Una choni entre champán

Cena familiar

Estefi se separa de él, dándole una bofetada que resuena en la habitación.
—¿De qué vas, eh?, ¡qué quede muy claro, seré tu esposa, pero a mí no me vas a dejar preñada como a esa! —le grita furiosa, en su cabeza dan vueltas una y otra vez, la imagen de Jorge feliz con Bárbara y su bebé.
Antes de irse, lo fulmina con la mirada, aunque al pasar la puerta de entrada y salir a la calle, siente como las mariposas de su estómago caen de una en una.
Al llegar a la mansión, se encuentra, desgraciadamente, con Octavia.
—¿Qué te pasa, querida?, ¿un mal día? —pregunta la señora con sarcasmo.
—¡Ahora no, no estoy de humor! —le dice intentando evitar una discusión innecesaria.
—¿Por qué?, ¿no te ha sentado bien la noticia? 
Estefi al escucharla, llena de rabia, baja el escalón que había subido y se dirige hacía ella, la mujer da dos pasos atrás con miedo.
—¡Escúchame bien vieja arpía, no me voy a ir!, ¡así que ya puedes escupir el veneno que quieras! —le dice muy seria, se da la vuelta y sube las escaleras.
Esa era la última noche que sus amigos estaban con ella, así que se dió una ducha fría para quitarse el mal rollo y la tristeza, bajó las escaleras y se juntó con ellos.
—¡Cómo te voy a echar de menos, tronca! —le dice Vanesa.
Trini está pegada a Alfredo, sonriente pero triste por marcharse.
—¡Y yo, tía, a los dos! —sonríe abrazando al fuerte chófer.
Cenan entre risas, solo con su abuelo por suerte, la bruja de Octavia se ha quedado en su habitación después del rapapolvo que le echó Estefi.
—¡Estirao, cena con nosotros, mañana se van! —invita a Luis con una sonrisa y bromeando.
Este lo hace, uniéndose al jolgorio, se reconoce a si mismo que él también los va a extrañar.
A la mañana siguiente se despiden entre abrazos, lágrimas y un hasta pronto, una vez se suben todos al coche que les llevará al aeropuerto, Brayan se queda solo con Estefanía.
—Si necesitas algo, solo tienes que llamarme, ya te he dicho lo que siento por ti —le dice él, para después abrazarla.
—Si, lo sé —responde ella entre la seguridad de sus brazos, empezando a sentirse más sola que nunca, sin ellos allí, iba a ser una tortura.
Miguel la abraza por los hombros al verla tan triste por su marcha.
—Podemos pedirles que vengan en unos meses —le dice queriendo que se sienta mejor.
—¿En serio? —pregunta emocionada.
—Claro que si, hija, tus amigos serán siempre bienvenidos.
Lo abraza agradecida y entran juntos a la mansión, sintiendo escalofríos por la vuelta del silencio.
—Esta casa no será lo mismo sin ellos —dice Luis.
Estefi lo mira de reojo.
—¡Reconoce que te han caído bien! —le dice Estefi burlona.
—A mi, que va... —niega con un guiño y una sonrisa.
Los siguientes días fueron monótonos, aunque vivían con su abuela, esta no socializaba con ellos, intentaban salir de excursión para que no se les cayese la casa encima, pero al volver, era igual de triste. 
Jorge no había ido ni un día desde la discusión, Estefanía imaginó que estaría con Bárbara, se lo confirmó Octavia en un encontronazo al bajar a la cocina.
—Hoy fui a ver a los futuros papas, ¡estaban tan felices!, sobretodo Jorge, le entusiasma la idea.
—Pues muy bien ...—le contesta la joven no entrando al trapo.
—¿No quieres saber que nombre han elegido? —insiste Octavia buscando pelea.
—¡No, no quiero saberlo! —le grita yéndose de la entrada hacía la calle para coger oxígeno, siente que se va a ahogar.
Una semana después, el susodicho hace acto de presencia, pillando a Estefanía por sorpresa.
Cuando vuelve del refugio de animales, decidió ocupar su tiempo en ser voluntaria, se encuentra a su abuelo charlando con él.
—Hola, Estefi —la salida.
—Soy Estefanía para ti —le responde orgullosa.
