Una choni entre champán

El despacho

Estefi no durmió nada esa noche, se sentía culpable por la tristeza de su abuelo, ¡no era justo, ella no había pedido nada de eso!, y ahí estaba, dando un año de su vida para que Jorge y él no perdieran todo.
Por la mañana, aún con legañas en los ojos, llamó a su esposo.
—¿Qué quieres, Estefi?, ya me dejaste muy claro lo que sientes anoche.
—No te llamo por eso, ven por mi y vamos a currar.
—Está bien, espérame en media hora.
Estefi cuelga la llamada sin un adiós, sin tener ni idea de cómo continuar con su falso matrimonio.
Puntual, lo espera en la puerta, Jorge al llegar la mira detenidamente.
—¿No podrías haberte puesto algo más formal? —le pregunta al verla con su estilo habitual.
Estefi levanta una ceja.
—Si te molesta, no me mires —responde la chica, seguirá con el plan inicial, pero a su manera, siendo ella misma.
Sube al coche con la cabeza bien alta, Jorge la mira antes de arrancar.
—¿A qué esperas?, arranca ... —le dice ella impaciente.
Ya en la oficina, Jorge la lleva a un despacho libre que ahora será el suyo, todos la han mirado con curiosidad, Estefi los ha ignorado y seguido su camino.
—Ahora vendrá un becario a darte instrucciones —le informa Jorge.
—¿Cómo?, ¿no me vas a enseñar tú?
—No, yo tengo mucho trabajo que hacer, tranquila, estás en buenas manos —le aclara antes de irse.
Estefanía observa el cuarto, no lo imaginaba así, aunque es frío, es grande, las paredes son de color amarillo claro, tiene un pequeño sofá, el escritorio, un par de sillas y un ordenador portátil.
—¡Hola!, ¿eres Estefanía? —pregunta asomándose a la puerta un chico de más o menos su edad, con gafas, pelo negro y ojos marrones. 
—Si, soy yo, Estefi para los colegas —sonríe.
—Yo soy Maximiliano, Max para los colegas —responde sonriendo también, agradecido de que la joven parezca tan simpática.
—¡Tú y yo nos vamos a llevar bien! —le dice ella asintiendo con la cabeza.
—¿Nos ponemos al lío? —pregunta el joven.
—¡Claro, al lío! 
Pasan toda la mañana trabajando, Max se sorprende porque aprende con rapidez, les da tiempo a reírse y conocerse, ahí descubren que ambos son de España, el chico se crió muy cerca de donde lo hizo Estefi.
Al mediodía llega Jorge para ver cómo va, imaginando un desastre, pero cuando entra ve que la realidad es otra, los dos están riéndose y Estefi parece muy cómoda allí.
—¿Ya habéis terminado?, cómo os veo tan tranquilos...
—¡Pues si!, ¡somos unos cracks! —responde una Estefi orgullosa consigo misma.
—¿En serio? —pregunta de nuevo asombrado.
—En serio, jefe, aprende muy rápido y ya hemos acabado todo lo que me pidió —confirma Max.
—Bueno, ¿y no tenéis nada más que hacer que estar de charla? —pregunta un poco frustrado, estuvo toda la mañana esperando verla asomarse en su despacho para pedirle ayuda.
—¡Claro que tenemos algo mejor que hacer! 
—¿El qué? —pregunta el becario sorprendido.
—¡Nos vamos de compras!, mi despacho no puede ser así de turbio...
—explica dramatizando una cara de terror.
—Estefanía, esto no es el patio del colegio, sino un puesto de trabajo —le dice muy serio Jorge.
—¿Y no puedo trabajar en un lugar bonito y cómodo?, ¡yo creo que sí!, te recuerdo que también es mi empresa —responde altanera, dejando muy claro que a ella no la van a rebajar.
—Está bien, haz lo que quieras —se rinde su marido, sabiendo que diga lo que diga, no va a lograr nada.
Durante las compras, Estefanía invita al becario a comer, después entre los dos escogen diferentes cosas para decorar y van a una tienda de pintura.
—¿Tú crees que no se enfadarán cuando vean que has pintado el despacho?
Estefi sonríe.
—¡Tranquilo, tío!, ¡va a quedar niquelado!
Cargados hasta arriba, entran en el edificio, la recepcionista los mira incrédula y llama a Jorge.
—Jefe, me pidió que le avise cuando vuelvan, bueno, han vuelto, bastante cargados...
—Muy bien, gracias —responde con seriedad.
Sale de su despacho y va al de Estefi, Max y ella ya están haciendo cambios y está todo patas arriba.
—¿Se puede saber que estáis haciendo? —al escucharlo Estefi se gira y sonríe, esa sonrisa ablanda el corazón de su marido, se reconoce a si mismo que le gusta verla tan alegre.
—¡Estamos dándole algo de chispa! —responde mientras se pone un mono de trabajo.
