Una choni entre champán

El bebé

Los meses pasan rápido para Estefi, entre aprender y ordenar, con la ayuda de Miguel, Jorge y Max, apenas ha tenido tiempo para socializar o vivir, y el poco tiempo libre que le queda lo usa para pasar tiempo con su abuelo, el cual cada día está más delicado de salud.
Jorge ha permanecido al lado de Bárbara durante todo el embarazo, la barriga crece tan rápido como los quejigos de la mamá, si no es por el dolor de pies, es por el de espalda y sino por el simple hecho de que no quiere ser madre y condenarse a una vida atada a la criatura.
Jorge y Estefi no pueden evitar las miradas cada vez que están juntos, así sea en una reunión, una comida o cena de negocios, o cruzándose en el pasillo.
En la empresa también ha habido algunos cambios, Estefi ordenó una remodelación total del ambiente, haciendo las oficinas más alegres e inspiradoras, como dijo ella al solicitarlo, un color puede cambiar el estado de ánimo a una persona, y por lo tanto, trabajar más a gusto.
Durante una reunión con nuevos clientes e inversores, Jorge expone su campaña, cuando recibe una llamada de teléfono, mira la pantalla y es Bárbara, muchas veces le ha llamado por nada, pero por temor a que esté de parto o pase algo con su hijo, siempre lo coge, en esa ocasión, acertadamente.
—Me tengo que ir, ya nace el bebé —informa a Estefi.
—Ya me encargo yo, vete tranquilo —le responde.
Después de la reunión, se sienta en su despacho, mirando a la mesa.
—¡Jefa! —la llama Max.
—¡Eh!, ¿qué? —responde, saliendo de sus pensamientos.
—¿Qué ocurre? —le pregunta este, el cual se ha vuelto su mejor amigo y secretario durante esos meses.
—Ya va a ser papá —le dice solamente.
—¡Oh!, entiendo... —responde, sabiendo muy bien lo que le pasa.
—¡No es justo!, ¡soy yo la que tendría que estar pariendo!, ¡a la que Jorge tendría que estar sujetando de la mano mientras lo pongo a parir por el dolor! 
—Tienes razón, no es justo, pero es lo que hay y lo único que puedes hacer es aceptarlo y seguir con tu vida.
Estefi lo mira, pensativa.
—¡Joder, tío!, ¡tienes razón!, ¡siempre sabes lo que de decir!, ¿me acompañas? 
—¿Dónde? —pregunta él sin imaginar la idea que le ha dado.
—¡A comprar un regalo al bebé!, ¿qué mejor para empezar de nuevo que enterrar el hacha de guerra? 
—Estefi, no sé si a Bárbara le hará mucha gracia...
—¡Qué si, hombre!, ¡le va a flipar! 
Después de recorrer todas las tiendas de bebés que pudo y estar indecisa con veinte obsequios diferentes, consigue uno.
A la tarde siguiente, cuando su abuelo va a visitar a la criatura y al recién estrenado papá, ella va con él.
Al entrar en la habitación, ni Jorge, ni Bárbara pueden disumular su cara de asombro, él, de felicidad por verla allí, ella de rabia por verla allí.
A Estefi se le encoge el corazón cuando ve a Jorge acunando al recién nacido, tan grande él y tan pequeñito el bebé, se le cae la baba.
—¡Enhorabuena! —saluda a ambos con una sonrisa, olvidando sus sentimientos.
—Gracias, Estefi —responde Jorge devolviendo el gesto amable.
Bárbara le gira la cara.
—Os he traído un regalo, bueno, al bebé —les dice mientras le extiende la cajita envuelta con un lazo a azul a la mamá.
—No queremos nada tuyo —responde con rabia la mujer.
—Por favor, Bárbara, solo quiero que hagamos las paces, os deseo todo lo mejor, de verdad —le ruega Estefanía, cansada de discutir con ella en cada encuentro.
—¿Y ahora estamos en el patio del colegio?, ¡por favor! no se puede ser más patética...
Estefi, sin saber que decir, mira a Jorge.
—No le hagas caso, muchas gracias por el regalo, si coges al bebé lo abro —le ofrece para su sorpresa.
Estefanía no duda ni un segundo en aceptar, le encantan los bebés.
—¡No quiero que esa coja a mi hijo! —grita Bárbara, ahora sí, mirándola.
—Te recuerdo que también es mi hijo —le dice muy serio, consiguiendo que se trague el orgullo.
Se acerca a Estefi con la criatura y la posa entre sus brazos, en ese momento se rozan, un escalofrío los recorre a ambos al sentirse y se miran, olvidando por un segundo dónde están y con quién.
Estefi baja la mirada y observa al pequeñín que bosteza y mueve las manitas.
—¡Es tan pequeñito! —dice con una tierna sonrisa.
Jorge la mira, maravillado, soñando que es ella su mamá y son un matrimonio feliz, imaginando que se acerca a ella y la besa, pero debe volver a la amarga realidad. Se acerca a la cama, coge la cajita y la abre. 
Dentro hay un conjunto de pantalón y chaqueta verde con rayas blancas y una medalla.
