Una choni entre champán

El tiempo se detiene

Jorge la observa marcharse, ni siquiera se da cuenta de que Bárbara le está hablando.
—Es tan vulgar y mal educada, ¿no crees?
—¿Qué?, si —responde sin saber a qué, algo en Estefanía le llama la atención, lo atrae, también siente frustración porque parece que no consigue pensar en otra cosa desde que la vio por primera vez.
Unos días después la idea de la boda es más real, su abuelo empieza a realizar preparativos, preguntar a Estefi sobre sus preferencias e insistir en que vaya buscando un vestido de novia.
La joven no está nada segura de lo que está a punto de hacer, tiene un sentimiento de amor odio hacía Jorge, y toda la impresión de que se avergüenza de ella, o incluso la odia.
—¿Me estás escuchando, hija? —le pregunta Miguel, devolviendola a la realidad.
—¿Qué?
—Esta tarde vendrá un fotógrafo, me gustaría que te vistieras más ...sencilla, ¡no me mal intérpretes, a mi me gusta que seas tú misma!, pero son fotos muy importantes para la prensa y comunicación de la boda, ¡es importante que parezca que estáis enamorados! 
Estefanía según lo escucha, más difícil lo ve, no por la ropa, mientras pueda llevar algo a su estilo se conforma, sino por esa última parte, estar enamorados, ¡si no son capaces de estar cinco minutos juntos sin discutir!
—¡Uf, tronco!, lo veo chungo...
Esa tarde, Jorge estaba allí a la hora que Miguel le había pedido, mientras preparaba la cámara el fotógrafo, miraba a Estefanía, esta miraba a cualquier lado menos a él.
—¿Vas a mirarme con amor, no? —empezó Jorge a bromear, queriendo alterarla.
Estefi lo mira, su expresión deja clara la respuesta.
—¡Bueno, pareja, venir aquí! —los llama el profesional.
Se acercan, acomodándose como dos palos, uno al lado del otro.
—¿Pero qué pasa?, ¿pelea de enamorados?, ¡así no puedo trabajar! —exclama ante la pelea de la pareja.
—¡Pegaros un poquito venga! —añade Miguel, observándolos mientras intenta no reírse, parecen dos niños pequeños.
Estefani mira orgullosa a Jorge, se acerca un poco más, él hace lo mismo.
—¡Un poco más, abrázala! —le ordena el fotógrafo.
Jorge, obediente, la abraza, no la mira a las ojos para no caer en su embrujo, Estefi intenta posar las manos en su espalda sin tocarlo.
—¡Entiendo que estéis nerviosos por la boda... pero hacer el favor de dejarme trabajar!, ¡vamos no te cortes muchacho, abrázala!, ¡y tú! —señala a Estefanía —. ¡No te va ha morder, posa una mano en su pecho y míralo a los ojos!
Estefi resopla.
—Dudo mucho que no muerda...
—¿Qué? —pregunta Jorge.
—Que dudo que no pueda —miente con una fingida sonrisa.
Tal como les ha pedido el fotógrafo, Estefi posa una mano en su pecho, nota debajo de ella como el corazón de Jorge late con energía, lo mira a los ojos y no tarda ni un minuto en perderse en ellos.
Jorge, al igual que ella, obedece, pasa una mano por su cintura, se levanta la camiseta que lleva debajo y siente la piel suave de la chica en su mano, la mira a los labios y después a los ojos, nuevamente, está embrujado.
Luis se acerca para curiosear la sesión de fotos y se queda al lado de Miguel.
—¿Qué te decía?
El mayordomo asiente sorprendido, cualquiera que los viera así, pondría la mano en el fuego porque están enamorados.
—¡Daros un beso! —les pide el fotógrafo.
—¡No!, ¡yo por ahí si que no paso! —se queja Estefanía apartándose.