—¿Podemos hablar? —pregunta ignorando su aclaración.
—No, no tenemos nada de qué hablar.
—En realidad si, hiciste una promesa y debes cumplirla —le dice él muy serio.
—¿Cómo te atreves a hablar de promesas?
—Estefanía, escúchame.
—¡No! 
—Hija, por favor —le ruega su abuelo, últimamente parece más débil y cansado, por respeto a él, cede.
—Tú diras.
—Deberias empezar a ir a la empresa, aprender y trabajar.
—Aja... —asiente fingiendo desinterés.
—Y debe parecer que hemos hecho las paces, nos están investigando, tu abuela ya a corrido la voz con los inversores.
—¿Eso es todo? 
—Si.
—Vale —responde y se va, dejando a los dos hombres en blanco, mirándose mutuamente.
Durante la cena, Jorge se ha quedado por invitación de Miguel, en un intento para que la pareja arregle sus problemas.
Octavia, más que dispuesta a meter más leña al fuego, también se incorpora en la mesa.
—¿Cómo va el embarazo de Bárbara? —pregunta a Jorge, mientras mira de reojo a su nieta.
—Bien —responde él secamente.
—¿Tiene muchas náuseas?, ¡Ay, recuerdo cuando estaba embarazada de su madre!, ¡era horrible! —señala a su nieta y sonríe.
Jorge, sabiendo muy bien las intenciones de la señora, no responde, en cambio se dirige a Estefi.
—¿Mañana te vengo a buscar para ir a la empresa juntos? 
La chica lo mira seria, no puede ser descortés con él delante de Octavia.
—Claro, amor —responde fingiendo una sonrisa.
Pero la señora sabe muy bien la situación del matrimonio, contraataca.
—¿Y cuando os vais a mudar juntos?, es lo normal, ¿no?
Estefi y Jorge se miran, ninguno había pensado en eso, ni tampoco saben que decir, finalmente Miguel responde por ellos.
—Estefi se mudará en unos días, solo quería pasar unos días más conmigo.
Su nieta le da una pequeña patada por debajo de la mesa a su abuelo por ponerla en ese compromiso.
—¡Oh, vaya!, ¿y Bárbara lo sabe? —pregunta encontes a Jorge.
—Ella no tiene nada que ver en esto, fui muy claro, me haré cargo de mi hijo, pero a quién quiero es a su nieta —corta tajante, mirando al decir esto último a su esposa.
Eso ha sido suficiente para que la vieja guarde su lengua afilada, pero Estefi se levanta y sale corriendo hacía su habitación, sin pensárselo dos veces, Jorge hace lo mismo y la sigue, cogiéndola en mitad de la escalera.
—¡Espera, Estefi! 
—¿Qué quieres, eh?, ¡volverme loca!, ¡porque lo estás consiguiendo! —le grita llorando.
—No, pequeña, no, lo que he dicho es cierto.
Estefi se ríe con ironía.
—Ya, ¿pero sabes lo que pasa?, ¡qué debiste pensarlo antes de traer un renacuajo al mundo!
Se suelta con furia de su brazo, con tan mala suerte que tropieza con el escalón y cae escaleras abajo.
Dolorida, llora y maldice con todas las palabrotas que sabe, todos la escuchan y se acercan.
—¿Qué ha pasado? —pregunta Miguel, arrodillándose a su lado.
—Nada, yayo, estoy bien, me he tropezado.
Jorge la mira, se siente culpable, si él no la hubiera detenido, no, si él no se hubiera acostado con Bárbara, ahora serían felices y Estefi no estaría llorando en el suelo.
—Vamos, te ayudo —le dice intentando ayudar.
—¡No me toques! —le grita furiosa.
Jorge se vuelve a poner de pie, mira a Miguel y se va.
—Solo quería ayudarte, hija —le dice este.
—Ya ha hecho bastante por mi —le contesta ella, viendo cómo cambia la carita de su abuelo.
—Perdona, yayo, estoy dolorida y cansada, no quería ser chunga contigo.
—No, perdóname tú, no debí pedirte algo así, no eres feliz, está a la vista, mañana arreglaremos la situación —le dice sonriendo, dispuesto a perder todo por ella, finalmente el dinero solo es eso, dinero, y la empresa, bueno, pronto dará igual, pero su nieta, es irreemplazable.



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Editado: 21.09.2022

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