Abro los ojos al notar como mi cuerpo se hunde en el agua. Apenas tengo aire y mi cerebro no entiende que pasa. Me impulso hacia lo que creo es la superficie, mientras mis pulmones arden anhelando un poco de oxígeno. Mi corazón late a mil por hora queriendo salir por mi garganta. Me tiembla cada célula de mi aterido cuerpo. Mi cabeza sale del agua justo cuando abro la boca y lleno mis pulmones de aire con sabor a mar.
Una ola, alta como una montaña, me hunde otra vez. Debo calmarme o me ahogaré antes de saber dónde estoy y porqué. Consigo emerger otra vez y miro a mi alrededor. Es de noche, el mar embravecido no me da ni un segundo de tregua. Las imágenes vienen a mi cabeza. Un barco, una ola solitaria acercándose como un muro de más de 20 metros. Un golpe en la cabeza. Mis compañeros... ¿Dónde están? Intento mantenerme a flote mientras busco a mi alrededor. Nadie, nada, solo agua. Mis piernas están cansadas, cada vez me pesan más. Trago agua. Otra ola. Me hundo. Quizás si abro la boca y me dejo llevar todo acabe rápido. No puedo. Tengo pánico a morir ahogada. Vuelvo a sacar la cabeza del agua. Estoy cansada. No aguantaré mucho más. Mis lágrimas se mezclan con el mar revuelto. Estoy sola. Algo me golpea y me hunde. Voy a morir. La oscuridad me invade. Ya no siento nada.
Despierto bañada en sudor y con la respiración acelerada. Los latidos golpeando mis sienes. Pero no veo, como si estuviera ciega. Muevo las manos y un dolor me recorre el brazo. No puedo moverlas y una cuerda se clava en mis muñecas. Mis pies también están atados. Me quedo quieta e intento escuchar algo que me dé una pista.
Oigo un jadeo a mi derecha. Hay alguien, pero no consigo distinguir nada. Está tan oscuro que mis ojos son incapaces de acomodarse. ¿Cómo es posible crear un lugar sin la más mínima rendija por donde pueda pasar la luz? Vuelvo a escuchar una respiración fuerte. Como si tuviese dificultad en coger aire. Esta vez lo oigo a mi izquierda.
—¿Hay alguien? — susurro muy bajo. No sé quién o qué hay.
—¿Por favor, hay alguien aquí? — la voz me sale una octava más aguda, el miedo hace que me tiemble el labio inferior.
—A.. An.. Àngels... ¿Eres tú? — me dice la voz a mi izquierda. —¿Dónde estamos?¿Cómo hemos llegado aquí?
—¿Rick? No lo sé, acabo de salir de una pesadilla y ahora estoy en otra. — digo sin poder evitar que las lágrimas resbalen por mis mejillas
—Soy Óscar. — dice la voz a mi derecha. —Estoy atado de pies y manos. ¿Estáis bien? Yo he tenido una pesadilla horrible y os he oído al despertar.
Sentados delante de un monitor, dos figuras observan la escena gracias a unas cámaras de infrarrojos.
—¿Crees que están preparados? — la mujer habla con preocupación en la voz. No está segura de que sea buena idea someter a esta tortura psicológica a sus pacientes.
—¡Tienen que estarlo! — grita el hombre. —¿Cómo van a poder ayudarme a vencer al Monstruo si no pueden derrotar a los suyos?¡Esto es por ellos!¡Por todos nosotros!
La mujer suspira y asiente con la cabeza. Ella confía en él. Juntos han recorrido un largo y duro camino.
—Prepárate. — dice el hombre. —Hoy conocerán al Monstruo.
En la sala oscura una voz ruge potente en medio de la oscuridad.
—¿Cuando el monstruo nació?
El corazón de los tres cautivos deja de latir.
Tengo la boca seca y la garganta me arde. Necesito pensar. Esto no puede ser real. La respiración de mis compañeros es irregular. La voz del Monstruo retumba en mi cerebro como el repiqueteo de una campana.
—¿Cuál es tu peor miedo?
Noto una uña afilada en la frente y mi cuerpo se convulsiona como si lo hubiera traspasado una corriente eléctrica. Algo penetra en mi cerebro y una explosión de luz blanca inunda mi visión. Siento un dolor intenso recorrer cada fibra de mi ser. Intento controlar mi respiración, mi corazón no podrá aguantar mucho más a este ritmo desenfrenado. No debo perder el control.
—¡Ahí está! ¡¡¡La pérdida de control es tu pesadilla!!! — se ríe el Monstruo.
No soporto su voz. Un grito desgarrador sale por mi garganta como un cuchillo abriéndola en canal. Debo tranquilizarme. Pero es difícil mientras notas como unos dedos afilados te manipulan el cerebro hasta dejarlo como masa de pan.
No oigo a mis compañeros y unas lágrimas se deslizan por mis mejillas. No voy a llorar, no volveré a gritar. Siento que no soy dueña de mis pensamientos y voy a la deriva en una vorágine de pesadillas. Debo concentrarme... Busco un recuerdo que me ancle y me ayude a salir de este puré fangoso que me arrastra al vacío. El rumor de unas olas chocando con las rocas... Eso es... Debo centrarme en las rocas, en la luz del faro, en la cala.... Mi Cala. Estoy cansada. Todo es oscuridad.
Gotas saladas refrescan mi cara y unas voces conocidas me llaman. Abro los ojos y veo a Ilusión y Esperanza con caras afligidas. Estoy tumbada sobre una roca de La Cala y sonrío. Todo ha sido un mal sueño. ¿O no?