—¿Qué haces? —pregunta de nuevo, no pudiendo creer lo que está apunto de hacer.
—Pintar, ¿no lo ves?
—¿No podías pedirle eso a un profesional?, ¿qué imagen vas a dar a nuestros empleados?
—¿La de una mujer alegre y trabajadora? —pregunta afirmando.
Max observa la conversación sin meterse, por miedo a que la cabeza que ruede sea la suya.
Los trabajadores pasan por enfrente de la oficina, mirando con curiosidad.
—¿No tenéis nada mejor que hacer? —les grita Jorge a los que paran, estos se van con temor y rapidez.
—¡Haz lo que quieras, pero rapidito! —concede finalmente Jorge, cerrando la puerta tras de sí al irse.
Serían las diez de la noche y Estefanía todavía no había ido a buscarlo para que la llevara de regreso a casa, preocupado se levanta y va a buscarla él.
Al abrir la puerta, ve como Estefi dibuja muy atenta una flor en la pared, esa que antes era de un amarillo claro y ahora es verde intenso.
—¿Has pintado la pared? —le pregunta sorprendido.
Estefanía se asusta al escucharlo de golpe y se le mueve el pincel.
—¡Qué susto me has dado! —sonríe, una de sus tantas habilidades, es la decoración.
—¿Y Max? 
—Lo mandé a casa hace un par de horas, quería quedarse y ayudarme, pero siendo que no le pagáis nada, no me pareció justo.
—¿Quieres que te ayude? —le pregunta, asombrando a la chica.
—No hace falta, ya acabo —le responde ella volviendo a centrarse en la flor.
Jorge observa con detenimiento la habitación completamente verde, tiene colgados unos cuadros de paisajes y de animales, ha quitado los que había con el nombre de la empresa. Las sillas no las ha tocado, el escritorio tampoco, pero en el sofá hay una mantita azul y un par de cojines.
Se percata en algo que no estaba antes, hay una pequeña mesa con una neverita rosa, vuelve a observarla a ella, está inclinada ligeramente hacía delante, su pelo recogido en un moño y pinta una flor amarillo pollo, aparte de esa hay dos más, un poco más altas que el resto.
—¡Listo! —grita satisfecha —¿te gusta? —le pregunta dando unos pasos hacía atrás y admirando su pequeña obra.
—He de reconocer que queda bastante bien.
—¡Si quieres puedo remodelar el tuyo! —exclama motivada.
—¡No!, ¡del mío ya me ocupo yo! —responde sonriendo.
Se quedan mirando, por una vez no están discutiendo, Estefi agacha la cabeza tímida, Jorge se acerca a ella, pasa los dedos por su mejilla.
—Tienes pintura en la cara —le dice mirándola a los ojos, bajando a sus labios.
—Tengo pintura hasta en el chi... —no acaba la palabra, se pierde en los ojos de su esposo y al igual que él, baja a sus labios.
Se acercan despacio, Estefi se pone de puntillas y apoya las manos en su pecho, Jorge coloca la mano de su mejilla en el cuello.
—Estefi —dice en un susurro.
—Besame —le responde Estefi con él corazón latiendo con fuerza y sintiendo las mariposas resurgir de sus cenizas.
Acaricia con sus labios delicadamente los de su mujer, hasta fundirse en uno solo, cada vez más juntos e impacientes, él no puede parar, lleva tanto tiempo deseando eso.
Empieza a acariciarla por encima del mono, a desabrocharlo llevándola hacía su escritorio.
Pero entonces Estefi vuelve a la realidad, recordando que él ya va a ser papá, y que ella no ha llegado tan lejos antes con un hombre, nada más que besos y caricias, sería un desastre continuar por ese camino.
—No puedo, lo siento —lo detiene separándolo con las manos.
Jorge la mira con ojos brillantes, los labios de la chica tienen el labial corrido y están ligeramente hinchados por el morreo anterior.
—Está bien, lo entiendo, no te pediré nada que no estés dispuesta a darme.
—Gracias, ¿puedes llevarme a casa? —le pregunta agachando la mirada.
—Claro, vamos.
Al salir del despacho, Jorge le da la mano, es un contacto sencillo y típico de parejas, pero que su esposa no lo rechace, sentir el contacto caliente de su piel, le parece suficiente.
Llegan a la mansión, Estefi mira a Jorge antes de bajar del coche.
—Gracias, por todo —le dice sonriendo.
—Es un placer —responde él, sin jugársela a besarla de nuevo y alejarla otra vez de él, paso a paso, piensa.



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Editado: 21.09.2022

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