Una chica de campo

008| Nervios

Está mañana amanecí un poco desconcertada y de alguna extraña manera siento que no será un buen día, quizás solo se trata de esas sensaciones que muchas veces tenemos de que algo simplemente no está funcionando como uno desea o posiblemente se trata de alguna especie de corazonada y a las corazonadas siempre hay que hacerles caso o al menos en su mayoría. No exactamente tengo miedo, más bien es un tipo de nervios que afecta hasta lo más recóndito de mi cuerpo va desde mi cabeza hasta las puntas de los pies y se siente extraño. 
Y quizás ese es el motivo por el cual no quería asistir a clases — aparte del cuaderno, claro —, pero ya estoy entrando a la escuela, así que solo me resta saber que era lo que mis corazonadas querían que evitará. 
Veo a Jake desde lejos, está en una jardinera recargado, pero hay algo raro en él y es que lo observó muy pensativo, así que con toda la velocidad que mis pies me lo permiten camino para llegar junto a él. 
Me recargo justo a un lado de donde Coleman se encuentra, pero al parecer está muy perdido en sus pensamientos que no siente mi presencia, entonces recargo mi mano sobre la suya y enseguida sacude su cabeza y voltea a verme.

— Hola — dice casi sin ganas.

Me limitó a sonreír y asiento respondiendo su saludo.

— Piensas mucho — levanto la vista al cielo que para mi suerte en este momento más de la mitad se encuentra con tonos azul fuerte y unas pocas estrellas, mientras que la parte restante del cielo empiezan a verse colores amarillos y rosas, tan típicos del amanecer.

En un pestañear, el chico que esta frente a mi decide colgar entre sus hombros su mochila y hablar.

— Vamos al salón.

Durante ese corto pero ya tan reconocido camino ninguno de los dos menciono alguna palabra o intercambio algún gesto, fue hasta que llegamos al aula y hablo.

— Traigo el cuaderno — voltea a verme rápidamente con una velocidad impresionante — pero...

— ¿Es algo malo? ¿Tengo que preocuparme? — interrumpe, mientras deja su mochila en su banca.

Sonrío un poco y niego con mi cabeza provocando que mi cabello se revuelva un poco, lo miro y enseguida puedo notar que la mirada y los hombros de Jake se relajan un poco. 
Tomo nuevamente mi mochila y la recargo en la banca que esta frente a mí y empiezo a rebuscar entre mis cuadernos la libreta color rosa con un dibujo bastante extraño, cuya dueña lamentablemente no soy de su agrado y al parecer jamás lo seré, no importa.

— Ahora prométeme que no te enojaras — asiente sin ánimos de decir algo — accidentalmente... bueno fue un pequeño accidente no era mi intención, pero los accidentes ocurren, pero mi amigo decía que los accidentes no ocurren más bien...

Me interrumpe.

— Sólo dilo, quieres.

Respiro un par de veces antes de poder hablar y como si fuera inercia cierro mis ojos para poder decirlo.

— Rompí una hoja del cuaderno, por favor crea una excusa para Renata — hablo muy rápido, que apenas le dio tiempo para comprender lo que acabo de decir o eso creo, porque no menciona ni una sola palabra.

Aún con los ojos cerrados siento que toma el cuaderno que esta entre mis manos, entonces decido ver su reacción y abro lentamente mis ojos, hasta tenerlos completamente abiertos.

— Sólo fue un pequeño corte, ya ni la vez que tire té sobre su cuaderno de física — ríe pero sin ánimos, esto no es normal de él — descuida le diré que fue un accidente mío.

Murmuro un pequeño pero entendible gracias.

— Jake, no estás bien hoy — toco débilmente su hombro, el chico de la bonita sonrisa sacude su cabeza y junta sus manos para llevarlas a su cara y después para alborotar su cabello — sabes que puedes confiar en mí — una fina línea se forma en mis labios al pronunciar aquellas palabras.

Él asiente e inhala repetidas veces, las comisuras de sus labios se elevan un poco, esperando a que las palabras salgan por si solas. Pero al parecer no tiene las palabras correctas.
Bufa.

— Me siento extraño, sabes. Es como si hoy fuera a pasar algo fuera de lo común y que llevo tiempo esperando o quizás algo que no esperaba desde hace varios años, pero no sé cómo que, sé que no es bueno, desde que desperté siento eso, — frunzo un poco el ceño — me siento ansioso, un poco frustrado no sé cómo explicarlo, es...

— Difícil — complemento.

Asiente y su desordenando cabello se mueve. Lo miro y me veo en la necesidad de hacer o decir algo, así que tomo delicadamente sus manos para que deje de temblar y al hacerlo se tranquiliza un poco.

— Tranquilo, es mejor que no trates de pensar en que puede ocurrir — digo mientras lo veo a los ojos — te pondrá más ansioso.

Meneo un poco la cabeza y le doy unas leves palmaditas en sus hombros en señal de que se tranquilicé. 
Aun que resulta ser irónico, es decir estoy tratando de tranquilizarlo pero al mismo tiempo me siento casi igual o hasta peor. 
Se empiezan a escuchar murmullos así que decido irme a sentar mi lugar y tratar de pensar en cómo resolver el problema de cálculo que me falto. Él hace lo mismo, solo que en vez de hacer alguna tarea saca sus audífonos y cierra los ojos.



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En el texto hay: adolescentes, ciudad, amor

Editado: 07.09.2020

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