—¡Vaya, gracias, es muy bonito! —le dice Jorge.
—Solo pedí que pusieran la fecha porque no sabía que nombre ibais a escoger —aclara Estefi.
—Se llama Julio —le cuenta Jorge.
—Bonito nombre, ¡hola, Julio! —habla Miguel, que hasta ese momento se había mantenido callado debido a la tensión entre las mujeres.
—¡Te queda bien!, ¡a ver cuándo me haces bisabuelo! —bromea el anciano.
—¡Jodido lo tienes, yayo! —responde sin pensar — .Perdón, quiero decir que, aún me queda mucho para eso, todavía no estoy enamorada.
Jorge se queda pensando en ese, "todavía", tarde o temprano pasará, pero espera que llegue más tarde que temprano.
—¡Lo que faltaría ya!, ¡un hijo de la barrio bajera! —exclama mofándose Bárbara.
Estefanía la mira, su intento de empezar de cero con ella ha sido fallido. Devuelve el bebé a Jorge y se va hacía la puerta.
—Siento mucho que seas así, Bárbara, lo he intentado, espero que seáis felices con ese pequeñín —se despide yendose.
Miguel se queda en blanco, es muy embarazoso.
—Bueno, jóvenes, enhorabuena, nos veremos en la oficina —se despide también, yéndose detrás de su nieta.
—¿Siempre tienes que ser así de odiosa? —pregunta Jorge a Bárbara enfadado — .Han venido con la mejor intención.
—¡Yo no se lo he pedido!, ¡y ambos sabemos que ha venido por ti! —le grita ella también enfadada, aún guarda la esperanza de que Jorge le pida matrimonio por el bien de su hijo.
Después de una semana en casa con su hijo, conociéndolo y enamorándose más de él, Jorge debe volver al trabajo, siente cierto miedo de dejarlo solo con Bárbara, ella ni sé ha molestado en darle ni una vez el pecho, tampoco el biberón, ni acunar a su hijo...
Para su tranquilidad ha contratado una niñera que se ocupe de la criatura y vele por él.
Al entrar al edificio todos le dan la enhorabuena por su paternidad y lo entretienen pidiendo ver alguna foto, aunque se siente orgulloso de su bebé, y de ser su padre, lo empiezan a agobiar un poco.
Max entra en su oficina después de llamar y recibir permiso para entrar.
—Estefi me ha dado estos papeles para ti —le informa entregándole una carpeta.
—Gracias, ¿ella está en su oficina? 
—Si, todavía no ha salido.
—Vale, gracias, Max.
El joven sale de su oficina y él se pone de pie, impaciente por ir a su despacho.
Una vez allí, no sabe que decir.
—¿Querías algo? —le pregunta Estefi intrigada.
—Si, yo, ¡siento mucho como se portó Bárbara el otro día! 
—Tranqui, no es tu culpa, ya contaba con eso, ¿algo más? 
A Jorge no le gusta que le hable con tanta frialdad, sentirla tan distante.
—¡Estefi, dime qué piensas, por favor! —le ruega.
Ella lo mira y se pone de pie, intentando disimular lo nerviosa que está.
—Otra vez no, Jorge, no me pidas eso.
—¿Por qué?, ¿Sabes lo qué pensé cuando te vi con mi hijo en brazos?, ¡qué quería que fueras tú su madre! 
—¡Pero no lo soy!, ¡nunca lo seré!, ¡déjame seguir con mi vida! —le grita al borde de las lágrimas.
Jorge, al verla llorar, se rinde, se da cuenta de que no hace más que dañarla en cada intento.
—Está bien, no volveré a insistir, a partir de ahora no me acercaré a ti —concede antes de irse.
Estefanía se sienta en el pequeño sofá y llora hasta quedarse más relajada.
Y tal como ha prometido, no vuelve a acercarse a la chica, durante el siguiente año, se comporta con ella como si fuese una desconocida o colega de trabajo más.
Estefi reside de forma permanente en la mansión Vega, llamó a la residencia para rescindir su contrato y a sus amigos para que lo supieran, se quedaría en Venezuela el tiempo que hubiera falta, aún no había llegado el momento de irse.
Su abuela Octavia, cambió completamente sus intereses al ver a su nieta llevar hacía delante la empresa, y ahorae hacía la pelota, no como una familiar, sino como posible aliada. Estefi lo sabía, así que le siguió el rollo pero no le dió su confianza.
Un día, en la oficina, Max entra con una sonrisa.
—Tiene una visita, jefa.
—Vale, que pase —acepta sin levantar la vista del ordenador.
—¡Estefi! —la llama una voz femenina muy conocida.
Levanta la mirada y sonríe al instante.
—¡Trini!, ¡qué haces aquí, tía! —le grita efusiva poniéndose de pie y abrazando a su amiga.
—¡He venido a verte!, y no vengo sola...—añade apartándose a un lado.
—¡Ah, Brayan! —vuelve a gritar, esta vez es más un chillido, lanzándose hacía él.



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Editado: 21.09.2022

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