Lionel.
Había ocurrido, ¡sí! finalmente había logrado llamar la atención de la chica que había ocupado todo mi interés desde el momento en que la vi.
Ahora, no podía pensar en otra cosa que no fuera volver a verla. Pero tenía una vida, fuera de nuestro grupo de amigos del que ya formaba parte, y todo gracias a la inquieta y alocada Sofía.
La noticia de nuestra cita había levantado revuelo durante toda la semana en nuestro círculo, deseosos de saber los detalles, pero sin que ninguno de los involucrados quisiéramos dárselos.
Recordaba el momento del codazo cómplice de su hermana pequeña, y el guiño cariñoso de su propia madre dándome a su modo la enhorabuena y el visto bueno a mi claro propósito de comenzar una relación con Leah.
Leah; mi chica de ojos misteriosos siempre tras sus finas lentes y fijada en sus inseparables libros. Solía espiarla en ocasiones, a lo lejos, cuando la veía salir de la universidad, directa a su lugar favorito del campus para tomarse un descanso tumbada en el césped. Era hermoso verla sonreír a la nada, disfrutando de sus pensamientos más ocultos, o simplemente de un bonito día en la simpleza de su propia compañía.
Deseaba entonces poder acercarme y darle algún tipo de conversación, inventar una excusa con el firme propósito de forzar un acercamiento. Pero no me atrevía. Y menos habiendo sido testigo de mil y un rechazo, a los pretendientes más valientes que ya lo habían intentado.
Ella solo levantaba la mirada iracunda en su dirección y negaba a cualquiera que fuera sus preguntas, terminando por levantarse y darles la espalda a quien quiera que le insistiera.
"Típico de Leah" opinaba siempre quien más la conocía; su propia hermana, dándome menos alicientes para ni tan siquiera intentarlo.
No obstante, y a pesar de buscar mantener las distancias, no pude dejar de pensar en ella.
—Hola... —me saludaba tímidamente acercándose con el mismo gesto de timidez que adoraba de ella, dejando que rodear su cintura y la acercara a mi cuerpo como el mayor de los placeres conocidos en mi vida.
Tras nuestra cita de Noche Vieja, habíamos decidido iniciar el año con una cena a solas, en la ciudad.
—¿Cómo va todo en casa? —quise saber, aún preocupado por el estado de salud de su madre, a quien admiraba como a la mía propia.
—Mejor... —suspiró sabiendo a lo que me refería y sonriendo un poco, notablemente igual de preocupada — Mi madre se ha quedado para ayudar a Sofi con el equipaje. Esta semana regresará a Londres y quiere tener todo listo.
Afirmé, conciencia de lo prevenida que era la peque con sus calendarios y listas de qué hacer o qué llevar en sus idas y venidas.
—Ella siempre tan organizada —me burlé, dándole paso al conocido restaurante de comida mediterránea, al que solía ir con mis padres.
Ambos pediríamos la ensalada con pollo crujiente, y salsa agria. ¡Estaba deliciosa! Y de acompañamiento, no podía faltar unas papas fritas con variedad de salsas a elegir.
—Ya he dejado de meterme con ella por sus cosas, creo que porque ambas tenemos un poco de la misma obsesión por el orden y las cosas bien hechas.
—Es bueno saberlo —reí sin poder disimular lo nervioso que estaba porque a ella le gustara el lugar y el ambiente del lugar colando de gente, que había elegido.
Leah sonreía sin poder fijar la mirada en la mía, haciéndome interpretar que estaba pasando un momento incómodo que no lograba interpretar.
—¿Estas bien? Te noto incómoda.
—No…—murmuró negando con el gesto —Solo es mi falta de costumbre a estar entre tanta gente —reconoció mirando alrededor y devolviéndome un gesto de hombros en alto como señal de tomar fuertemente el aliento—, pero me alegra el estar aquí contigo y conocer más de ti.
Me hacía enormemente feliz el escucharla decir en voz alta su interés hacia mí, todavía algo incrédulo, valorando el esfuerzo que estaba haciendo por permanecer a mi lado y haciéndome sentir de lo más afortunado.
—Yo también quiero saber todo de ti —declaré tomando sus manos entre las mías y haciendo que se centrara solo en nosotros. Noté cómo conseguía relajarse e incluso llegar a ignorar al resto para entrar en la secuencia de preguntas y respuestas que iban surgiendo.
—Ha sido agradable… —sonrió mirando nuestras manos unidas mientras caminábamos por las solitarias calles de la noche londinense, hermosas por su festiva decoración navideña que aún iluminaba sus calles con ese halo mágico e irreal.
—Sí que lo es… —confirmé parando para besarla una vez más.
Podría ser nuestra nueva rutina, ella y yo como parte de un mismo concepto.
—Es extraño —dijo mirándome fijamente —, pero jamás he sentido algo así…
Tragué fuertemente, viendo como cambiaba su gesto.
—No quiero asustarte —apuntó interpretándolo —, pero espero que entiendas que esto, es nuevo para mí.
Y lo hacía.
—No me he asustado, solo intento asimilar aún que esto está pasando. Llevo mucho tiempo deseando hablarte, conocerte. Y ver que ahora, sientes lo mismo que yo…
Dejé la frase a medias, continuándola con un gesto de plenitud que la hizo reaccionar y emocionarse.
—Gracias —susurró, apoyando su frente a la altura de mi barbilla y aferrándose a mi abrazo como si fuera su nuevo espacio seguro —, por no darme por perdida.
—Gracias a ti, mi bella chica de mirada huidiza y sonrisa delator a, por darme la oportunidad de formar parte de tu vida, créeme, es todo un privilegio.
*****
Leah
—Sofi, ¿has acompañado a mamá en su cita de hoy?
—Sí —confirmó entrando en primer lugar a la casa.
—¿Ha ido todo bien? —le insistí.
Ella afirmó con la cabeza y continuó hacia la cocina.
—El tratamiento sigue su curso, y el tac no da rastro alguno de enfermedad, así que hermanita, son buenas noticias.