Una cita por Navidad

¡Feliz Navidad!

Sofía.   

Fui la primera que abrió los ojos aquella mañana de Navidad, cayendo en la cuenta al instante del momento y el lugar en que nos encontrábamos. La casa todavía olía al asado de mamá, al que entre todos le habíamos dado buena salida, incluso ella se había animado a probar un poco antes de volver a tumbarse y descansar.   

—Buenos días —saludaban todos casi al unísono, desperezándose con una sonrisa de bienestar en la cara.  

—Feliz Navidad a todos —vitoreé saltando entre los almohadones, que esparcidos sobre la alfombra nos habían servido de camastro improvisado. Reímos un rato sin caer en cuenta con que alguien pudiera seguir dormidos a aquellas horas.   

—Sofi, no seas tan alborotadora —me reñía mi madre apareciendo por el pasillo, con mucho mejor color en su rostro y unos ánimos notablemente repuestos —. Creo que tu hermana sigue descansando en su habitación, y sabes cómo se pone si nos pasamos de ruidosas.   

Hice un gesto de disculpa hacia ella, haciendo reír a todos y especialmente a Lionel, quien se colocaba su melena enmarañada con apuro por la presencia de la anfitriona.   

—Estuvo bien la noche ¿no? ¿A qué hora se durmieron? —se interesaba mi madre mientras la acompañábamos a la cocina.  

—Sí, nos lo hemos pasado muy bien —respondía Micaela con entusiasmo—, le agradezco mucho que nos haya permitido pasar este día con su familia.  

—Ya son como parte de esta familia chicos —afirmó ella, sonriéndoles abiertamente mientras preparaba una buena dosis de café para despertar con mejor ánimo —, e incluso han conseguido conquistar a Leah, haciendo que se una a celebrar.  

Carraspeé un poco mirando de soslayo de Lionel quien sintiéndose aludido bajó la cabeza, ya rojo como un tomate.   

—La muy antipática no quiso quedarse a hacer fiesta del pijama —me quejé malhumorada —, pobre que la hagas salir muchas horas de su madriguera.   

—No seas cruel Sofí —volvió a reñirme, poniéndose algo más seria —, cada uno es como es, y recuerda que estás hablando de tu hermana mayor.   

Levanté las manos como disculpa ¡Vale, vale! La dejaría en paz. Al menos había conseguido que se uniera a nuestra tradicional noche de juegos de mesa con amigos, viendo cómo su complicidad con Lionel había crecido notablemente. Una vez más, ¡punto para Sofía!   

—Bueno... me doy más que satisfecha viendo que a mi hermanita no le pasa desapercibido el interés más que sabido de este hermoso muchacho —añadí señalándole y preparada para recibir otra reprimenda por parte de mi madre, a la par que un gesto de incredulidad de mi buen amigo, quien por supuesto, no esperaba que destapara su predilección por mi hermana, a los cuatro vientos.   

—¡Sofía! —exclamó mi madre tajante, empatizando con el tímido chico al que solo le faltaba meterse debajo de la mesa de la cocina para ocultar su afrenta —, ¿puedes parar ya? A veces pareces una niñita pequeña y malcriada.   

Como respuesta, yo solo me encogí de hombros y le hice un gesto la mar de pueril a mi amigo, quien giró el gesto ignorándome por completo, seguramente como castigo a mi indiscreción.   

¡Bah! No dudaba que, en cuanto Leah apareciera y le premiara con una de sus escasas muestras de afecto, devolviéndole las esperanzas de que pronto se atrevería a dar el paso de aceptar la atracción que se despertaban mutuamente, me perdonaría por delatarle sin reparos. No conocía yo a mis amigos...  

—En fin... es hora de desayunar abriendo los regalos del amigo invisible ¿Quién se anima a ser el primero? —cambié de tema aliviando la tensión repentina en el grupo. Como era de esperar, Oliver era el primero en correr hacia su mochila, rebuscando hasta encontrar un pequeño paquete hábilmente engalanado y regresando para ponerlo en las manos de Sandra. ¡Oh, oh! Temí en vilo, viendo que a todos nos había pillado por sorpresa su entusiasmo hacia la chica que había sido su inseparable mejor amiga desde el jardín de infancia. ¿Era cosa mía, o aquello olía a un nuevo romance a la vista?  

—Espero que te guste... —susurraría con una sonrisa de oreja a oreja mientras ella tardaba un poco más en salir de su compartido asombro.  

Todos esperamos el momento en que la joven desvelara la impetuosa sorpresa, con la misma inquietud que si lo hubiéramos recibido nosotros mismos.   

¡Ay! Adoraba estos momentos...  

Ansiosos nos acercamos viendo el hermoso colgante personalizado con el nombre de ambos, sutilmente tallado en el símbolo del infinito.   

¡Ow! Qué romántico... Algo cursi, pero bonito, y eso parecía haber opinado mi joven amiga, quien le daba un cariñoso y largo abrazo como respuesta a su tan trabajado detalle.   

—Me pido ser la siguiente —continuó Micaela aplaudiendo un poco, ya contagiada del inicial entusiasmo de Oliver —. Mi regalo es para Lucía, a la que admiro como a una verdadera madre.   

—Owww... —murmuramos el resto llevados por la ternura de la escena, y notando lo real que era para nuestra amiga la necesidad de poder llamar a alguien, “mamá”.  

Y entonces sería mi madre la que se acercaría hasta ella, dándole un gran abrazo de oso. De esos que como tan bien sabía, quitaban todo mal, terminando en un intento de sofocar las lágrimas que ninguna de las dos podía evitar.   

—Son preciosos... —agradecía viendo los delicados pendientes que la misma Micaela había fabricado con resina, y unas hermosas y diminutas flores naturales —, muchas gracias mi niña, es un regalo doblemente valioso por el cariño que representan.   

Llevados por la emoción, decidí ser yo quien continuara con la entrega de sorpresas.   

—Y mi regalito es para... —titubeé atrayendo las miradas de los presentes —, mi querido amigo, Lionel.   

Vi el desconcierto en sus ojos, y un poco de las pocas ganas que tenía de recibirme un presente ahora que seguía molesto conmigo. Pero finalmente accedió a tomar el regalo entre sus manos, abriéndolo sin más dilación.   



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En el texto hay: familia, navidad, citas

Editado: 11.01.2023

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