Una Curvi Para Amar, No Para Jugar

PARTE 01

 

Era una tarde de verano, cuando Evelyn terminaba de guardar los archivos que   horas antes le habían pedido con urgencia.

 

—En vez de asistente contable, debo parecer de esa que limpian las chimeneas, pero supongo que este lugar es para personas como yo. Ese tipo de personas que deben estar ocultas del mundo exterior. Lo bueno que mi horario de trabajo ya termino, podre ir a casa, darme un baño y acariciar a mis preciosos bebés de cuatro patas.

 

Suspira ella con pesar, esos hermosos bebés eran uno de sus pocos alicientes para no dejarse derrumbar por el tipo de vida que tenía hasta ese momento.

 

—¿Dónde vas gordicienta?

 

—Te dije que no me digas así— Trato de impedir que siga atacándola como era su costumbre, pero más que un reclamo eso, sonó a un susurro.

 

—Bueno, Carter, era una broma, no seas dramática; sin embargo, esto no es un broma, tienes archivos que guardar, además que revises los de este año y que no falte ninguno.

 

—Será para mañana, ya mi horario ha terminado.

 

Trato de mostrarse firme, aunque el temblor de su voz, lo que hacía era demostrar lo contrario.

 

—No te burles de la empresa querida, sabes muy bien que aquí todos nos ponemos la camiseta y agradecida, deberías estar con esta empresa que te dio una oportunidad, ya sabes qué hacer, no pierdas más tiempo, muévete si es que tu circunferencia te deja. Rápido, por favor, que todos están como locos, en unos días es el baile de la empresa, nos presentaran al nuevo socio, vamos mueve ese trasero lleno de grasa que tienes, yo me voy a hacer unos retoques.

 

Otra vez, como era costumbre cada viernes faltando dos minutos para su salida, Lilian venía a aprovecharse de la pobre Evelyn, que solo suspiraba y trataba de hacer su trabajo lo mejor posible, no le gustaba quejarse, ni que se quejaran de ella, solo atinaba a hacer su trabajo, no quería llamar la atención, así que la palabra quejarse o reportar los abusos, no eran parte de su vocabulario.

 

Las horas pasaron cuando se dio cuenta eran casi las nueve de la noche, está por terminar, cuando un ruido la hizo esconderse detrás de uno de los estantes con los archivos.

 

—Creo que aquí debe andar — Esa voz se repetía de manera mental una y otra vez Evelyn, era de Giuliana y Martina, las secretarias de presidencia que adoraban jugarles bromas pesadas y totalmente fuera de lugar a la pobre y tímida Evelyn.

 

—Ya se debe haber ido.

 

—Como crees, tu voluptuosidad es imposible de pasar por alto.

 

Se cansaron de buscar y se marcharon, sintiéndose derrotadas, mientras la pobre mujer, punto de sus burlas, lloraba, con la mano sobre su boca para no ser notada con sus sollozos.

 

—¿Hasta cuándo? Pareciera que su pasatiempo favorito es molesten a la gorda de Evelyn Carter. — Secándose las lágrimas con la manga de su camiseta, porque ni el uniforme de la empresa usaba, se negaban a hacer uno de su talla.

 

Cuando salía de la empresa, como siempre por la parte del estacionamiento, pudo ver salir un auto, sabía que era un Bugatti porque su padre, cuando ella era niña, le gustaba coleccionar revistas de autos, era uno realmente hermoso, costoso y de lujo, la dejo realmente impactada al punto que no tuvo tiempo de apartarse, cuando un charco de agua turbia llego a ella producto de la velocidad con que aquel automóvil manejaba.

 

—Mal educado, de que sirve tanto dinero, si no es capaz de bajarse a ver como estoy, todo me tiene que pasar a mí, nada bueno puede sucederme, aunque sea alguna vez.

 

A lo lejos vio a su única amiga Alana, quien extendía su mano para poder llamar su atención.

 

—Mujer, parece que llovió lodo.

 

—No me hagas recordar, como ese auto arruino por completo mi día.

 

—¿Qué sucedió? Sabes que somos amigas, puedes contarme todo.

 

Le contó con lujo de detalles, la pobre de Alana, estaba realmente enfadada, aunque no era novedad que cosas como esas le sucedieran a su querida Eve como le decía de cariño.

 

—No sé hasta dónde vas a aguantar, que esas arpías hagan contigo lo que quieran, solo a ti no te pagan horas extras, yo si reclamo así sea un minuto y si no me pagan, al día siguiente llego tarde y les digo en sus caras peladas lo que pienso.

 

—Tú sabes como soy, no me gusta tener problemas con nadie, ya para qué me quejo, si igual no harán nada.




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