Jorge, al igual que la anterior vez, la coge de la muñeca y lo pega a él, pero esta vez la besa, despacio, con dulzura, coloca la mano en su mejilla, notando el tacto caliente de esta, el tiempo se ha detenido, no hay nadie a su alrededor para ellos, solo Jorge y Estefanía.
—¡Esto mucho mejor!, ¡qué bonito es el amor! 
Al escucharlo, se separan ambos como si hubiesen recibido una descarga eléctrica.
Estefi lo mira, confusa por como la ha besado, ha tenido algunos rollos, pero nunca había sentido el tiempo detenerse con un beso.
—No te he mordido, ¿verdad? —le pregunta Jorge con una sonrisa burlona.
La chica, molesta y pensando que lo ha hecho con mala intención, lo mira con rabia.
—¡Besa mejor el Brayan! —suelta como una adolescente.
—Pero te vas a casar conmigo, así que acostumbrate —responde habiendo surtido efecto el propósito de Estefi, no sabe por qué, pero le molesta saber que la ha besado otro hombre.
—Ya, no me lo recuerdes...
—¡Bueno niños, niños!, ¡haya paz, os vais a casar, seréis los novios más guapos de toda Venezuela!
—¡Cierto!, ¿de qué color será tu vestido, amor?, ¿verde, rosa, fucsia? —la provoca Jorge.
—¡Negro!, ¡será negro! —grita exasperada antes de irse hacía la casa.
—¿Tanto te cuesta dejar de reírte de ella? —le pregunta Miguel al ver la situación.
—Me parece muy divertido, la verdad.
—¡Veremos si te parece igual de divertido cuando perdamos la empresa!, mi hermano regresa mañana, ¡a la mínima que sospeche de este matrimonio falso, se encargará de hacerlo público y quitarnos todo!
—Vale vale, voy a arreglarlo.
Con decisión, y con las palabras de Miguel en la cabeza, entra en la casa, encuentra a Estefanía sirviéndose un zumo de naranja.
—Oye, perdóname, no quería molestarte.
—¡Lo dudo! 
Dispuesto a fingir, se acerca a ella más.
—Hablo en serio, me gustaría empezar de nuevo, me llamo Jorge, ¿y tú? 
Estefanía lo mira con desconfianza, pero esa sonrisa reluciente y preciosa, junto con la expresión de perrito desvalido, le puede.
—Está bien, yo Estefi, para los amigos.
—Bien, Estefi, ¿te gustaría cenar conmigo esta noche? 
Lo piensa por un momento, podría ser una trampa... podría hacerlo para reírse de ella.
—Me encantaría que aceptaras —agrega, al notar su silencio indecisa.
—Vale, acepto —le dedica una sonrisa.
Estefanía no había tardado tanto en vestirse como esa tarde, después de dar mil vueltas al armario, a su maleta y todo el maquillaje, acaba por decidirse con ser fiel a su estilo.
Baja las escaleras con una agradable sonrisa, emocionada por empezar de cero con el guapísimo Jorge.
—¡Estás...preciosa! —la adula su abuelo.
—Un poco colorida pero si —añade Luis.
—¿Qué?, ¿colorida?, ¿es demasiado?, ¿voy mal?
—¡No! —gritan ambos hombres al unísono, si vuelve a cambiarse acabarán cerrando el restaurante, piensan ambos.
Estefi llega en el coche de su abuelo, Adolfo le abre la puerta para que salga.
—Que se divierta, señorita.
—¡Gracias, colega! —le dice mientras le da un pequeño puñetazo en el brazo, obviamente no tiene la bastante fuerza para hacerle daño.
Entra en el restaurante, un camarero vestido de traje la acompaña a su mesa, se queda sin expresión, pensaba que estarían ellos dos solos, en vez de eso, hay una pareja que no conoce.
—¡Así que tú eres la famosa Estefanía Vega!, me han hablado mucho de ti...
—le dice la mujer.



#7319 en Otros
#1172 en Humor
#12639 en Novela romántica

En el texto hay: 349000, acabada

Editado: 21.09.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.