Una Curvi Para Amar, No Para Jugar

PARTE 07

 

—Toma, han ordenado, este uniforme para ti, no sé a qué santos le rezaste de verdad, mira que gastar tanto en tela.

 

—No hice nada, seguro se dieron cuenta de que también debo usar uniforme— Abrazando aquel paquete que contenía el uniforme de la empresa, llevaba un año pidiendo uno,   a través de solicitudes escritas, correos electrónicos, había agotado todas las vías habidas y por haber, menos la de ir personalmente a reclamar su derecho.

 

—Y eso amiga ¿Qué tienes en las manos?

 

—Mi uniforme, aún sigo sin creerlo.

 

Le dijo a Alana, quien venía a invitarla a almorzar y la encontró abrazando algo.

 

—No lo tomes a mal amiga, pero primero mira, no vaya a ser una broma de las cacatúas, ya sabes cómo son—Evelyn estaba a punto de contarle sobre la regañada que se había llevado Lilian, pero no quería ni recordar lo avergonzada que se sintió cuando el amigo del “Príncipe” Dijo que este se había impresionado de ella, la tomaría por tonta, así como tampoco le había dicho lo de la fiesta, no quería verse aún más ridícula de lo que sentía, cuando se había visto que un hombre de su porte le había hablado a alguien tan insignificante como ella, era eso lo que se repetía a cada momento.

 

Finalmente, sé lo probó, pensó por un instante que le iba a quedar demasiado apretado o demasiado grande, pero, al contrario, es como si alguien le hubiera tomado las medidas de alguna manera, le quedaba amoldado al cuerpo, demasiado, que se veía la pequeña cintura que tenía, así como resaltaba sus senos, pero ya se encargaría ella de usar una faja, aunque con el calor del verano, iba a ser muy difícil de soportar, pero no quería que se dieran cuenta del tamaño de su busto.

 

—Mejor no veas Alana, no lo puedo usar, así como esta— Gritaba ella, pero era tarde cuando Alana la vio, no pudo evitar ver que le quedaba demasiado bien, tanto que sintió que le entraba un pequeño escalofrío en la espina dorsal, movió la cabeza para negar los pensamientos que la invadían.

 

—Te queda muy bien, pero si usas el chaleco, va a tapar un poco a tus niñas, ya sé que no es tu estilo, por eso lo digo.

 

—Creo que la llevaré donde la señora que me arregla la ropa, tal vez si le pone unas pinzas, puede hacer que me quede el chaleco un poco más suelto.

 

—Yo creo que deberías aprovechar, quemar toda tu ropa y hacer que te haga un closet nuevo, no es por nada amiga, pero como que tu sentido de la ropa no es muy

 

—Sé muy bien que, visto como abuelita, pero tú no entenderías, mírate, eres delgada, hermosa, una figura como de maniquí, todo te queda bien, en cambio, yo parezco una ballena y la ropa que, según tú, me ayudaría, es muy costosa, no puedo darme ese lujo, así que por favor evita comentarios de ese tipo, que me hacen sentir mal.

 

Evelyn se secó una traicionera lágrima, Alana, se dio cuenta de que había metido la pata, no tuvo tino para decirlo, pero no es que ella no entendería nunca el trabajo que para la pobre era sobrevivir el día a día, era huérfana de padre y madre, tenía que pagar la hipoteca de una casa que nunca iba a habitar, había cuentas viejas de un hospital que aun después de morir su abuela le seguían cobrando, estaba sola en este mundo, no tenía un respiro, por lo que la ropa no era algo indispensable en su vida, ya estaba acostumbrada desde siempre a ser el hazmerreír de todos, que importaba una persona más.

 

—Lo siento Eve, no fue mi intención, lo juro. Creo que mejor te dejo sola.

 

Tenía tanta vergüenza, pero después de todo, nunca la podría entender, pero a Alana tampoco, ninguna de las dos era capaz de hablar de su pasado, ni una ni de la otra.

 

—Tonta Evelyn, tonta, que culpa tiene Alana.

 

Unas horas después, en vez de dirigirse a su casa, intentaba tomar un bus rumbo a la modista, pero cada uno que pasaba estaba demasiado lleno y ya sabia como era para una persona de su tamaño subirse a un bus repleto de gente.

 

—¿Dónde vas?  Si es para el sur, está en mi ruta— Le dijo el príncipe bajando la luna de la ventana de su auto, mostrándole la sonrisa de comercial que siempre hacía efecto, pero ella nerviosamente negó con las manos, que no era necesario.

 

—No se moleste, gracias. Así estoy bien

 

Era un auto hermoso, un Chevrolet Impala del año sesenta y cuatro, ella lo sabía, era una tentación, siempre soñó con subirse a uno de esos, pero no podía, no iba a estar en un espacio tan pequeño con el “Príncipe” Seguramente se iba a portar de manera torpe, iba a ser alguna tontería y no habría nada ni nadie que la ayudara a ocultar la vergüenza.

 

—Vamos, no muerdo Evelyn, ¿Verdad?  Te repito, no te voy a morder.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.