, tal vez las escenas utópicas de las que vivia leo, serian llevadas a la realidad.

De tan solo pensar en la posibilidad de una respuesta afirmativa, una corriente eléctrica recorria su espina dorsal.

¿Cuánto tiempo?

No lo sabia, no sabía cuando tiempo mas permanecería sin redactar el último párrafo de la carta.No sabia cuanto tiempo le tomaría aceptar que le amaba, no sabía cuando tiempo le quedaba para entregar la hoja de papel al destinatario.

Suspiraba y miraba el techo, un suave rose de sus propias manos, solitario entre cuatro paredes pensando en lo que sucederia después, su mirada estaba fija en algun punto de la habitación, sin moverse, escuchaba atentamente el palpitar de su corazon y el vaivén de sus pulmones al respirar.

Su mente divagando en el universo, sin otro pensamiento que la bella sonrisa de Erik, sin otro sueño que su reacción, sin mas ilusiones que poder envolverle entre sus brazos, tenia la esperanza en que algun dia pudiese probar aquellos dulces labios.

Te amo

Susurro al aire, susurro como si su vida dependiera de ello, susurro tan tenue con la esperanza de que, en la distancia el ser amado pudiese escuchar aquellas palabras.

Sus ojos lentamente se cerraron, el cansancio se apodero de su cuerpo, cuando sus parpados por fin tocaron sus pómulos, sonrió, pues ahí, en los brazos de morfeo podía por fin estar a su lado.

El tiempo paso lentamente, la luna estaba ya en su punto mas alto, el reloj cucú anuncio la media noche, Leo se sentó en el borde de la cama y sin motivo aparente comenzó a llorar.

Largo tiempo paso entre sollozos, desahogando su corazón, sacando aquello que oprimia su mente, expulsando lo que atemorizaba su cuerpo.

Sin lograr de nuevo conciliar el sueño, decidió a su carta dar lo que faltaba, y el último párrafo por fin redactado estaba.

Leo leyo una y otra vez su propio escrito, sonriendo, le habia gustado lo que habia plasmado, dispuesto a entregar el papel al destinatario a la mañana, preparo una hermosa rosa roja con la carta puesta en lugar de una de sus hojas.

Con la sonrisa en su rostro volvió a dormir esperando con ansias el despertar del sol, para con sus rayos y su calor, otorgar al menos una pequeña parte de sus sentimientos.

Las manecillas del reloj parecían tener la misma prisa, las mismas ansias, parecían rebosar de felicidad como aquel corazón que yacía plácidamente dormido.

La luna dio una ultima vista al joven Leonardo, mientras el sol le daba un tierno beso en la mejilla, el reloj marco la mañana, con los nervios comiéndolo por dentro, por fin se levanto, tomo entre sus manos aquel papel, salio de casa a toda prisa como si aquello significara el fin de sus días, un par de calles mas adelante, choco con aquellos ojos cafés.

Erik le miro a los ojos, un brillo inusual había en ellos, Leo entregó en las manos del chico la carta y salio como un rayo de ahí, Erik sorprendido por la acción, tomo el pedazo de papel entre sus dedos y con delicadeza lo extendió, se encontró con aquel perfume de rosas que tanto le gustaba y comenzó a leer, en su mente resonaba la voz del joven poeta, imaginaba a leo sentado en el escritorio redactando cada letra, luego de llegar al final de dio cuenta que...sus sentimientos eran los mismos.



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Editado: 18.02.2018

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