Una cita por Navidad

Esta noche es Nochebuena y mañana, Navidad

Leah.   

Creo que nunca he pasado tanto tiempo fuera de casa, y menos para temas de ocio, en toda mi vida, ¿La culpable? Sofía, por supuesto. Pero ¿no se le había ocurrido la magistral idea de sumar a nuestra familia, la compañía de su grupito de amigos inseparables del instituto?   

Vale, acepto que no me caen mal. Son buena gente. No obstante, ¿el caso no era pasar el tiempo las tres juntas? 

¡Agh! ¿Quién la entiende?   

—Mamá, ¿ha llegado Sofí del supermercado? —le pregunté viendo que la hora de la cena se acercaba, teniendo que ponernos de acuerdo en quien de las dos tendría que cocinar.   

—No, creo que no... —contestó con hilito de voz tan débil que me puso en alerta enseguida. 

—¿Estás bien, mamá? —me acerqué a su lado del sofá, observándola con atención.  

—Sí, hija, ya sabes... —le quitó importancia como siempre hacía — Hay días peores que otros, cariño.   

Y claro que lo sabía, pero era imposible no preocuparme viéndola así de decaída y cansada. Hacía casi un año ya desde que le habían detectado un tumor mamario en sus primeras fases, pudiendo operarse para extirparlo y continuar con su vida como si nada, pero este había regresado hacía tan solo un par de meses en su otra mama, obligándola a repetir el mismo proceso en tan poco tiempo. 

Veía lógico que no siempre estuviera enérgica y risueña, ni siquiera yo podía albergar la esperanza en auge viéndola luchar sin pausa. Por ese motivo hoy, pasaríamos la Noche Buena en casa ¡al fin! Celebré mentalmente una vez Sofía me lo confirmaba, aunque la causa en sí, no fuera para nada halagüeña. Esperaría entonces a que mi hermana llegara para prestarme a ayudarla y que así mi madre pudiera descansar. Pero ¿dónde se había metido?  

—¡Sofí! ¿por qué has tardado tanto? —grité neurótica, caminando en dirección a la entrada oyendo cómo manipulaba la puerta para entrar cargada con parte de la compra.  

Estaba dispuesta a echarle la bronca del siglo, y con la mayor de las razones. Me ponía muy nerviosa el tener que depender de mi hermana pequeña para los cuidados a mi madre, y más desde que se había mudado a Londres para estudiar en la universidad Royal de Arte y Diseño. No obstante, al ver que no venía sola, me obligué a contener mi mal genio. 

—Lo siento mucho Leah, es que invité a los chicos a cenar con nosotras, y como no sabían bien dónde quedaba la casa —explicaba con una disculpa pintada en la cara, dando paso a los cinco miembros de su pandilla de amigos —, quedé con ellos en la plaza del pueblo para así venir todos juntos.   

Todos me saludaron con una sonrisa amable que me esforcé en igualar, quedando ésta congelada en mi rostro al ver que al último integrante del grupo que se atrevía a pasar a mi casa. Lionel; el chico más sexy que había conocido, al menos físicamente hablando, en mi vida. 

¡Contrólate Leah! Me dije, bajando la vista al suelo y siguiéndoles hasta la cocina donde todos ayudaban a dejar las demás bolsas de la compra.   

—Sofía, ¿podemos hablar un momento? —llamé su atención, sin poder evitar tensar un poco el ambiente.  

—Claro... —aceptó ella por lo bajo algo temerosa y siguiéndome hasta el fondo del pasillo, donde intentaría que nadie me escuchara echarle la charla.   

—¿Acaso crees que es buena idea montar una fiesta esta noche, estando mamá en uno de sus días malos?  

—Es Navidad Leah... Y ellos solo han venido a pasar una noche tranquila con nosotras... ¿qué hay de malo en eso?   

— Que ¿qué hay de malo? Pues que, ¿se te ha olvidado contármelo por ejemplo? o que, ¿todavía tengo que hacer la cena, ahora para cinco personas más? 

—Bueno... Yo te ayudaré con eso, y ellos podrían ayudarnos a colocar la mesa, incluso a ordenar el salón mientras tanto. 

La miré con incredulidad, ¿en qué mundo vivía esta niña?  

—Has traído invitados para hacer las tareas del hogar, muy ingenioso tu plan hermanita... Sin duda eres la anfitriona ideal —me burlé maliciosa.   

Sofía giró los ojos quitándole la importancia que tenía para mí, el tener a unos desconocidos pululando por mi territorio, mi hogar, mi refugio anti-cánones sociales... ¿Cómo se atrevía?  

Me quejé un poco con mi madre, mientras la ayudaba a trasladarse a su dormitorio en la segunda planta, sin encontrar que se opusiera a los caprichos de su niñita pequeña, ¡qué sorpresa! Insistía en que eran personas de confianza y que yo debería formar parte de esa reunión tan descabellada, para variar. “Te vendría bien conocer a más gente, hija” Había insistido, pero yo no podía prometerle que, en cualquier oportunidad, no intentaría escabullirme a mi dormitorio.   

Caminé sigilosa hasta acercarme al murmullo que salía desde el salón, observando desde la puerta, cómo mi hermana les contaba alguna de sus más locas experiencias en su estancia en Londres, haciéndome sentir ligeramente celosa por lo fácil que parecía resultarle el estar siempre de tan buen humor.   

Quería mucho a mi hermana, aunque sabía que yo misma me había interpuesto en que tuviéramos una relación realmente insondable. No a posta, lo prometo, solo es que el carácter afable de Sofía siempre la había hecho destacar por encima de la callada y tímida Leah. Ella no tenía la culpa de eso, pero de algún modo eso me había mantenido un poco, al margen de su vida.   

—Sofía —la interrumpí, haciendo que todos giraran la vista en mi dirección —, ¿empezamos ya con la cena?  

—Sí, claro... Voy... —se prestaba ella, con una sonrisa cordial. No obstante, y sin previo aviso, alguien la sujetaba obligándola a sentarse otra vez.  

—Yo podría ayudarte si quieres —habló Lionel ya en pie, dando un paso en mi dirección y cortándome el aliento por un instante. ¡Wow! ¿Serían las luces, o el entorno tan festivamente decorado el que le había dado aquel toque de belleza irreal? —Se me da bien la cocina, o al menos de eso presumen mis padres a veces...  



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En el texto hay: familia, navidad, citas

Editado: 11.01.2023

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