Era principios de marzo y había ido de visita a ver a mi mamá muy lejos de donde yo vivo. En bus son alrededor de unas 8 horas si viajo de noche, 12 si viajo de día.
Comprenderán que no me es muy placentero. No es que no quiera ir a ver a mi mamá, es solo que el viaje en sí es muy incómodo. Y eso que siempre elijo viajar de noche para que al menos pueda dormir un par de horas, aunque eso implique sentir toda clase de olores y ruidos nada agradables.
Recuerdo que esa noche de viernes, mi esposo e hija me fueron a dejar al terminal. Quería que se fueran luego y no se quedaran ahí esperando conmigo hasta subir al bus. Odio las despedidas, ya sea yo tener que ir a despedir a alguien o que me vayan a despedir a mí.
Quería que el viaje pasara lo más rápido posible, tanto la ida como la vuelta. El motivo de mi viaje no era precisamente por placer, aunque siempre es grato visitar a mi mamá. Quedé de acompañarla a hacerse unos exámenes.
La verdad es que viajar para mi no es para nada rentable, económicamente hablando. Los tickets no son baratos, pero si te quieres ir cómodamente sentado o medio acostado, lo mejor es que pagues más aunque te duela y, poniendo en una balanza las horas de viaje v/s mi artrosis lumbar, decidimos pagar por un viaje sin Ciática.
Ni siquiera el bus había avanzado un par de cuadras, cuando siento mi móvil sonar. Veo la pantalla y aparece “Amorcito”.
-Hola guatona, ¿cómo vas? - dice mi adorado marido con el romanticismo único que lo caracteriza.
-Bien, como hace 5 minutos cuando nos despedimos. ¿Qué pasó? – pregunto intuyendo para donde va la cosa.
-Es que…..no me acuerdo donde estacioné el auto- dice con una mezcla de nerviosismo y vergüenza.
-¡Otra vez!, ¿cuántas van esta semana?....
Así es. Mi marido es despistado. ¡Qué digo!, muuuuuuuy, pero muuuuuy despistado. Nunca le han diagnosticado déficit atencional, pero a mi hija sí, y créanme, son igualitos, así que por deducción, creo que mi marido también sufre del mismo síndrome.
Si ustedes pudieran imaginar la cantidad de cosas que me ha tocado vivir en estos casi 20 años que llevamos juntos, daría para escribir un libro. ¡Tiene del año que le pidan!
En fin, luego de tratar de ubicarlo en las calles (sí, tampoco se sabe el nombre de las calles de la ciudad donde vivimos) le di las indicaciones para que llegara sin problemas al auto.
-Escúchame bien. Mira, sales del terminal. Doblas a la derecha. Llegas a la esquina y doblas de nuevo a la derecha. Avanzas una cuadra y tomas tu izquierda. A mitad de cuadra dejaste el auto, justo al frente de una imprenta. ¿Queda claro? – pregunto queriendo creer que de verdad quedó claro.
A los 5 minutos me vuelve a llamar. -¿La imprenta era para la derecha o para la izquierda?- Quería bajarme del bus e ir corriendo, agarrarlo de los pocos pelos que le quedan y llevarlo al auto yo misma. Luego ruego a los cielos que me de más paciencia, después de todo me acuerdo que yo misma lo elegí.
Cuando llego donde mi mamá es otro show.
Siempre fuimos las dos solitas. Se separó cuando yo ni nacía y siempre vivimos en casa de mis abuelos hasta que me casé y me fui. Ella se quedó con mis abuelos para cuidarlos hasta que estos fallecieron hace un par de años. Ella quedó viviendo sola en compañía de dos roommates perrunas. Le ofrecí irse a vivir conmigo, pero no quiso. Ama su libertad y al igual que sus compinches, es muy patiperra. No maneja pero camina más que Kung Fu. Siempre hay una excusa para salir de la casa. Si no es para ir al supermercado, es para ir a pagar cuentas, vitrinear, la farmacia, la veterinaria, el almacén de la esquina, la compra diaria del pan, etc.
Yo la quiero mucho, es mi mamá, pero me vuelve loca. Siempre fue muy insegura y perfeccionista. Esa es muy mala combinación. Aunque es una mujer muy bondadosa y de muy buen carácter, está en un nivel -10 de tolerancia hacia la frustración. Agrégale a eso un cuota muuuy grande de paranoia, y la receta para un estadía agradable está servida para mi. De hecho, la visita fue porque quería que la acompañara al neurólogo por unos dolores de cabeza que había estado sintiendo. Estaba aterrada pensando que tenía un ACV, un tumor cerebral u otra cosa peor (La negatividad por delante).
Por más que le decía que no se adelantara a los resultados, ella ya me estaba hablando de todas las platas que tenía escondidas debajo de cuanto cojín había en la casa para cuando ella se muriera. Quería ir de inmediato a hablar con uno de sus tíos que es abogado para dejar un testamento. No sé para qué. Es viuda y soy hija única. Aun no termino de conocer la mente de mi madre.
Al final, el neurólogo le dijo que todo era por estrés y que tenía que dormir y descansar más.
Ya con un peso menos, fui a comprar el ticket para viajar de vuelta a mi casa. La noche siguiente me llevaría de regreso a mis dos amores. La verdad es que ya quería volver. Hace años que me había acostumbrado a la tranquilidad de vivir en el campo. Habíamos abandonado la ciudad y su agitación para irnos a vivir a una zona rural. Mis días eran tranquilos. Mi hija y mi esposo pasaban gran parte del día en el colegio y trabajo respectivamente y yo, disfrutando del silencio diario, porque no hay nada más rico para mi que escuchar el silencio y sus sonidos. El vaivén de las hojas de los árboles, los pajaritos que se posan en mi jardín, el susurro del río que pasa cerca de mi hogar……¡¡ah!! Sin voces que me perturben. Ese es mi máximo placer.