Una choni entre champán

Oficial

Después de ese incidente no ve a Jorge en la empresa, no va a trabajar ni coge el teléfono, Estefi, preocupada, decide ir a su casa, Alfredo la deja y espera por si no se queda.
Llama a la puerta, está bastante nerviosa. Bárbara le abre la puerta.
—¿Qué haces tú aquí, barrio bajera? —pregunta con desprecio.
—Jorge lleva varios días sin venir al curro y quería saber porqué.
—Pues no puede atenderte ahora, estamos muy ocupados con los preparativos.
—¿Los preparativos? 
—De nuestra boda, ¿es qué no te lo ha dicho?, ¡qué pena! —se burla.
Estefi sin entender nada y empezando a creer que Jorge se ha burlado de ella durante todo ese tiempo, vuelve a casa con Alfredo.
Bárbara cierra la puerta y vuelve al salón, donde está Jorge cambiando el pañal a su hijo.
—¿Quién era? 
—Un comerciante, a ver si conseguía venderte un cuento... —miente ella.
Jorge termina de cambiar al pequeño y lo coge en brazos.
—Ya podemos seguir la conversación, dices que me das la custodia, ¿no te importa el niño?
—¡Yo no estoy hecha para ser madre!, ¡fue un accidente!, ¡tú lo sabes bien!, me ha salido una buena oportunidad en Estados Unidos y la verdad, sería una molestia.
Jorge intenta no sonreír para que no vea lo feliz que le está haciendo.
—Bueno, lo entiendo, ya veré cómo me las apaño yo solo, contrataré una niñera —le dice con tranquilidad y falso pesar, más que nada para que no le dé por arrepentirse.
—¿De verdad lo entiendes? —pregunta Bárbara poniendo cara de buena.
—Si, claro que sí, tú vete y persigue tu sueño, yo me encargaré de nuestro hijo.
—¡Vendré a verlo de vez en cuando!, ¡Y quiero que me mandes fotos! —le pide fingiendo interés.
Esos días Jorge prepara los papeles, los firman ambos y es el único tutor legal del niño oficialmente.
En cuanto se despide de Bárbara, impaciente va a la empresa a buscar a Estefi, loco por contarle lo sucedido, pero ella no está allí, ni nadie sabe dónde.
Va hasta la mansión, Luis le abre y le mira con una expresión extraña, ¿enfado?
—¿Dónde está Estefi? —le pregunta asustado.
—Demasiado tarde, señor —le informa sin ser claro el mayordomo.
Jorge entra rápido y busca a Miguel o cualquier persona que le diga dónde está, el pequeño se mueve entre sus brazos.
A Miguel no lo encuentra, pero si a Octavia.
—¿Qué haces aquí? —le pregunta la mujer.
—Estoy buscando a su nieta.
—¿No lo sabes?, ha vuelto a España, ¡por fin!, ahora volverá la calma a esta casa.
—Me está mintiendo, ¿dónde está Miguel?
—En la cama, no sé por qué esa...chica, le ha afectado tanto.
Jorge sube las escaleras, con temor de que la vieja bruja diga por una vez la verdad y entra en la habitación de Miguel, el anciano está sentado en la cama mirando hacía la ventana.
—¡Déjame, Luis, no quiero salir! —grita confundiendo al hombre.
—Dime que no es cierto, que no se ha ido —le ruega Jorge.
Miguel lo mira y asiente.
—Si, hijo, si, no pudo con la noticia de tu boda, el abogado tiene los documentos en los que te cede su puesto.
—¿La boda? —pregunta confuso.
—Si, Bárbara le dijo que estabais preparando la boda cuando fue a tu casa.
—¡Pero será zorra! —grita sin poder contener la rabia, demasiado fácil estaba siendo.
—¡No es cierto!, ¡le mintió!
—¿Cómo? —le pregunta el hombre, el cual ve un pequeño rayo de luz.
—¡Qué no me voy a casar con Bárbara!, estaba en mi casa porque se va a Estados Unidos y me ha dado la custodia de nuestro hijo.
—¿Qué?
—Que...
—¡Ya lo he entendido la primera vez, joven! —lo corta Miguel — ¿Y a qué estás esperando?, ¡vamos a buscarla! —le dice levantándose de la cama y poniéndose las zapatillas.
Jorge lo mira y sonríe.
—¿Se vestirá primero no?, ¿Cómo va a ir a España en pijama? 
—¡Oh, cierto!, ¡me he emocionado!, dile a Luis que prepare las maletas —le ordena.
En Madrid, Estefi entra en su piso.
—¡Suerte que pagué el alquiler!, mejor prevenir que curar... —dice para si misma.
Se sienta en su viejo sofá y se echa hacia atrás mirando el techo, se pone de pie, coge la maleta, va a la habitación y tira todo en la cama.
Después de ordenar su ropa, baja a la calle y se dirige a la residencia de ancianos, entra, la enfermera de recepción la saluda alegre por verla de nuevo, la joven busca al director.
Después de una pequeña charla con él, este le devuelve su puesto de trabajo, contenta vuelve a su piso, sin muchos ánimos de ver a nadie.
Llaman a la puerta y abre con pereza.
—¿Qué haces aquí? —pregunta sorprendida.
—He venido a verte, a saber cómo estás —le responde Brayan.
—Bueno, he tenido días mejores...—le cuenta ella dejándole pasar.
—Estefi, sé cuánto te ha dolido tener que dejar a tu viejo, pero verás que pronto te sientes mejor, tiempo al tiempo —intenta consolarla, aún sabiendo que no es solo eso lo que entristece a su amiga.
—Ya, lo sé, ¿ya has dejado la maleta en tu casa? —le pregunta cambiando de tema.
—Si, ya luego la desarmo —responde este, pensando si abordar el tema o no.
—¿Una birra? —le ofrece Estefi.
—¿Tienes?
—¡Claro, tío, las he comprado en el súper viniendo del curro! —le sonríe.
La acompaña hasta la cocina donde saca dos botellines, un abridor y le da una ya abierta.
—Oye, Estefi —empieza Brayan acercándose mucho a ella.
—Lo sé, pero necesito tiempo, sacar primero lo que tengo aquí dentro —le ruega ella señalando su corazón, durante el vuelo las mariposas se han dormido y teme que tarden mucho en volver a despertase.


 



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Editado: 21.09.2022

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